Por Carlos Leyba.-

En la cabeza o en los pies, una bolsa es un problema. Por ella no se ve o se camina con dificultad. En esas condiciones se lanzó la carrera electoral. Me explicaré.

Convengamos que por ahora, de los que estamos en la tribuna, hasta ahora pocos son los interesados en la carrera. En consecuencia las encuestas se topan con dudas e ignorancias que, muchas veces, sea por cumplir con el encuestador o sea por sacarse de encima la máquina preguntona, se tornan en respuestas provisorias. Por eso las urnas, las definitivas, pueden tornar el resultado en un giro de 180 grados con los pronósticos.

Puede que no sean malos los encuestadores sino más bien que sean malos los encuestados por causa que, con la información política disponible, sabemos poco e imaginamos mucho. Veamos.

Pocas veces la tribuna (el electorado) se ha enfrentado a tantos candidatos (jinetes) y tan pocas cabalgaduras (programas, ideas, proyectos). Como decía Juan Perón el caballo es la metáfora de la historia; y el jinete quien la cabalga. Dos fuerzas independientes. El mejor jinete pierde con el caballo equivocado; y el mejor jamelgo fracasa con una monta de poca valía.

Vale decir que en los caballos, en sus andares, se instalan el programa, las ideas, los proyectos. Es el jinete quien debe ofrecer y comprometerse a conducir.

Eso es lo que se hace en el paseo que es cuando se elige antes de entrar a la pista. Los jinetes, la mayoría de los candidatos -por ahora- se presentan embolsados. Unos por la cabeza otros por los pies. ¡Qué espectáculo!

Y como si eso fuera poco, casi ningún caballo está como para ser mirado con interés. Para jugar unos boletos, en este caso para poner la boleta, se pregunta por la trayectoria del programa, la genética de la idea y evalúa las pruebas de resistencia de la cabalgadura. No están.

Y como en cualquier carrera normal, para elegir, hay que mirar primero lo que nos ofrece el caballo y después la calidad del jinete. El programa y el conductor.

Lo que hace la historia es la calidad del programa, de las ideas, de los proyectos, más que las virtudes del jinete. Las que, por cierto, también cuentan. Pero son inútiles si la monta no aguanta 300 metros o carece de la velocidad o se manca, o no es para esta pista.

Jinetes embolsados de una u otra manera, caballos sin historia y sin pronóstico y además la pista es más que barrosa como lo comentaremos más adelante. Lo es de aquí al codo de Agosto y al disco de llegada en octubre.

Como el caballo sigue mudo y sin papeles (ni sombras de programa, ideas, proyecto), es importante dilucidar las características de los jinetes.

Ningún caballo es igual y eso aunque los programas, por causa del silencio, sean parecidos. Y ningún jinete es igual al otro aunque las imágenes públicas sean parecidas. Tienen en común una vocación irrefrenable de dentífrico, desodorante o detergente, de acuerdo con lo que eligen como publicidad.

En realidad, a causa de los jinetes embolsados, estamos ante una carrera de embolsados, que es un entretenimiento infantil y lejano al noble deporte de la carrera de caballos.

Los candidatos que hablan en nombre del oficialismo, y por cierto antes que nadie Daniel Scioli, y ni hablar de quien lo acompaña, tienen una bolsa en la cabeza. De resultas de ello no necesariamente mienten sino que no ven la realidad. Han decidido no verla. No digo mirarla. Ni siquiera verla. Con la bolsa en la cabeza no pueden siquiera saber qué caballo (programa) van a montar. Y si lo montaran a ciegas, no podrán conducirlo. La historia seguiría su camino a pesar del intento del jinete embolsado de conducirla. Sin ánimo de ofender todos los candidatos oficialistas se presentan en la pista de paseo con una bolsa en la cabeza.

¿Qué pueden proponer si se niegan o no están en condiciones de ver la realidad?

