Por Carlos Leyba.-

Por lo que han escrito, como veremos, algunos protagonistas de los últimos 25 años no saben lo que hicieron; y otros no saben lo que están haciendo. Si hubieran sabido o supieran las consecuencias de sus acciones habrían tratado de conducir la realidad de otra manera. Tener conciencia de la realidad es la primera condición para gobernarla y no ser gobernados por ella.

Más allá que el domingo quede o no claro quién gobernará después del 10 de diciembre, la realidad económica y social seguirá presente aunque inevitablemente, a partir de mañana, la política experimentará algún cambio.

Si queda todo igual, es decir balotaje, estaremos frente a un cambio muy importante. Si se consagra un presidente estaremos sólo frente a un cambio al interior del oficialismo.

El balotaje marcaría el renacimiento de la política del acuerdo en los campamentos de los dos competidores. Lo nuevo será otra fuerza opositora aunque con el mismo candidato. Y también un oficialismo con mas definición: o se descarga el lastre o el peso de arrastre puede ser muy alto para poder correr.

Pero si se consagra un presidente, ese mismo día, habrá de surgir otro sistema de acuerdos en el oficialismo porque el elegido será uno con un número muy débil respecto de la oposición y deberá recomponer las fuerzas que lo integran.

La gran pregunta es si, entre mañana y el 10 de diciembre, el actual gobierno tratará de gobernar hacia un puerto más seguro la nave de la realidad o la nave quedará al garete gobernándonos a todos.

Y cualquiera sea la suerte hasta entonces, deberíamos preguntarnos si el nuevo gobierno, elegido o por elegir, tratará de gobernar la realidad o se asociará al destino que la misma imprima. ¿Hay conciencia de la realidad? ¿De qué realidad hablamos?

La realidad de esta economía es la estanflación, es decir, lejos de los objetivos de crecimiento y de estabilidad. Los instrumentos están debilitados, es decir, con poco margen fiscal, monetario y cambiario. El empleo está estancado o de crecimiento lento y caída en la productividad global. Un nivel muy bajo de inversiones reproductivas, que son las creadoras de empleo de productividad. Esa realidad empuja para abajo. Y además las condiciones externas no tienden a invertir espontáneamente (viento de cola) esa dirección descendente y no ayudarán a quién intente hacerlo (viento de bolina).

Una lección de Juan Perón dice “la historia se cabalga”. Es decir, hay que tener en cuenta la fuerza de la corriente profunda del mar que arrastra al iceberg sobre el que marchamos. La corriente puede ir a favor o en contra de la dirección a la que queremos ir. Si es favor, administramos la realidad. Si es en contra, necesitamos transformarla. Así de simple. Negar la realidad, no tomar conciencia de ella, es la peor elección. La más cómoda.

Carlos Zannini, en el acto de cierre, le recordó a Daniel Scioli (y a todos los candidatos) que cualquier decisión importante deberá pasar por el HCN y que, en ese ámbito, CFK tratará de seguir empujando el iceberg en la dirección que tomó en la década K. Señalamos recién algunos datos del presente. Pero para saber la dirección se requiere saber de dónde venimos: dos puntos en el espacio.

¿Cuál es la dirección? Veamos.

La década K, ganada para unos y de oportunidades perdidas para otros, tuvo tres etapas. Primero fuerte recuperación, después lento crecimiento, declinación y retorno de males aventados. Síntesis de la dirección.

El signo demoníaco es que volvió la deuda. Los tres candidatos, que según Roberto García tienen pasaporte extranjero, afirman que el futuro depende, cada uno a su manera, de obtener deuda. Sean dólares o yuanes, hoy con tasa de interés superior a la de crecimiento. Ya estamos a ritmo de emisión de bonos: clásico de la “economía para la deuda” iniciada en 1976. La deuda es la respuesta alternativa a no resolver los problemas. Ahí estamos y ¿allá vamos?

