Por Hernán Andrés Kruse.-

La economía marcha a los tumbos. Evidentemente el panorama económico de julio de 2016 no ha sido el que esperaba Macri al asumir el 10 de diciembre del año pasado. En materia energética se ha producido un fenómeno curiosamente poco resaltado en los medios de comunicación, la inmensa mayoría de ellos claramente alineados con el gobierno nacional. Ese fenómeno alude a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la empresa insignia de la energía nacional que hoy, en lugar de dedicarse a la inversión, reparte dividendos a troche y moche. Según el gobierno nacional, el feroz tarifazo en gas tuvo como objetivo incentivar a través de los precios tanto a las generadoras como a las distribuidoras de energía, con el claro objetivo de garantizar el incremento de la oferta de gas y electricidad. YPF era precisamente la empresa que debería haber sido el emblema del aumento de la inversión. Sin embargo, la compañía previó en marzo un descenso del orden del 25% en sus niveles de inversión para 2016. Curiosamente, esta decisión se contrapone con el importante reparto de dividendos que efectivizó el 7 de julio, reparto que es el equivalente a 2,26$ por cada acción. Es la mayor ganancia obtenida desde 2011, el último año en que Repsol se hizo cargo de la compañía.

La estatización de YPF terminó con la política de vaciamiento que había puesto en práctica Repsol, lo que explica el humillante pedido de disculpas de Prat Gay en Madrid. Gracias a la nacionalización de YPF se revirtió la tendencia a la baja de la producción de hidrocarburos (durante el período 2003/012 retrocedió el 7%) y la inversión comenzó a crecer (en 2012 YPF invirtió la friolera de 3000 millones de dólares). En 2013 la empresa llegó a producir 200 mil barriles diarios, lo que le permitió aumentar la actividad de manera considerable. Si se analiza el desempeño de la compañía a partir de 2011 y hasta junio de 2015 hubo una expansión de la producción de petróleo del 30% y de gas del 12%. ¿A qué se debe esta mejora? Se debe a un aumento de la inversión en los últimos tres años del 177%. Pero no hubo solo un incremento de la producción de petróleo: también se registraron aumentos de las reservas de gas y petróleo del 23,8% en el período 2012/014. De esa forma el Estado argentino logró ahorrar 9667 millones de dólares. Como bien dijo en su momento Kicillof: “El incremento de la producción de petróleo y gas desde la toma de control de la compañía por parte del Estado Nacional posibilitó disminuir las importaciones de petróleo en 4.476 millones de dólares y las de gas en 5.191 millones. Es decir, los ahorros alcanzados a través del incremento de la producción de petróleo y gas desde la adquisición de la mayoría accionaria de YPF por parte del Estado Nacional prácticamente duplicaron el costo de dicha adquisición”. Sin embargo, para el gobierno macrista la decisión de reestatizar YPF fue desastrosa para el país, la causa fundamental de la crisis energética que hoy aqueja a la población. La petrolera que hoy dirige Miguel Ángel Gutiérrez publicó lo siguiente: “YPF registró en el primer trimestre del año una caída interanual del 63,8 por ciento en su utilidad operativa, a causa del fuerte retroceso del precio internacional del crudo y por la devaluación de la moneda argentina dispuesta a mediados de diciembre pasado”. La merma en la ganancia fue compensada por YPF a través de la ampliación de la emisión de deuda en 750 millones de dólares en relación con los mil millones de dólares previstos y ejecutados para 2016. Ese endeudamiento lejos estuvo de haberse reflejado en una mayor inversión que se reducirá este año el 25%. Daniel González, el Ejecutivo Financiero de YPF, reconoció que la meta de inversión de la compañía para 2016 será de 4500 millones de dólares (la más baja en los últimos dos años). Queda palmariamente en evidencia que la decisión del gobierno nacional de sepultar la decisión del anterior gobierno de recuperar YPF para el Estado argentino fue, lisa y llanamente, un negociado. Durante la campaña electoral Macri había prometido que el sistema solidario de jubilaciones, Aerolíneas Argentinas e YPF serían respetadas durante su gestión. Mintió descaradamente. Una de sus primeras decisiones fue desguazar la aerolínea de bandera, lo que fue aprovechado por su competidora, la chilena LAN. Las modificaciones que se introdujeron en el sistema jubilatorio-argumentando el pago de sentencias y la actualización de los haberes previsionales-aumentan las probabilidades de una eventual privatización del sistema. La merma en el nivel de inversiones de YPF indica la decisión de Macri de retirar el Estado de un sector estratégico mientras algunos “amigos” presidenciales se reparten unas jugosas utilidades (fuente: Cristian Carrillo: “En vez de invertir, YPF reparte dividendos record”; Página 12, 18/7/016).

El consumo fue una de las banderas del kirchnerismo. Pues bien, durante el primer semestre de 2016 se ha producido una marcada caída en los niveles de consumo. El escenario que hoy ofrece la economía es desolador, provocado por una política económica que provoca un duro impacto contractivo sobre la demanda. Al aumentar los precios de los productos, la inmensa mayoría de la población, cuyos salarios están por debajo de la inflación, se ve obligada a comprar menos. He aquí, en esencia, la naturaleza de lo que se conoce como “enfriamiento de la economía”. Las estadísticas no mienten: se han producido caídas en términos reales de entre 10 y 20 puntos porcentuales cuando se efectúa la comparación con la inflación interanual registrada en rubros como alimentos y bebidas, restaurantes, indumentaria y equipamiento para los hogares. Según el IPC-CABA durante el mes de mayo se registraron los siguientes aumentos interanuales en los rubros mencionados: restaurantes, el 34,4%; alimentos y bebidas no alcohólicas, el 37,2%; equipamiento del hogar, el 38,1%; e indumentaria, el 40,3%. De estos números se deriva una disminución de 12 puntos en las ventas de alimentos y bebidas en los supermercados. Según la consultora CCR, durante el mes de mayo se produjo en ese ámbito una contracción de las cantidades vendidas del orden del 6,8%.