Primero fue el INDEC, qué logró derogar la base estadística pública (pobreza, crecimiento, inflación); después las cataratas de explicaciones (el relato) que sustituye los hechos (o los reinterpreta); finalmente las manipulaciones legalizadas para evadir las normas constitucionales (y legítimas) sobre el funcionamiento de la Justicia; y así. Tener una bolsa en la cabeza implica la imposibilidad de elegir un caballo (que no significa que no lo puedan encontrar tanteando lo que no es lo mismo que elegir) y obviamente no brinda posibilidad de conducirlo (no ver por dónde va). Pero tamaña carencia no impide que Scioli, el principal jinete del stud oficialista, cuente con el 35 por ciento de la taquilla.

Lo que es seguro es que el caballo al que se suba, tapada la cabeza, será quién lo lleve por donde la cabalgadura quiera. En otras palabras, si hay crisis, la crisis lo conducirá; si hay bonanza, la misma se hará cargo de él. La corriente lo arrastrará. Pero “proyecto, programa, e ideas propias” imposible con una bolsa en la cabeza porque no ve la realidad que es la base del futuro.

Para el resto de la tribuna, el 65 que por ahora no lo elige, la primera incógnita es saber si en algún momento de la carrera se sacará la bolsa de la cabeza para mirar la realidad que ellos perciben. Y la segunda, si lo hiciera, si tendrá a bien decirnos lo que ve, o se hará el distraído. Y finalmente, lo central, qué caballo elige una vez frente a la realidad.

Porque una vez frente a la realidad o elige un caballo o la realidad se lo lleva puesto. ¿El programa oficial es que la realidad se lo lleve puesto?

Los jinetes oficialistas han decidido caminar con la cabeza embolsada (con un guía oficial de libreto) ya que de no hacerlo pasarían al territorio del oficialismo crítico. Ese es un desierto sin agua, sin alimentos y con una tormenta de arena que habría de secar la piel. No hay tantos machos para aguantar el chubasco. Después de todo la bolsa, hasta el verano, no impide respirar: nadie imagina días de agobio económico y social hasta Octubre. Se aguantará. Pero ya encaminado el verano de 2016 veremos. Para entonces la bolsa será sofocante. ¿Será tarde?

Casi todos los que militan en el stud oficialista ya tuvieron puesta la bolsa con la convertibilidad, la entrega del patrimonio público y la destrucción de las fuentes de trabajo del menemismo. Cuando asfixiaba se sacaron la bolsa de la cabeza y se denostaron a si mismos. Casi todos los que estaban en el acto sciolista del viernes militaron, embolsada la cabeza por decisión propia, en la modernidad del Consenso de Washington. Cuando asfixiaba descubrieron la verdad. Se autorescataron. Tampoco pasaron entonces por el desierto del oficialismo crítico. Todo bien.

De embolsar y desembolsar la propia cabeza y de volver a embolsarla saben un montón. Expertos en bolsa.

Pero todos los candidatos relevantes que hablan en contra del oficialismo también están embolsados. En este caso con las bolsas en los pies. Para caminar, a los saltos, tienen que ocupar las manos para sostener la bolsa y están obligados a mirar para abajo más que para adelante. Ven la realidad. Pero están más ocupados en no caerse (miran para abajo) que en analizar la realidad y elegir una cabalgadura (programas, ideas, proyectos).

Miran la realidad, pero no pueden correr porque, dominados por los imbéciles del marketing político, que les han puesto la bolsa en los pies, sólo atinan a no cometer errores de marketing.

El ejemplo más impactante es el de Mauricio Macri. Alguien a quien podemos conocer por su sometimiento a los enjuagues de un chantapufi como Jaime Durán Barba que no ha hecho otra cosa que impedirle toda acumulación de voluntades en torno de su candidatura. ¿Para quién juega? Ese fue el primer servicio al oficialismo realizado por este pícaro ecuatoriano capaz de embrujos estadísticos. Un brujo para Mauricio. Y un ángel para Daniel. Por sus frutos los reconoceréis.

No contento con eso -con aislarlo de los próximos- después del balotaje Durán Barba, luego de constatar lo eficaz de sus consejos para dejarlo solo, ahora, lo obliga a recitar desordenadas simpatías con el gobierno. Eso era lo necesario para que, muchos de sus seguidores, lo abandonen. ¿Para quién juega? No sé si Durán es maquiavélico. Pero seguro que Mauricio es masoquista y elige a quien lo conduce a la derrota. Y fíjese que su trayectoria es ya una derrota política aunque gane.