Con Néstor el PBI creció 9 por ciento anual; con Cristina y sin Axel 2,3; y con Axel se estancó.

La inflación Néstor fue 11por ciento anual, Cristina la duplicó, y Kicillof la llevó a 25.

Néstor creó por mes 42 mil puestos de trabajo urbano; Cristina 18 mil y con Axel, los empleos registrados durante 2014, crecieron mensualmente en 1600 puestos, lo que proyectado, se estima en 5000 mensuales comparables. Cadencia declinante del empleo (0,1 por ciento entre el IT/15 y el IVT/14). La pobreza, que Néstor redujo notablemente, está estancada en los niveles de los 90.

Con Néstor hubo superávit fiscal y ahora el déficit es creciente. El balance comercial, con Kirchner y con Cristina, tuvo superávit. Superó los 10 mil millones de dólares anuales. Con Axel el promedio se derrumbó.

Las Reservas con Néstor empezaron en 11 mil millones y terminaron en 47. Cristina le entregó a Axel 30. Hoy los dólares realmente disponibles, sin yuanes ni ajenos, se aproximan al punto de partida. Esa disminución obligó al cepo que terminó con la fuga. La fuga había sido de 13 mil millones de dólares con Néstor; y de 17 mil millones por año con CFK. Axel frenó la fuga. Pero dólar ahorro más déficit de turismo suman 15 mil millones por año.

Si los resultados se miden por crecimiento y empleo, la tendencia es declinante. Si juzgamos por la fortaleza de los instrumentos (superávit fiscal, externo y nivel de reservas) los mismos se debilitaron. Y si medimos por las expectativas (inflación y fuga) la nota no es buena.

Ahora un ejercicio acerca de cómo ven, protagonistas de este cuarto de siglo, la realidad propia y la ajena. ¿Tuvieron conciencia de lo que hacían, tienen de la qué hacen?

Respecto del presente, uno de los ejecutores de la convertibilidad, Juan Llach, dijo (LN, 19/10/15) “Dado el conformismo de parte de la sociedad, es bueno recordar que el desempeño de la economía argentina entre 2011 y 2015 terminará siendo uno de los peores del mundo… Éstos no fueron costos de un futuro mejor, sino costos hundidos en una herencia muy negativa, con la pobreza en aumento, buena parte de la industria, el agro y las economías regionales en situación mala o crítica, el retraso cambiario”. Si le sumamos la deuda externa y cambiamos las fechas y ponemos los años 90, los costos que menciona Llach son una descripción generosa de la herencia de la convertibilidad. El autor ve en el presente, con razón, lo que no vio en los 90.

Cuando conducía no veía la realidad que ve cuando otros conducen. El mal continúa. La ausencia de crítica a tiempo se repite en los actuales hacedores. Veamos.

Kicillof, Augusto Costa y Cecilia Nahon, ministro, secretario y embajadora, en 2004, (“Realidad Económica, Número 203”), decían que Néstor no tenía plan. Para tenerlo debía “identificar los tres componentes (de) todo programa: un diagnóstico informado de la situación… una serie de objetivos y el conjunto de instrumentos (para) alcanzar las metas propuestas”.

Por cierto los objetivos de Kicillof no han sido estancar la economía, aumentar la inflación, no crear empleo, bajar las reservas, reducir el superávit comercial y aumentar el déficit fiscal. Pero eso es lo que sucedió. ¿Falló el diagnóstico? ¿Los instrumentos?¿O no había plan?

Los autores decían “Los defensores de la Convertibilidad sostenían que la regla cambiaria, al convertirse en un ancla para el control de la inflación” (¿Qué utiliza Kicillof?) había servido de plataforma para una notable expansión de la producción nacional. (En) la década de 1990, el país alcanzó un volumen de producción que -medido en dólares al tipo de cambio vigente- lo colocaba entre las naciones prósperas del planeta… Estos simples datos constituyeron la base sobre la que se construyó el discurso oficial”

Kicillof devalúa por debajo de la inflación: revalúa. Por eso el PBI por habitante, medido en dólares oficiales, es muy superior al que resultaría de aplicar un tipo de cambio que hubiera seguido el ritmo de la inflación. También sobre esta desinformación se construye el discurso oficial. A partir de la intervención del INDEC hablamos idiomas diferentes.

