Por Raúl Cuello.-

La pax cambiaria, si por tal se entiende la estabilidad del dólar blue, se quebró en la segunda quincena del corriente mes con un aumento de la cotización que en algún momento marcó una diferencia del 40% con el dólar oficial y hoy ya se ubica en las proximidades del 63%. Sobran compradores y faltan vendedores ya que los que tienen disponibilidades mantienen sus tenencias convencidos que a los $ 15,50 por dólar se llegará antes de fin de mes. En este escenario el mercado se atomiza porque los grandes operadores prácticamente han desaparecido.

El panorama de agudizó después que Macri, con la exigua victoria de Rodríguez Larreta sobre Lousteau cambió su discurso “pro mercado” por otro que extraña hasta a los propios kirchneristas, ya que justifica medidas que antes de ahora rechazaba. Digamos que con su giro, Macri pierde amigos que tenía y no suma ninguno de sus opositores. Esto espantó a quienes cifraban esperanzas en un cambio del modelo cristinista.

En estos términos las variables económicas se volverán más volátiles y de entre ellas sobresale el valor del dólar blue. Dólar que sirve de referencia para la toma de decisiones futuras. Y así por ejemplo se torna un ejercicio interesante establecer cuál puede ser el valor del blue al 31 de diciembre próximo. Para ello hay que comenzar por reconocer la correlación del dólar blue con la base monetaria y la cantidad de reservas internacionales. Y así si la base monetaria se expande al ritmo actual del 33% interanual, con reservas que se acrecentarán en U$S 2.000 millones por el balance comercial, una cancelación de sólo U$S 3.000 millones del Boden 15 en octubre, con una desaceleración de los retiros mensuales por el dólar ahorro, quedaría el total de reservas en U$S 29.000.

Después de los ajustes correspondientes sobre la base de esas cifras, el dólar convertibilidad llegaría a ser de $ 21 por dólar, es decir un 40% superior a los $ 15,10 actuales. Y así el tipo de cambio de cobertura seguiría impulsando al sistema a la suba por las necesidades de financiamiento del gasto público, los efectos del cepo cambiario sobre la Cuenta Corriente del Balance de Pagos y la inflación resultante que se reflejara en el tipo de cambio.

El problema no será resuelto por quien en su discurso sólo conjugó el verbo cambiar, equivocó su estrategia y eligió mal los equipos. Esto no lo arregla ni Scioli, ni Macri, ni Carrió y en suma ningún partido político monocromo. Hace falta un verdadero pacto al estilo del de la Moncloa y un Adolfo Suárez que haga su ingeniería, elemento sustantivo del que carecemos.

Buenos muchachos que solo se meten en política porque quieren un cambio que no definen, debieran comprender que para gobernar un país como Argentina es algo más que reestructurar a la Ciudad, jugar al fútbol en La Ñata obedeciendo reglas de juego para mantenerse en el cuadrilátero. La mayoría de los políticos en oferta, no todos, debieran saber que lo que “Natura non da, Salamanca non presta”. Por algo Deng ziao Ping fue el fundador de la China moderna, y Bush (padre e hijo) con su miopía desarticularon el medio oriente. O también Merkel, que cumplió el sueño de la Alemania Imperial y hitlerista, sin derramar una gota de sangre.

No pasa a la categoría de Estadista quien quiere sino quien puede.

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