Por Guillermo Cherashny.-

Los analistas económicos y financieros esperaban que después del aplastante triunfo electoral de Cambiemos el presidente Macri tomaría las medidas para solucionar el déficit fiscal para ir reduciendo de a poco el endeudamiento con el exterior. Pero al sancionarse la reforma impositiva y previsional en el senado está claro que no pasa por la cabeza del presidente y su principal asesor Jaime Durán Barba y su fiel intérprete Marcos Peña reducir el gasto público de acá al 2019.

En efecto, el ahorro cercano a los 100.000 millones de pesos que resultará de cambiar el cálculo a las jubilaciones irá para fondear a las provincias y especialmente a la de Buenos Aires y la reducción de impuestos está programada para dentro de cinco años.

Esta conclusión es muy sencilla. Gracias al aumento del gasto público que dejó el cristinismo, el presidente Macri y el PRO ganaron las elecciones como antes sucedió lo mismo en la ciudad de Buenos Aires, donde se aumentó el gasto considerablemente. Es que la ecuación más gasto público más votos es indiscutible y, si el precio a pagar para liquidar al populismo cristinista es el populismo macrista, bienvenido sea. Distinto sería si ese ahorro de 100.000 millones pesos en un sistema previsional que está en colapso no se repartiera a las provincias, sino que se diera de baja, el déficit fiscal caería 2% del PBI. Pero con ese «ajuste» no habría reelección presidencial, porque hay que sostener este sistema que deja conformes a muchos sectores del electorado que aceptan una inflación del 25% y planes sociales con tal de terminar para siempre con Cristina, que todavía conserva un 20% en todo el país y que seguramente dirá que Vidal aumentó su presupuesto a costa de hambrear a los jubilados. Pero la credibilidad de la ex presidente es, como dijimos, de un 20%, y en cambio la de Vidal es de más del 40%. Ahora se habla de bajar el gasto político en el Estado nacional y provincial, es decir, como mucho un 0,2% del presupuesto nacional y provincia, o sea, muy poco para que siga el pan y circo y el endeudamiento externo contra la opinión de una decena de economistas calificados por Fernando Iglesias, el diputado de Cambiemos, como «liberalotes» a quienes descalifica aunque adviertan que nuestro país, con este plan económico -si así puede llamarse- terminará muy mal, como siempre.

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