Por Roberto Fernández Blanco.-

NACE LA MONEDA

En tiempos remotos, un grupo de parejas, desprendido de una lejana tribu, se asentó en una fértil meseta.

Dividieron el terreno en parcelas de igual dimensión donde cada familia se dedicó a producir la riqueza de lo que eran capaces.

Pedro se dedicó a producir tomates (y de allí su nombre Pedro Tomate), al principio para alimentar a su grupo familiar y -más adelante- aumentando su productividad para generar más de lo que consumían.

Juan, de similar manera, se dedicó a cultivar melones (Juan Melón), Miguel manzanas (Miguel Manzanero), etc., quedando la producción en manos de todos ellos, cada uno especializado en lo suyo.

Se sumaron artesanos que producían zapatos (Raúl Zapatero), ropa (Diego Túnica) y así se fueron diversificando y multiplicando los elementos producidos.

El aumentar cada uno su productividad les permitió realizar intercambios para complementarse y diversificar su alimentación y su bienestar.

Pero este proceso de desarrollo social se fue complicando pues el trueque se hacía dificultoso. Pedro, necesitado de zapatos, ofrecía tomates en trueque, pero Raúl quería trocar sus zapatos por las manzanas de Miguel, en tanto Miguel ofrecía sus manzanas para trocarlas por la ropa de Diego.

En estas condiciones el intercambio de riqueza mejoró el bienestar general, pero seguía siendo dificultoso impidiéndoles satisfacer ágilmente las necesidades de unos y otros.

Optaron entonces por centralizar esta operación creando un depósito a cargo de un “Administrador” que emitiría comprobantes (vouchers) de todo aquello que era ofrecido por cada productor o artesano.

A Pedro Tomate le entregaba un voucher tomate (respaldado con su firma) por cada tomate que ofrecía y ponía a disposición en el depósito. Si ponía 100 tomates a disposición recibía 100 “vouchers tomate”. Por cada melón ofrecido le entregaba a Juan Melón un “voucher melón” y un “voucher manzana” a Miguel Manzanero por cada manzana provista para su oferta y trueque.

Esto significó una mejora para interactuar y agilizar las operaciones de intercambio.

Pero faltaba un pasito más porque cuando Pedro necesitaba o deseaba comer manzanas y Miguel no aceptaba vouchers de tomates, se hacía necesario reunirse entre los vecinos para realizar intercambios de vouchers que les permitieran interactuar más fácilmente.

Para obtener (comprar) un melón ofrecido por Juan eran necesarios seis (6) vouchers de tomates o nueve (9) vouchers de manzana, o una combinación aceptada por Juan.

Por cada túnica ofrecida, Diego Túnica reclamaba un trueque por 10 vouchers de melón o su equivalente en 60 vouchers de tomates o noventa vouchers de manzanas, o alguna combinación de vouchers que arrojara el resultado que – aceptado por las partes- conducía al intercambio.

Y esto llevó al siguiente paso simplificador.

La comunidad decidió establecer una “unidad de referencia básica”, la creación de un voucher universal “unitario” que denominó “unidad de moneda” emitido en cantidad representativa del total de los bienes y servicios intercambiados en la comunidad, unidad establecida de similar manera a como se estableció la unidad de referencia o medida lineal conocida como “metro” que -como sabemos- una vez fijado como “unidad de referencia fija e inalterable” ha permitido universalizar las medidas de longitudes, superficies, volúmenes y su derivado la unidad de masa.

Hacemos hincapié en la condición de “fija e inalterable”.

El tomate pasó a trocarse contra una unidad monetaria (que podemos asimilar a lo que llamábamos “peso moneda nacional”), o sea un tomate costaba “un peso”, el melón seis pesos, cada túnica 60 pesos y cada manzana $1.50.

Y así se fue estableciendo y consolidando la dinámica red de libre intercambio y a establecerse un mecanismo de “precios relativos” (los montos de trueque o cantidad de moneda requerido por cada proveedor) que van variando y acomodándose en función de las preferencias de los usuarios frente a la mayor diversificación y frente a la variable cantidad de bienes y servicios ofrecidos.

De este simple análisis reconstructivo de las acciones espontáneas de libre interacción se desprende claramente que la moneda “no es riqueza en sí misma” ya que no sirve para comerla ni usarla como vestimenta.

Es tan solo un referente de la riqueza y útil como medio de intercambio.

Permite un ágil uso inmediato o bien ser retenida (ahorrada, postergando su uso) o bien ser prestada a cambio de una compensación.

Así las relaciones de interacción e intercambio se hicieron más eficientes, productivas y distributivas en sus beneficios, potenciadas por el creciente liberalismo y el meteórico inicio de la Revolución Industrial (siglos XVIII y XIX) dando paso a un sostenido y acelerado crecimiento y bienestar, a un enorme desarrollo del comercio (libre comercio) y a un más rápido acceso y distribución de la riqueza”, en especial en los países que fueron adoptando el “Liberal Capitalismo” en los que cada uno accede a consumir en relación a lo que es capaz de producir y ofrecer como bienes o servicios de intercambio a la vez que participar de una mayor y mejor oferta de bienes y servicios que han elevado los índices generalizados de bienestar, salud y confort a los niveles que hoy disfrutan estos países.

Este ágil y dinámico mecanismo de libre intercambio se nos ha hecho tan natural que hoy operamos sin tener consciencia de su origen, por lo que es conveniente reiterar una salvedad entre los conceptos “Precio” y “Valor”.

