Por Alfredo Nobre Leite.-

Llama la atención la casi demagógica declaración del nombrado ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que «aseguró que no habrá ajuste (palabra tabú para el populismo) fiscal, pero que ‘se empezará a mirar finito’ (sic) el gasto público y se buscará reducir el déficit del 4,2%… a partir de los fondos provenientes del blanqueo de capitales (80 mil millones de pesos)». Lo que debe considerar es que el país no soporta tan exorbitante gasto público, como el actual, no es procedente aplicar ese caudal de recursos del blanqueo para tapar el agujero sin fondo del déficit, que como se sabe, aumentó el dispendio por el incremento de subsidios por seguridad social, y no poder reducirlos en los servicios energéticos por el inédito e inconsulto freno de la Corte Suprema. Habría que encarar una reforma tributaria, en el marco de las del Estado y legislación laboral, para bajar la presión fiscal superior al 32% del producto (PBI), inédita y superior a las de las naciones latinoamericanas, para así aumentar la competitividad de nuestros productos, frente a nuestros competidores, como es el caso de Chile. Se deberá eliminar todo impuesto distorsivo, como el impuesto a los débitos bancarios, reducir el IVA del 21%, que cuando se creó se eliminaría el impuesto a los Ingresos Brutos, cosa que no sucedió, disminuir los impuestos internos, que gravan la producción -patente es el caso de los automotores-, a fin de adecuar la producción de nuestros bienes y servicios a valores internacionales.

Lo cual, implicaría disminuir el «costo argentino», que torna a nuestros productos «incolocables» en el exterior, ya que nadie importa impuestos.

Una vez regularizado el exorbitante dispendio público, con reducción de la presión fiscal y el déficit, que -repito- es inapropiado absorber los 80 mil millones del blanqueo de capitales, o endeudarse -como se está haciendo- externamente para financiarlos, en vez de eliminar todo gasto suntuoso o superfluo, y una vez con las cuentas públicas en orden, sería una buena señal a los inversores que están en la expectativa para arriesgar sus capitales en nuestro país, pero no lo harán con semejante presión fiscal, inflación, carencia de reglas de juego claras y permanentes y de seguridad jurídica, y así reactivar nuestra economía, saliendo de la estanflación -recesión y alta inflación- y con un plan económico a mediano y largo plazo, que nadie menta en el Gobierno, y podamos ver a la Argentina creciendo y desarrollando, con productos de buena calidad y precios competitivos, mayor exportación, mejoría del salario real y fortalecimiento del poder adquisitivo salarial, y la reducción de la desocupación y la pobreza, como también de la sedicente economía de demanda (consumismo), con los resultados que están a la vista.

Le digo a Dujovne y demás economistas en el Gobierno: manos a la obra con un plan económico a mediano y largo plazo.

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