Por Domingo Cavallo.-

El cambio comenzó a insinuarse desde mediados del año pasado. Los precios de las principales materias primas producidas por los países ricos en recursos naturales tienen desde entonces una tendencia declinante. Desde mediados de 2002 habían mostrado una clara tendencia ascendente. En forma paralela y no independiente, el Dólar de los Estados Unidos comenzó a apreciarse frente a la mayor parte de las monedas mientras que desde mediados de 2002 en adelante la tendencia había sido a la depreciación.

Las políticas monetarias que fueron en general muy laxas, fundamentalmente en los Estados Unidos y luego en la mayor parte de los países del mundo, están comenzando a endurecerse. Por consiguiente las tasas de interés en casi todas las monedas importantes fueron y siguen siendo muy bajas, pero se insinúa una tendencia al aumento, que ya se observa en las economías emergentes y que, a partir de 2016, muy probablemente se observará también en los Estados Unidos.

Entre las economías más avanzadas, la única que consiguió tasas de crecimiento parecidas a las históricas es la economía de los Estados Unidos. Japón no ha conseguido aumentar significativamente su ritmo de crecimiento, y Europa parece condenada a un crecimiento muy bajo por muchos años no sólo por las crisis de endeudamiento excesivo de las economías del sur de Europa, sino por una cuestión de envejecimiento y estancamiento poblacional.

Los países de Asia del Este y del Sur mantienen su dinamismo. Es probable que China crezca 3 o 4 puntos porcentuales menos que en los últimos 30 años porque su crecimiento ya no se basará tanto en la acumulación rápida de capital y en la producción de bienes exportables sino en la expansión de actividades más trabajo-intensivas orientadas a su mercado interno. Al mismo tiempo, India, beneficiada por el menor costo de las materias primas y el proceso desregulatorio y modernizador de la infraestructura que ha comenzado a implementar el nuevo gobierno es probable que logre aumentar su crecimiento en 2 o 3 puntos porcentuales anuales. Por consiguiente, Asia, en su conjunto, seguirá siendo el área más dinámica de la economía global.

Las economías emergentes de América Latina, de la Ex Unión Soviética y de África, casi todas ellas muy importantes productoras y exportadoras de materias primas, van a sufrir el impacto del deterioro de sus términos del intercambio y, en la medida que no tengan una relación comercial suficientemente fluida con las áreas dinámicas, básicamente el Este y el Sur de Asia y los Estados Unidos de América, van a encontrar un techo bajo para sus perspectivas de crecimiento, amén de que van a sufrir presiones inflacionarias por la tendencia a la depreciación de sus monedas frente el Dólar y las monedas asiáticas.

En América Latina, México, Colombia Perú y Chile van a poder compensar el impacto negativo de la baja de los precios de sus productos primarios de exportación con una intensificación del comercio con los Estados unidos de América y con los países del Este y del Sur Asiático porque han negociado tratados de libre comercio con los Estados Unidos, son miembros de la APEC (Asia Pacific Economic Cooperation) y están participando activamente en las negociaciones comerciales de la cuenca del Pacífico (TPP, Transpacific Partnership). Los países de América Central también se beneficiarán de su estrecha relación comercial con los Estados Unidos.

Las economías a las que les resultará más difícil encontrar motores de crecimiento son las de Brasil, Argentina y Venezuela, donde, además de no tener ningún tipo de tratamiento preferencial para sus exportaciones de manufacturas a los mercados más dinámicos, la bonanza de los últimos 12 años sirvió para financiar políticas populistas y se crearon desequilibrios macroeconómicos serios, extremos en Venezuela, agudos en Argentina y menos acentuados pero igualmente difíciles de revertir en Brasil debido, fundamentalmente, a razones políticas.

En la campaña electoral del año pasado en Brasil, el candidato de la oposición, Aesio Neves, planteó reformas profundas, tanto en la política exterior como en las políticas macroeconómicas y de organización económica interna. Eran, sin lugar a dudas, las reformas que Brasil necesitaba para enfrentar al nuevo contexto externo y resolver los desequilibrios creados por las políticas populistas del segundo gobierno de Lula y el de Dilma Rousseff. Lamentablemente para los brasileros y, creo yo, para la misma Dilma Rousseff, el candidato de la oposición no logró ganar la elección. Ahora, la presidenta reelecta no tiene otra alternativa que aplicar las reformas con las que había hecho campaña Aesio Neves, pero sufre graves problemas de credibilidad y enfrenta la oposición de quienes la votaron atraídos por sus promesas electorales. Por eso, a pesar de que intentará aplicar las políticas necesarias, es probable que los resultados sean magros. Ello significa que nuestro principal socio comercial va a enfrentar varios años de estancamiento y presiones inflacionarias.

En mi próximo post, utilizaré esta descripción del contexto externo para referirme a la oportunidad que las próximas elecciones nos brindan a los argentinos.

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