Por Raúl Cuello.-

Según los encuestadores, la parte del electorado que apoya a Mauricio Macri, manifiesta en su gran mayoría la necesidad de un cambio, pero entendiendo por tal, el que se vincula con el modo que CFK ejerció el poder en sus dos mandatos, es decir en forma personalista, autoritaria, soberbia, autosuficiente, de espalda a las instituciones de la república, al auge del nepotismo y de la corrupción entre otras negatividades que podrían agregarse. Cuestiones que con mayor agudeza que en el pasado caracterizaron a los gobiernos populistas.

Pero el deseo de cambio no es el mismo en términos de intervención del Estado y de políticas económicas fundadas en el consumo haciendo caso omiso de la inversión, del Balance de Pagos, de las Reservas Internacionales, del volumen del gasto público, de la presión tributaria y de la emisión monetaria para financiar el déficit.

Y como es fácil comprender, nada se ganaría cambiando la forma de gobernar (en términos de bienestar futuro), si no se resuelven los grandes desequilibrios macroeconómicos y se incorpora a la Argentina a las modernas corrientes de intercambio. Peor aún, la insostenibilidad de las finanzas públicas y la profundización de la quiebra del aparato productivo, conducirá inexorablemente a serios conflictos sociales. Y esto no es imaginación, es el resultado de un ejercicio acerca del funcionamiento de la economía y sus efectos en la sociedad.

En estos términos, los económicos, el interés de los votantes está puesto en el valor presente y futuro del dólar. De allí en más los analistas formulan “cálculos de techo” fijando cada uno cuál ha de ser el valor del dólar en el mercado, según gane uno u otro candidato, sin conocer, porque ellos no se han manifestado, que políticas económicas han de llevar adelante. En estos términos, sólo Dios tiene la respuesta. Sin embargo hay una suerte de consenso social respecto que “el dólar es un bien barato”, como lo demuestra la corriente vendedora del BCRA para satisfacer la demanda de gastos de turismo (u$s 5.00 MM en un año) y de dólar ahorro (u$s 750 M por semana). Y una prueba concluyente que la cotización es baja, no la sólo la falta de oferta al precio oficial, sino el valor implícito en las operaciones de bonos y acciones que se compran en pesos y se venden en dólares.

Aquello que debería conocer la opinión pública es que si el dólar está atrasado, otros precios están adelantados, lo cual nos introduce en el tema de “los precios relativos”, con lo que el problema se agrande, ya que no es sólo el valor de un bien en relación al dólar, sino de los distintos bienes entre sí, ya que con la inflación, mientras el gobierno controló al dólar, hizo lo propio con el resto de los bienes y servicios, por medio de retenciones, subsidios y regulaciones de todo tipo. Fue así un remedo de “planificación colectivista sin plan” y así aterrizamos en el desorden más absoluto.

En esta instancia del tiempo, la cotización del dólar es insostenible por falta de reservas, como lo es el precio de la energía y del transporte (tomados como ejemplo del resto), porque el precio que paga la demanda no se corresponde con el costo de producción. Si siguiera este análisis podría demostrar fácilmente que para sacar a la Argentina de la crisis que se avecina, el replanteo de los precios relativos está en el núcleo del problema.

Algo puede agregarse para aventar temores de traslado a precios de una devaluación y es que ese proceso no será grande ni automático, precisamente porque hay precios que ya descontaron la devaluación debido a que los servicios, manufactureros y comerciantes ya han costeado sus bienes y servicios a un dólar superior al tipo oficial. En todo caso, acá es donde se requiere el tan temido ajuste, ya que si se devalúa y el flujo de pesos sigue llegando a la plaza por vía de un déficit que está en el 7% del PBI, el proceso inflacionario arrasaría al sistema. Y hay que contar también con el déficit cuasi fiscal del BCRA y los efectos monetarios de las ventas de cambio futuro por u$s 16.000, un aporte técnicamente incomprensible de las autoridades del citado banco.

En un planteo de tipo normativo, el accionar inmediato debe pasar por eliminar regulaciones administrativas que traban exportaciones, al tiempo que se eliminan retenciones a productos de economías regionales y cereales de invierno (trigo, cebada, avena). Paralelamente acudir a la única fuente de fondos inmediatos: el FMI, que dispone de líneas baratas, pero a condición que se cumpla con el punto 4. No hay otra alternativa para ingresar al circuito financiero internacional y negociar apropiadamente con los “hold outs”.

El resto es parte de una historia que deberá conocerse de inmediato después que se consagre el nuevo Presidente el 22 de noviembre. Antes son puras especulaciones.

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