Decían “Con el tipo de cambio fijo en un dólar por cada peso, la Argentina parecía haber superado su ancestral orientación primaria-agroexportadora. Mirado a través de la lente de la sobrevaluación, el perfil productivo se había transformado repentinamente y casi el 65% del PIB era explicado por el sector productor de servicios. No pocos festejaban esta ficción como si se tratara de un aspecto más de la modernización: el país quedaba inscripto en la tendencia mundial hacia el «fin del trabajo» (industrial) y la tercerización de las economías.”

Más allá de la precariedad académica de estos conceptos el dato relevante, para los autores, es que -en la convertibilidad- el 65 por ciento del PBI (a precios de 1993) se generaba en el sector servicios. Con el mismo PBI, en el año 2000, los servicios generaban el 64 por ciento del PBI y el 65 en el III Trimestre de 2013. Con la nueva base del PBI, en 2004, Servicios era 50 por ciento del PBI y en 2014 fue 53: aumentó. Y entonces?

Dicen “las exportaciones, que representaban un escaso 10por ciento del PIB, parecían ser poco significativas … ya que el 90por ciento de la producción nacional se destinaba al mercado interno. Del mismo modo, las importaciones -si bien crecientes- representaron sólo un 13por ciento del PIB en su año pico (1998)” ¿Qué pasa hoy? Con la misma base (en IIIT/13) las exportaciones fueron 12 por ciento del PBI y las importaciones 15 por ciento.

Afirmaban “Si antes de la devaluación el sector de los servicios pesaba tanto era porque su producción estaba computada en pesos sobrevaluados, (¿ y hoy?) … La tercerización no era aquí el resultado de un desarrollo de la producción industrial, sino de su contracción. … la Argentina actual es, como lo era a fines del siglo XIX, un país dedicado predominantemente a la exportación de productos de base primaria (agrarios y, en menor grado, mineros) con nulo o escaso nivel de elaboración.” ¿Qué dirían del presente? ¿Qué exportamos hoy?

La industria (en IIIT/13 a precios de 1993) representó el 17 por ciento del PBI. Lo mismo que en 1998. A precios de 2004 la industria representa hoy 20 por ciento del PBI como en 2004. No hubo “industrialización” y esa ausencia provoca un déficit comercial industrial externo de 32 mil millones de dólares anuales financiado por soja. Entre 2004 y 2014 cada punto de aumento del PBI generó 2,6 puntos de aumento de importaciones industriales.

Decía Kicillof “la Argentina actual es, como lo era a fines del siglo XIX, un país dedicado predominantemente a la exportación de productos de base primaria (agrarios y, en menor grado, mineros) con nulo o escaso nivel de elaboración.” Pasó en la convertibilidad y ahora vuelve a pasar.

Seguían “Cuando el peso está sobrevaluado los productos del exterior son baratos para los argentinos y los productos argentinos caros para los extranjeros. La sobrevaluación es una situación de algún modo ficticia, que hace que los pesos sean capaces de comprar más dólares de lo que en realidad valen”. Por las mismas causas el déficit industrial, la restricción externa, el déficit de turismo y el dólar ahorro.

¿Más claro?

Aclaran “Como toda situación económica forzada, la sobrevaluación necesita alguna fuente particular de alimento para sostenerse.” Es verdad. Antes fue sólo deuda externa. Y ahora, primero fue la dinámica de precios de las commodities, y después los yuanes al 7 por ciento anual más condicionalidades de una China excedentaria que necesita colocar lo que le sobra. Alimento difícil de digerir.