Macri, como símbolo de la oposición, tiene los pies atados, las manos ocupadas y la cabeza gacha. Lejos está de tener las condiciones mínimas para elegir un caballo (programa, ideas, proyectos), montarlo y conducirlo. No obstante, si a las encuestas nos remitimos, suma hoy 26 por ciento para las PASO. Otro milagro.

Lo dicho tal vez no es justo con el resto de los opositores. No todos están inhabilitados para montar. Pero… dejando de lado a los que, en Cambiemos, acompañan a Macri, nos quedan -en este orden según promedio de encuestas- Sergio Massa, José Manuel de la Sota, Margarita Stolbizer, Jorge Altamira y Adolfo Rodríguez Saa. Si sumamos los tres de afiliación peronistas de esta lista, juntos orillan el 18 por ciento. Stolbizer tiene 4 por ciento y Altamira 2. Ernesto Sanz y Elisa Carrió acumulan 4 por ciento con lo que sumados a Macri llegarían a 30.

Entonces el marcador nos dice que hay dos jinetes en punta, Scioli y Macri. Y los dos están embolsados.

Suponiendo que uno, el que está a ciegas, monte; y que al que ve, lo suban a empujones por tener los pies atados, las manos ocupadas y la cabeza gacha, en cualquier caso -en la pista embarrada- van a correr caballos gobernados por la furia de la historia y no por los jinetes. Porque, hasta ahora, no tenemos ninguna noticia de conducción. Me explico.

¿Cómo podemos saber quiénes realmente son, qué realmente piensan, qué están dispuestos a hacer o más bien qué pueden llevar a cabo?

No nos ofrecen información; y la que ofrecen es producto del marketing con no mucho más contenido o veracidad que un producto para adelgazar. ¿Será por eso que no tenemos más remedio que imaginar lo que son, piensan, harán? Debe ser así. La palabra más frecuente que está presente en todos los spots, jingles y juguetes de campaña, es “sueños”. Sí, los dos candidatos principales hablan de realizar nuestros sueños. O lo que es lo mismo “te dormimos y vemos”. La campaña todavía está ahí. Embolsados y con sueños.

¿Cómo está la pista en los primeros metros? Los primeros metros que van hasta agosto tienen la pista complicada. La brecha cambiaria se abre. Para cerrarla suben la tasa de interés. La inflación sigue aunque se calme para el oficialismo. Pero no lo hace para el bolsillo cotidiano. Los precios adelantados generan que el consumo no aumente a pesar del aluvión de dinero. Y algunas de las acciones públicas, con un déficit enorme, apenas mueven el amperímetro del sector de la construcción. Pero todo lo demás sigue planchado; y sobre todo la demanda de inversiones y el empleo. La compensación, otra vez, viene del gasto público, crecimiento de la planta estatal y reparto de fondos. Ya no está la dinámica de la soja y el impulso chino.

Esto demuestra que la acción gubernamental está dedicada a desplazar los problemas en el tiempo y no a resolverlos. El éxito es de patas cortas. Y si bien llegará a agosto, puede llegar a Octubre con la lengua afuera; y tal vez entonces se note, la falta de aire, el EPOC del programa del gobierno.

¿Y después qué? Montar con la bolsa en la cabeza o con los pies embolsados es una proeza. Pero difícilmente permita conducir el caballo de la historia.

En los últimos días, además de las impactantes cifras de pobreza del 30 por ciento, después de una década en la que supuestamente gobernaron en todo el país gobernadores peronistas, han surgido informaciones de la tendencia a la deserción de más y más padres del sistema de educación pública que, por otra parte, ve declinar su calidad comparativamente con el resto del mundo. Tenemos el servicio público de educación en proceso de declinación. Pero combate a la pobreza (y a la desigualdad radical) y fomento a la educación son la prioridad cultural para el peronismo y -repitiendo a Perón- para todas las fuerzas políticas («somos todos peronistas» dijo el General al volver). Al paso que vamos el servicio de educación se privatiza por falta de oferta publica, con todos los riesgos que eso implica para la igualdad de oportunidades y la democracia. Qué decir de lo que queda del servicio público de salud. El servicio público de seguridad está desvencijado y también en proceso de privatización por falta de oferta. Y algo parecido está pasando con el servicio público de justicia.