Mientras tanto, tanto los funcionarios gubernamentales como el propio Mauricio Macri han prometido que durante el segundo semestre la situación comenzará a mejorar, que la inflación comenzará a desacelerarse. Ahora bien, si efectivamente la inflación baja ello será el resultado de la caída del poder adquisitivo y la merma en el poder de compra de la población. Hasta hora, el gobierno no ha dicho nada al respecto. Las caídas en las ventas de los supermercados y los shoppings van de la mano con el declive detectado en el consumo de carne, las ventas de calzado, la facturación de los comercios minoristas, los despachos de cemento, la demanda de electrodomésticos y las ventas de bebidas gaseosas, vinos, cervezas y lácteos. La consultora Kantar Worldpanel brinda datos muy preocupantes: a) el 65% de los consumidores redujo sus compras en los supermercados, contrajo sus comidas en los restaurantes y redujo la compra de ropa; b) el 72% dejó de renovar como lo hacía antes los electrodomésticos; c) el 56% no va como antes al cine; y d) el 52% disminuyó las salidas del fin de semana. He aquí el cambio con alegría (fuente: Tomás Lukin: “Fuerte caída del consumo en centros de compra”, Página 12, 20/7/016).

El martes 20 el presidente de la nación, acompañado por el jefe de Gabinete y varios ministros, se hizo presente en el Hotel Alvear donde se reunió con la plana mayor de la Confederación Andina de Fomento (CAF) con el objetivo de entablar negociaciones sobre un nuevo endeudamiento por intermedio de dicho organismo de crédito. Pareció una imagen de los años noventa. El gobierno nacional acordó un ingreso de 2000 millones de dólares para los próximos cuatro años para obras de infraestructura. El presidente aseguró que el crecimiento del país será ilimitado y que sus prioridades siguen siendo la reducción de la pobreza y la generación de empleo. Sin embargo, todas las medidas que ha adoptado hasta hora no han hecho más que alimentar el fuego de la inflación, provocar la caída del salario real y el aumento de la desocupación. Como si viviera en el país de las maravillas, el presidente expresó: “tenemos el enorme desafío de reducir la pobreza y eso se logra creciendo y generando empleo. Para posibilitar ese proceso de inversión, la Argentina tiene que crear nuevas infraestructuras a nivel federal”. “Es muy importante lo que se ha hecho (por las políticas de devaluación, apertura irrestricta a los movimientos de capitales y liberalización de las importaciones, entre otras medidas a favor del libre mercado) y que estemos entendiendo, en esta etapa de la política argentina, que no es lo mismo gastar que invertir, que lo que genera futuro es la inversión”. Las estadísticas macroeconómicas desmienten al presidente: el déficit fiscal sigue aumentando, al igual que la emisión monetaria, mientras que el tipo de cambio real conserva los niveles observados en la mitad del año pasado. El gobierno aseguró al comienzo que mejoraría estas variables pero la realidad indica que, al menos hasta hoy, esas promesas se han esfumado. Lo cierto es que durante los primeros seis meses de gestión de Cambiemos se incrementó la deuda externa, la población compra cada vez menos, cayó el Producto Bruto Interno y se incrementó el desempleo.

Ese mismo día, Oscar Aguad, ministro de Comunicaciones, hizo una encendida defensa de la teoría del derrame, tan en boga durante el menemato. Dijo que el duro tarifazo que destrozó el bolsillo de la población es la mejor medida que pudo haber adoptado el gobierno, porque constituirá la fuente que hará posible el derrame de beneficios a favor de toda la población. Increíble, pero real. “Sin energía”, manifestó, “es imposible que vengan inversiones, que el país empiece a crecer y que el sector más dinámico derrame riqueza”. ¿Acaso el campo, considerado históricamente el sector más dinámico de la sociedad, permitirá el derrame de sus riquezas? Ni a Alberto Olmedo se le hubiera ocurrido semejante chiste. Luego manifestó: “Hoy nos hace dependiente no tener energía. Nos hace más dependientes que la deuda externa o que el déficit monetario”. Reconoció que “es durísima la coyuntura, el país está muy pobre, se ha empobrecido mucho la Argentina. Hemos vivido en una irrealidad y va a costar mucho superar esta coyuntura. El gran impacto lo está sintiendo la clase media” (fuente: Página 12). Vale decir que para Aguad la conquista de derechos y el ascenso social de millones de compatriotas durante el kirchnerismo fue tan solo una ilusión óptica, una “irrealidad”. Los argentinos deben volver a poner sus pies sobre la tierra, es decir, deben reconocer que el ascenso social propiciado por el kirchnerismo fue un espejismo. Ahora, con Macri en el gobierno, el país comenzó a volver lentamente a la normalidad, el país volvió a ser manejado por sus genuinos dueños, como así lo marca la historia.

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