Afirmaban en 2004, “el hecho de que la Argentina pudiera exportar casi exclusivamente productos de base primaria y minera con mayor o menor grado de elaboración (como por ejemplo productos agroindustriales) a bienes favorecidos con un régimen especial de promoción (notablemente la industria automotriz)… (¿y qué?) En las demás ramas de la producción la economía nacional no era suficientemente productiva como para afrontar la competencia internacional” . Una crítica acertada a la convertibilidad. También un pronóstico de lo que pasa hoy a pesar de haberlo criticado.

Finalmente “Pese a las apariencias, el nivel del tipo de cambio no es una variable arbitrariamente fijada por la autoridad económica, ya que …no es posible sostener indefinidamente una moneda sobrevaluada ni subvaluada simplemente a fuerza de buena voluntad. Cierto. ¿El cepo no es “buena voluntad”?

Nos explican “No obstante, los economistas ortodoxos encuentran las explicaciones más descabelladas y esotéricas respecto de la determinación del tipo de cambio. Por un lado están aquellos que creen que el tipo de cambio brota de los deseos del ministro (¿cepo?), pero también se encuentran quienes afirman que no existe una explicación precisa de naturaleza económica para el fenómeno, sino que toda devaluación es producto de una conspiración abierta o encubierta, destinada a desestabilizar al gobierno de turno. ¿Qué piensan ahora, conspiración, naturaleza económica, qué?

De ahí las tranquilizadoras hipótesis del «golpe de mercado», o las más actuales denuncias que atribuyen el desplome de la moneda al canibalismo de los «fondos buitres». (¡Premonición¡) De este último tipo de interpretaciones se burlaba Keynes en 1923: «Cada vez que el franco [léase peso] se deprecia, el ministro de Hacienda cree firmemente que ello se debe a cualquier cosa excepto a causas económicas y lo atribuye a la presencia de un extranjero en las inmediaciones de la Bolsa o a las misteriosas y malignas fuerzas de la ‘especulación’. (Qué tal) Intelectualmente, tal actitud no está lejos de la del hechicero africano que atribuye la enfermedad vacuna al ‘mal de ojo’ echado por un circunstante y el mal tiempo al apetito insatisfecho de un ídolo». Este era un palo para Néstor en 2004. ¿Hay un espejo ahí?

De las citas de los escritos de los protagonistas de los dos programas más fuertes de las últimas dos décadas, surge un escenario complejo de comprensión de la realidad.

Los protagonistas de la convertibilidad (retraso cambiario) culpan al retraso cambiario actual de los mismos males que produjo la convertibilidad. Es decir, ¿aprendieron o siguen negando la realidad de su tiempo? Algunos pueden volver. De ahí la preocupación.

Los protagonistas de esta década, cuando analizan la convertibilidad, la condenan por los mismos males y las mismas causas del presente que conducen. Otra vez ¿ no aprendieron o niegan la realidad de este tiempo? Algunos pueden volver. De ahí la preocupación.

Los males vuelven. Su retorno se basa en la negación de la realidad que practican los protagonistas. De tanto negarla la realidad, finalmente, los gobierna.

Los tres candidatos presidenciales “van por más deuda”, sin diagnóstico y sin plan. Hace cuatro décadas apostamos sin plan y sin transformaciones estructurales y la enfermedad se prorroga. Recuerde, el PBI industrial por habitante es hoy igual al de 1974. No es ni magia ni milagro. Es la consecuencia de que sin desarrollo industrial estamos condenados a vivir de prestado, en dólares o en yuanes.

Las últimas décadas, menemista y kirchnerista, se parecen en no haber hecho lo necesario. Y sus protagonistas, se parecen, en negar la realidad… de su tiempo.

Mientras los tres candidatos, y sus asesores, sigan negando la realidad de este tiempo, “cabalgar la historia” se hará difícil. La elección ayuda si ayuda a reconocer la realidad, si no se la reconoce, la realidad nos gobierna y nada cambiará a favor de todos.

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