La deserción del Estado Liberal (definido en el SXIX) es un prólogo de la ausencia del Estado de Bienestar (definido en el SXX) y de la desaparición del Estado de Desarrollo (que hizo su primeros pasos en la tercera presidencia de Perón). En un momento histórico de discurso en defensa del Estado, y en un momento fiscal en que la presión tributaria es record, el Estado, en todas sus vertientes, esta al borde del colapso y lo está cuando sus enemigos -que los hay- se disponen a enfrentarlo en el momento de mayor debilidad. Grave.

La prueba de la ausencia del Estado de Bienestar es la magnitud, profundidad, larga duración y juventud de la pobreza; la proliferación de Villas Miserias, la explotación al interior de las mismas que está dominada por la obscenidad del narcotráfico, la trata y el comercio miserable de los punteros políticos. El trabajo en negro; la ausencia de redes de agua, cloacas, transporte, para los sectores más necesitados. Fracaso o desprecio, lo mismo da.

La prueba de la desaparición del Estado de Desarrollo es la orfandad de infraestructura a la que nos hemos acostumbrado como lo demuestra la pasividad social frente a la lucha del menemismo por abolir todo el Estado (liberal, benefactor y del desarrollo) una de cuyas pruebas visibles es la destrucción del sistema ferroviario más grande y mas antiguo de América del Sur. Puertos, sistemas de almacenaje, frío, energía, y ahora el atraso en telefonía celular, son solo algunos de los ejemplos de un país que gasta en obra pública y que, sin embargo, acumula atrasos en los sistemas de infraestructura que contribuyen a la productividad. Una colosal contradicción.

No desapareció Menem con su cultura de “pobres habrá siempre” o el remate del patrimonio público por el lado del costo. La prueba más contundente es la instalación de la idea que la droga es una enfermedad y no un drama social colectivo. No hay soluciones individuales para problemas colectivos.

Asentados en la primarización heredada, disfrutando de la emergencia asiática, hoy sufrimos nuevamente la restricción externa como consecuencia del proceso de desindustrialización que no fue revertido. Hoy el nivel de la industria es el de 2010 y hace dos años que derrapa y su participación en el valor agregado está estancada.

Nos primarizamos porque nuestras exportaciones son básicamente primarias y a un sólo país; y sólo Brasil es el país que nos demanda industria que es prácticamente sólo autos.

La pista barrosa es la de las elecciones. Y los problemas estructurales del Estado liberal que no ofrece bienes públicos, del Estado Benefactor en retirada al que sólo lo queda distribuir a la desgracia provocada; y la desaparición consentida del Estado de Desarrollo, que la provoca, son los barros que salpican el futuro.

Suena demasiado fuerte y pesimista. La verdad no tiene remedio.

Hay que marcar fuerte para contrarrestar la condescendencia panglosiana del oficialismo que cree estar en “el mejor mundo posible” porque tiene la bolsa en la cabeza. Cuando se la saquen será tarde.

Y hay que despertar el sentido crítico de los que se oponen, atados de pies y manos por los chantapufis del marketing político que nos van a intoxicar con desodorantes, dentífricos y detergentes que ni curan ni alimentan y sólo disimulan.

Sacarse la bolsa es la condición necesaria para ver la realidad y caminarla. Caminarla a la búsqueda del país perdido que supimos construir y que en estos 40 años, por distintas razones, hemos extraviado.

A la política sólo cabe pedirle que se saque la bolsa de la cabeza y de los pies. Que ofrezcan programas, ideas y proyectos y que exhiban su trayectoria política para saber si real mente pueden conducirlos. Lo que está por delante no es nada fácil.

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