Por Mario Cadenas Madariaga.-

Todos tienen conciencia de que el peso argentino vale menos.

Toda la población argentina sabe que un dólar no vale $ 9,65 como dice el Banco Central, sino bastante más, aunque no sabe cuanto más. Tiene la seguridad que esa diferencia no se puede mantener porque es una ficción que contradice la realidad y a la vez un subsidio que no se puede seguir pagando a los importadores y a todos los que tienen el privilegio de acceder a esos valores, como los que viajan al exterior, los que están autorizados a comprar para atesorar o los que pueden hacer operaciones financieras a diferentes valores, pero todos por debajo del valor del dólar en el mercado paralelo o blue, el único libre.

Esta conciencia hace previsible una devaluación.

El pueblo argentino es suficientemente inteligente y experimentado para saber que sobre esta ficción no se puede vivir por mucho tiempo, porque siempre terminó en una devaluación, cuando se terminan las reservas para sostener ese engaño.

Contra esa tendencia se puede oponer una corrección al comienzo, cuando se insinúa el fenómeno, y la misma pasa desapercibida, pero cuando se deja pasar mucho tiempo, y el fenómeno se acentúa, la corrección demanda una devaluación importante.

La situación del ciudadano es la de una víctima, que asiste a esta política como un convidado de piedra porque a él no lo consulta, para embarcarse en ella, como hubiera correspondido en una verdadera democracia.

Ahora se ha avanzado tanto que todo el mundo está pendiente del mercado de cambios porque sabe que en cualquier momento puede estallar el valor del dólar. Y se investigan las reservas que quedan ya que no son los 25.000 millones que dice el Banco Central -contando las que son de los ciudadanos argentinos depositados en los bancos, lo que simplemente le han prestado y debe devolver, más los que los que han adelantado los importadores y exportadores, que también debe devolver-, total al ritmo de las ventas diarias, tiene lo justo para llegar al 10 de diciembre o aún sólo al 22 de noviembre.

Por eso, los candidatos presidenciales en el debate del 15 de noviembre al no decir lo que cada uno proyectaba realizar frente al problema, faltaron a una expectativa legítima, de 32 millones de electores. Si bien es cierto que las devaluaciones no se pueden anunciar anticipadamente, ambos o uno de ello debió sostener la política de la estabilidad monetaria. Macri hizo bien en decirle a Scioli que mentía cuando le imputaba una devaluación desastrosa.

Esta prudencia de quienes pueden ser elegidos, no alcanza a quienes son simples comentaristas como el suscripto.

Es doloroso oír argumentar falsamente contra la necesidad de la devaluación.

Yo siento vergüenza ajena cuando oigo argumentar a importantes políticos, empresarios, economistas o periodistas especializados contra la necesidad de una importante devaluación, – cuando es notoria que hay una sobrevaluación del orden del 50% en el peso argentino. En realidad son grandes estafadores, que responden a intereses personales, en contradicción con los intereses públicos, sin descontar una minoría de ignorantes de gran volumen. La verdad es que primero se debe restablecer el equilibrio y a partir de allí garantizar la estabilidad.

Omitir la información de la política a seguir es la peor salida.

Es así porque la memoria que tiene la opinión publica, que son la devaluación del 2002, la de 1981, o la del rodrigazo (1975), es dejar que transite con una incógnita de esa magnitud frente al comicio del 22 de noviembre.

Personalmente no sabemos cuales son los proyectos reales de cada candidato, pero nos animamos a decir cuales deberían ser las de Macri, teniendo en cuenta lo que se aprende con cualquiera de esas experiencias y mucho más con la suma de todas ellas y las demás vividas, después de la inflación que comenzó en 1945.

Las enseñanzas de las grandes devaluaciones argentinas.

Las tres dieron origen a una devaluación del 300% al 400%, si se tiene en cuenta el crecimiento de los precios minoristas dentro del año de producidas.

Las enseñanzas fueron las siguientes:

1) Tuvieron esas consecuencias porque ninguna fue acompañada de un plan económico integral.

2) En particular no contaron con un plan de estabilidad monetaria.

3) En tercer término tampoco con un programa de equilibrio presupuestario.

4) En cuarto término no liberaron las exportaciones y continuaron con el control de cambios.

5) En quinto término restringieron el crédito bancario al sector privado.

6) Finalmente no tuvieron un plan de recuperación de los salarios y los ingresos fijos.

La próxima devaluación debe tener en cuenta esta experiencia y corregirla.

La política es docencia, de los buenos y los males ideales. Hace mucho tiempo que la opinión pública sólo recibe una prédica constante a favor de todos los disvalores, como la exaltación de las rivalidades sectoriales, que debilitan la unidad y la fuerza de la Nación, la indisciplina, el menosprecio de la calidad, el desconocimiento de las obligaciones y la ignorancia de los derechos, o sobre la importancia del valor estable de la moneda, o el respeto del lucro legítimo.

El cambio al que aspira el pueblo argentino, demanda una alta docencia que reeduque en la buena dirección.

Esa prédica nueva debe anunciar que se recuperará la estabilidad monetaria, pero esta vez será sin costo social, seguida de una política de alto crecimiento.

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