Por Elena Valero Narváez.-

El Estado aparece cuando expropia el poder a clanes, tribus y sistemas de parentesco o sea cuando la sociedad adquiere cierto grado de complejidad. Ejerce el monopolio de la violencia sobre un territorio determinado, siendo la única institución que puede ejercerla para garantizar normas comunes a los miembros de la sociedad. Coordina, además, las funciones sociales en toda sociedad compleja. Es vital su existencia porque es una institución con funciones que solo ella puede realizar, responsable del orden, separada de la sociedad civil y por lo tanto visible para ella.

Han surgido grupos que proponen su eliminación tal como quería Marx y los anarquistas desde una visión que se apoya no en tratar de mejorarlo sino en su destrucción. Marx creyó que era posible y también Lenin quien trató de implementarlo en Rusia y en todos los países de la órbita soviética sin ningún resultado por el contrario en busca de un mundo mejor se llegó por primera vez en la historia -luego del intento durante la Revolución francesa- al régimen totalitario.

Hoy los argentinos han votado por el cambio que proponía Cambiemos en la campaña. Hartos de corrupción, inflación y autoritarismo se votó por una democracia mejor y por una economía que dejara atrás al flagelo inflacionario, tan repetido y por lo tanto, tan conocido, que le impone ser pobre al asalariado.

Pero, la conciencia estatista de la mayoría de la sociedad provoca que se haya elegido un modelo económico “desarrollista”. No ayudará a alcanzar la prosperidad económica. Con planes fantasiosos dirigidos desde el Estado se llevará al país a más inflación, desorden, desaliento y corrupción. Hay que terminar con estatismo, dirigismo e intervencionismo.

El Gobierno pide sacrificios a quién más se ve perjudicado, el obrero o el jubilado. Pasaron dos años y los problemas que dejó la administración anterior, no han sido solucionados.. No se trata de quedarse en los objetivos a alcanzar como se está haciendo aún, sino en fijar con claridad métodos para lograrlo, dejando atrás parches, fantasías y buenas intenciones.

Los responsables de la economía están retrasando el esfuerzo nacional mediante gasto público. Error. Sabemos que se requiere tiempo para arreglar la economía, no se puede hacerlo en un santiamén. Pero, no existe un plan de estabilización que permita saber a todos los sectores productivos, nacionales y extranjeros, cuál es el camino, ni se ve que pasen a la acción para hacer un profundo cambio estructural que cambie, en serio, el modelo económico.

En vez de combatir el gasto público para reducir la inflación, lo impulsan y pretenden que la gente los acompañe con cada vez más sacrificio. Si siguen dejándose estar los problemas estructurales serán mayores y se tendrá que aumentar más la emisión y la deuda. Veremos la misma película: entre otras cosas, se atrasarán los sueldos, les costará cobrar y percibir el aguinaldo a jubilados y pensionados. Y los maestros saldrán, más seguido a la calle, a reclamar por justicia y sensibilidad social.

¡Dónde están las reformas estructurales serias que terminen con las regulaciones y la consiguiente maleza burocrática, los costos de servicios del estado, impuestos distorsivos y todo lo que influye negativamente sobre la producción? Hasta que los costos no puedan competir con los niveles internacionales no habrá progreso. Se seguirá provocando la actitud empresarial aprendida de políticas intervencionistas que no es otra que la de pedir protección y privilegios al Estado.

Una empresa, ya sea agropecuaria o industrial, debe medirse por su eficiencia. Acá no se la incentiva.

Hay que volver a dar las cartas quitando los obstáculos con un plan de estabilización integral que tienda de una vez por todas a destrabar la iniciativa individual dejando de lado la omnipotencia de burócratas que pretenden ser capaces de decidir lo mejor, cuál inversión es la adecuada y cuál la pasada de moda, decididos a planificar el desarrollo.

No hay otro camino que sacarle al estado la función de empresario. Ha demostrado holgadamente que no sirve para ello. Debiéramos exigirle desempeñar con eficiencia los roles constitucionalmente indelegables y animarlo a ir lo más rápidamente posible hacia una economía de mercado.

El presidente Macri tiene buenas intenciones pero, como señaló Max Weber, lo que cuenta en política, es la ética de las consecuencias.

Los líderes democráticos del mundo le han dado la bienvenida y aplauden sus declaraciones que indican que quiere hacer las cosas bien. Pero las declaraciones no bastan. Esperemos que nuestro presidente no sólo vea con claridad que hay que mejorar la política económica, sino también, que encuentre el camino. Y no hay tantos, solo dos y sus variantes: el dirigismo o la libertad. Hay que unir el pensamiento político liberal y democrático con el económico.

El Gobierno tiene aún la gran oportunidad de” hacer camino al andar”. Hemos, durante muchos años, equivocado la ruta. No repitamos, hay que ver, a la luz de la historia, muy bien el mapa. Si acierta durante éste año, la gente lo apoyará para un segundo mandato, pero no es con medidas populistas que vendrá el éxito. Los argentinos querrán ver consecuencias positivas que indiquen que valió la pena haber hecho un denodado sacrificio.

Entonces, no es cuestión de hacer desaparecer al Estado, como pretendió Marx desde detrás de un escritorio, pero sí limitarlo y controlarlo. Para ello no hay mejor solución que fortalecer a la sociedad civil.

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