Por Armando Ribas.-

Una vez más se puede percibir que la mayor preocupación económica del Gobierno parece ser el elevado nivel de la inflación, y consecuentemente asume que el éxito de la política oficial reside en reducir el nivel de la inflación que aparentemente habría tenido lugar. No voy a poner en duda el daño que produce la inflación por las distorsiones que genera en el proceso productivo. Pero voy a insistir en que la expansión monetaria no ha sido el factor determinante de la inflación, y que es posible tener recesión sin inflación. La situación ha variado en ese sentido y por ello el FMI ante la crisis económica de la Unión Europea le ha recomendado que tenga inflación.

Voy a insistir entonces en que el problema vigente en la actualidad, no solo en Argentina sino que incluye al mundo occidental; la Unión Europea, con Inglaterra incluida no obstante el Brexit, es el elevado nivel del gasto público. Así en primer lugar debemos tener en cuenta que el nivel de ingresos no depende de la inflación sino de la relación de los precios vis a vis los ingresos. Cuando el gasto público nominal aumenta a una tasa mayor que la inflación, el gasto sube en términos reales y consecuentemente es un costo mayor para la sociedad, y cae el ingreso del sector privado. Por ello es necesario bajar el gasto antes que la inflación, y ello reduce el costo para la sociedad. Por el contrario el aumento del gasto a los niveles vigentes tiene un doble efecto negativo. El primero es que caen los ingresos de los que menos tienen, y segundo más importante es la caída en los ingresos de las empresas que determina la baja de la inversión. Consecuentemente cae el crecimiento económico y aumenta el desempleo.

Es en virtud de esa razón que me voy a permitir citar nuevamente el dictum de Milton Friedman: “Lo que importa no es el déficit, sino el nivel del gasto público… El total del peso de los impuestos es lo que los gobiernos gastan. Sin reducir el gasto, por tanto, la reducción nominal de los impuestos meramente disimula y no reduce el costo”. La política oficial aparece dirigida fundamentalmente a reducir el déficit como instrumento para reducir la inflación, que según sus últimas estimaciones estaría alcanzando al 20% anual. El aspecto importante del proyecto es de incrementar la inversión como medio de aumentar el ingreso y reducir el desempleo. Pero hasta el momento no ha habido una sola manifestación respecto a la necesidad ineludible de reducir el gasto público, sino que por el contrario el proyecto de Macri es aumentar el gasto en producción y construcción. Por supuesto ese es un gasto más eficiente, pero como señalara The Economist, no es la forma de corregir el desequilibrio financiero.

El otro instrumento de la política oficial para reducir el déficit presupuestario es la promulgación de la ley del Blanqueo de Capitales. Más allá de las complicaciones impuestas en la misma, creo que podemos concluir que la idea fundamental de la misma es aumentar los ingresos fiscales vía la recaudación que surgiría a través del blanqueo. Como ante dije la reducción de la inflación per se no implica un aumento de los ingresos, pues no significa una reducción en los precios. El mayor efecto positivo de la ley sería si los blanqueadores decidieran a su vez traer capital a la Argentina para invertir. Y ello depende de los incentivos fiscales que puedan existir y que por el momento no se tiene información al respecto.

El ingreso real lo determina el nivel de precios vis a vis el ingreso. Si la inflación se reduce al 20% y los ingresos no suben un 20%, es un hecho indubitable que caen los ingresos. Por ello otra pregunta pendiente es ¿Cuál será la actitud de los que blanquean su capital al respecto de invertir o no en Argentina? Puedo decir que si tan solo regularizan su situación fiscal la entrada de dólares dirigida al gobierno reducirá el nivel del déficit fiscal y tendrá el efecto de mantener el nivel del tipo de cambio actual, que de acuerdo a nuestra estimación el peso está otra ves sobrevaluado en un 25%. Esa situación perjudica las exportaciones y se incrementa el déficit comercial.

Al respecto vale señalar otra distorsión que genera el retrazo cambiario en el sistema financiero. El retrazo cambiario vigente determina que el nivel de las tasas de interés en pesos equivale a las tasas en dólares. Por ello se produce un incentivo a colocar depósitos bancarios en pesos y reducir los créditos en pesos. Así podemos ver que en los primeros nueve meses del año los depósitos bancarios aumentaron un 19,50% en tanto que los depósitos en cuenta corriente se redujeron. Por su parte los préstamos al sector privado en el período aumentaron tan solo un 7%. O sea una tasa muy inferior a la tasa de inflación registrada, lo que implica una caída en términos reales. En la medida que se mantenga el retraso cambiario como instrumento anti inflacionario, esa tendencia implica una distorsión creciente en el sistema financiero. Los depósitos en pesos tenderían a aumentar en tanto que se reducirían los créditos, lo que implica un deterioro de la situación bancaria, no obstante el relativamente elevado nivel del spread.

Otra sería la situación si los blanquistas del capital decidieran invertir en Argentina, hecho por el momento ignorado. En la última década la inversión en Argentina rondó alrededor del 19% del PBI, lo que puede considerarse un nivel relativamente bajo, dada la necesidad de revertir la recesión que se enfrenta. Si se pretende una mayor inversión, es necesario reducir el nivel de los impuestos. Como ya lo he explicado en anteriores oportunidades, dado que no se permite la revaluación de los activos la tasa del impuesto a las ganancias del 35% nominal resulta en función de la inflación en una tasa que ronda el 45% real. A ello hay que sumar el impuesto a los pagos de dividendos a los accionistas, lo que implica una tasa cercana al 70%. Ante un nivel de impuesto de esa naturaleza es difícil concebir un mayor interés externo en invertir en Argentina. Por otra parte en función del retrazo cambiario es posible que el objetivo de la entrada de capitales fuera financiero, lo que no aumentaría la inversión productiva y por tanto no aumentaría el crecimiento económico.

Como ya he explicitado en anteriores oportunidades no ha sido la expansión monetaria la determinante de la tasa de inflación. Particularmente en los primeros nueve meses del año la tasa de expansión de la oferta monetaria alcanzó a un 7/% que anualizada alcanza al 9,44% en un medio en el que la inflación del año supera el 30%. El otro aspecto a tener en cuenta es la decisión de Sturzenegger de mantener la tasa referencial en el 26,75% anual. Esa tasa durante el año continúa siendo negativa en términos reales, pero otra sería la situación respecto a la expectativa inflacionaria del 2017 de un 20%. Dada la permanencia del atraso cambiario que aparentemente forma parte de la política del gobierno de reducir la inflación, las tasas de interés en pesos vigentes serían equivalentes en dólares. Y esa tasa en dólares contrasta con las actuales tasas de interés en el mundo que fluctúan alrededor del 1% anual y en Japón son negativas en términos nominales.

Por todo lo dicho anteriormente podemos advertir que la situación económica argentina es confusa y decididamente desequilibrada. Por otra parte vale insistir en el hecho favorable de restaurar la seguridad jurídica, y así también el aparente acuerdo de Macri con los sectores peronistas del sindicalismo. Igualmente la política exterior basada en un rencuentro con el mundo y en especial el acuerdo con Brasil. Ello no implica ignorar el desequilibrio causado por el nivel del gasto público que ha continuado aumentando durante el año, ni la distorsión que implica el retrazo cambiario vigente. El blanqueo puede corregir el déficit del presupuesto pero el problema es el gasto, incluido el de las provincias.

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