Por Paul Battistón.-

La inflación nos enumera el aumento sostenido en el nivel general de precios pero en nuestro reino en particular puede resultar además como parámetro de medición el atraso en la capacidad de aceptar la realidad.

Desde que en 1975 Milton Friedman le dio carácter de postulado a la cuestión monetarista del origen inflacionario cimentándolo en la larga sucesión de calamidades inflacionarias a lo largo de la historia, Argentina aún acepta de sus conductores hacia el infierno la homeopatía antiinflacionaria de los controles.

Peor aún, elige a quien se promociona con  esa charlatanería como la solución para nuestra eterna calamidad. Literalmente preferimos de antemano el fracaso largamente probado o peor aún, lo perverso en el que la caza de brujas siempre se hará presente ante la ignorancia empoderada. La aceptación de la charlatanería es una de las cuestiones centrales de nuestro derrumbe y esto solo puede provenir del confort de la ignorancia pagada con el sudor de la resignación democrática.

A más cantidad de boludos, más boluda será la receta y en una proporcionalidad inversa más hijodeputamente seremos sometidos e imputados de los fracasos elegidos. En esta especie de competencia el 1º premio será para quien encuentre al formador de precios inflacionario.

“Es fácil bajar la inflación” puede haber sido al fin y al cabo un slogan acertado frente a la oferta homeopática reiterada de los cazadores de brujas. El asidero del slogan es otra cuestión, pero según el desglose en diferentes puntos de enfoque puede ser correcto como ya veremos más adelante.

La facilidad para instaurar el engaño proviene del terreno preparado con una variedad de inflaciones inexistentes (o existentes pero encajadas a presión en su correcta definición).

La variedad de poca firmeza surge de la diferencia de los mecanismos que la generan y la extinguen.

Una determinada reacción provocada por una concreta acción, casi siempre tiene una acción inversa capaz de desactivar o retrotraerla en el terreno de las lógicas matemáticas.

El monetarismo en el que se lee el origen de la inflación más allá de la imagen numérica que su propio nombre nos dibuja mentalmente deja un gran espacio fuera de la lógica matemática para acciones de retorno.

Si quieren inflación, emitan. Todo lo demás será circunstancial o estacional.

Si quieren bajar la inflación el camino puede entonces ser confundido con el adecuado para dejar de inflacionar en lugar del de concretar su baja.

La cuestión social suma al origen monetario otro ítem de intrincado origen físico pero apartado de la matemática simple del 1+1=2, la inercia,  o sea la tendencia de algo a mantenerse en el estado en que se encuentre ya sea movimiento o reposo, obligando a un esfuerzo extra para el cambio del mismo.

Para los magos de la homeopatía económica y la hijoputes política, nada más provechoso que un intervalo de engañosas consecuencias.

Ahora volvamos al “es fácil bajar la inflación”, por supuesto que lo es, solo es necesario romper con la inercia del movimiento que la prolonga, además de dejar de inflacionar (emitir al mismo tiempo sería un gran despropósito). La cuestión monetaria puramente lógica es entonces insuficiente para la acción en reversa.

¿Cuánto tiempo lleva acabar con esta inercia particular? ¿De 5 a 10 años? Entonces lo fácil se convierte en improbable de ser aceptado (o simplemente difícil). En realidad lo difícil es evitar que los idiotas compren la idiotez homeopática a medio término. Homeópatas del provecho propio o colectivo de la doctrina de la estafa no faltan.

En definitiva, la inflación es de creación monetaria pero una vez alcanzado su delicado movimiento hacia el alza, su inercia no evitará que la eliminación de la emisión por sí sola la detenga. Su apagado requerirá un esfuerzo extra en su dirección contraria, literalmente un apagado económico (algo como un reseteo).

Por ejemplo un gradual reseteo agónico, en el cual no faltará la izquierda bailando su aquelarre de llantos anticapitalistas o la intelectualidad asistencialista del peronismo rasgándose las vestiduras por los empobrecidos.

También se puede optar por un brutal reseteo, Shock le dicen.

Caigamos en un sueño profundo y supongamos por un momento que Alberto preside y Sergio Massa es economista y deciden en primera instancia dejar de emitir (inflacionar) ¿Qué posibilidades reales tendrían de ganarle la batalla a la inercia ya sostenida en el tiempo?

Ante esta intriga asoma una tercera cuestión además de la cuantitativamente monetaria y la inercial. Algo así como un índice de aceptación. La inflación misma puede traducirse como la caída del índice de aceptación de una moneda o la caída de un índice de confianza, casualmente o desgraciadamente semejante a la simple confianza (lo de desgraciado en este caso particular por depender de quienes estiman no poseerla)

Ninguna estrategia de reseteo anti inercia tomada aun después de detener la emisión (algo improbable en el peronismo y su avidez de gastar) podría poner freno a la inercia inflacionaria (confianza en la moneda) proveniente de un gobierno con un índice de aceptación propio por el piso (Carente de toda confianza).

Lo que no es merecedor de confianza no podrá imbuirla a algo, en este caso una moneda cuyo respaldo incluye lo confiable de la administración que debería preciarla.

Si Alberto y Sergio Massa llevaran adelante medidas concretas y correctas contra la generación y contra el sustento inercial de la inflación, el resultado podría ser magro, si literalmente no es un fracaso. A menos de un año del final del periodo la curva de recuperación de confianza sería mucho más larga abarcando un  intervalo de caída mayor que la curva de ascenso de la inflación que en un corto intervalo ya está mucho más próxima a una exponencialización (híper).

La inflacioneta está en marcha y en los 270 días previos al final nada la detendrá. El pensamiento en voz alta del ministro Ferraresi reconociendo que fue Sergio Massa quien los salvó del helicóptero da pie para hacer una odiosa analogía. Alguna vez Domingo Cavallo presidió los destinos económicos (en ese instante sencillamente los destinos) del país desde un ministerio erigiendo un poder que sobrepasó los límites del mismo y por un instante subordinó la política a la corrección económica. Esto duró hasta que su único superior volvió a ser recuperado para la doctrina de la canallada.

Hoy Sergio Massa dirige la política desde un similar ministerio de economía pero subordinando la economía a la política de la doctrina de lo canalla. En cierta forma Ferraresi expone en Massa la capacidad de crear una inercia de este peronismo dispuesto a llevar todo hasta las últimas consecuencias aun cuando esto signifique chocar el muro y culpar al albañil. No fue el helicóptero pero puede ser un Titanic.

Se me ocurre otra analogía maléfica. El gol de Julián Álvarez frente a Croacia fue la esencia misma de la Scaloneta. Fuerza, furia, frustración convertida en una aplanadora imparable. Ninguna parte de su cuerpo fue ajena a la conquista.

La marcha política del derrumbe de Sergio Massa es la esencia misma de la Inflacioneta. Cinismo, infantilismo, ineptitud, convertidos en una directriz. Ninguna parte del engendro será ajeno a su conquista, la híper.

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