VALOR Y PRECIO

Es importante tener presente que un producto o servicio “no Vale” por lo que cuesta (Precio, monto o cantidad de unidades monetarias que se entregan a cambio) sino por el beneficio que produce al satisfacer la necesidad o el deseo de quien actúa para adquirirlo.

PRECIO: Es el “Monto o cantidad de unidades de moneda pretendido por el oferente necesarios para realizar el trueque”, que incluye la cantidad de esfuerzo y costos por el uso de componentes y otras prestaciones a la cual le suma el beneficio o ganancia que justifica su oferta y propone para realizar el intercambio (compra-venta), el cual se efectivizará al ponerse ambas partes de acuerdo.

VALOR: El valor de un Bien, Producto o Servicio surge de su Utilidad, del interés, importancia y/o beneficio que produce, de la necesidad o deseo que satisface y motiva a adquirirlo para lo cual el adquirente entregará a cambio (Trueque) determinada cantidad (Precio) de moneda u otro tipo de voucher, Producto o Servicio, material, artístico, científico, etc., que sea aceptado por el oferente.

Frente a la objetividad del Precio, la subjetividad del Valor es el motor del desarrollo, la búsqueda de un creciente bienestar.

Y el comercio, como libre generación de riqueza, libre interacción y libre intercambio, se convirtió en el más justo sistema de distribución de riqueza.

Los países que se mantuvieron y mantienen alejados del progreso que genera el Liberal Capitalismo quedan sometidos a un proceso de involución y empobrecimiento sostenido, como los hechos lo confirman sobradamente.

EL ADMINISTRADOR

El administrador, un empleado público mandatario, con las limitadas atribuciones delegadas por el soberano pueblo mandante (el consorcio de ciudadanos), tiene la básica misión, responsabilidad y obligación de custodiar el cumplimiento de las reglas de libre interacción, libre intercambio comercial y la integridad de la unidad monetaria que es la que sustenta el mecanismo de cooperación armónica entre los ciudadanos.

Aceptemos para el análisis que solo se producen 100 tomates referenciados a una emisión de 100 pesos. La relación producto/cantidad de moneda indica que cada tomate queda referenciado (cuesta) con un (1) peso.

Si la comunidad es de diez (10) personas y cada una ha obtenido diez (10) pesos por su aporte económico (totalizando los 100 pesos emitidos), cada una podrá adquirir diez tomates a un peso por tomate.

Si por alguna razón operativa el soberano pueblo instruyera al mandatario el agregar otras 100 unidades monetarias llevando el total a 200 pesos, al distribuirse ese adicional de manera igualitaria entre todos (diez) los ciudadanos, estos pasarían a poseer 20 pesos cada uno por su aporte.

Por su parte la relación cantidad de tomates (100) referenciados a 200 pesos llevarían el precio de cada tomate a 2 pesos, por lo que cada ciudadano con sus ahora 20 pesos seguiría adquiriendo la misma cantidad (diez) de tomates.

O sea, la cantidad de moneda se duplicó, también los precios se duplicaron pero en nada quedó afectado el consumo de cada uno, que es lo que realmente importa.

PERVERSA INFLACIÓN MONETARIA

Pero qué sucede si el administrador, para seguir siendo votado, imprime esos 100 pesos adicionales de manera subrepticia (o antojadiza) y en vez de distribuirlos con los anteriores trabajadores productivos se los queda para utilizarlos en gastos improductivos o entregárselos (con supuesta noble protección) a otras 10 personas que nada producen, que nada aportan económicamente, pero que, agradecidos por este subsidio, lo perpetuarán con su voto.

Ahora serán veinte personas las que, igualitariamente distribuidas, contarán con diez pesos cada una, que -con el ahora actual precio de 2 pesos por tomate (200pesos/100 tomates) resultantes de la inflación monetaria- hará que cada uno pueda solamente adquirir cinco (tomates), esto es la mitad de lo que antes consumían, empobreciendo a los que producen para lograr el mandatario perpetuarse con el voto de los que nada aportan.

Esta es una mirada simple y directa del resultado del subrepticio aumento arbitrario -por parte del mandatario- de la cantidad de unidades monetarias (inflación monetaria) para ser aplicado a gastos que no se compensan con beneficios productivos, gastos indebidos, deficitarios, no autorizados al mandatario y que este destina a dilapidación y corrupción.

Es fácil ver como se multiplica el problema en espiral si el mandatario persiste en esta perdularia práctica inflacionaria con el perjuicio de distorsionar los intercambios, generar inflación de precios y afectar sensiblemente los precios relativos y el flujo productivo de bienes y servicios.

CANTIDAD FIJA E INVARIABLE DE MONEDA

Al mantener fija e invariable la cantidad total de moneda esta se convierte en una unidad monetaria patrón de referencia haciendo que los precios relativos de los bienes y servicios ofertados se acomoden automáticamente en función de las libres interacciones e intercambios entre los ciudadanos a la vez que permite un mejor control de los actos administrativos a cargo del Administrador responsable del gasto público en las tareas que le han sido encomendadas.

Establecer su invariabilidad se convierte así en una herramienta adicional para combatir los actos de corrupción ante el posible mal uso de los dineros públicos aportados por los ciudadanos.

Y ¿Que sucede si crece la oferta de bienes y servicios en diversidad y en cantidad? Simplemente los precios se van reacomodando automáticamente a la par del crecimiento así como también los precios relativos. Es un proceso que se va dando de manera dinámica dentro del mecanismo de intercambio.

Si se tratara solo de tomates, con un referente monetario de 200 pesos, 100 tomates costarían a razón de dos pesos por tomate. Si con el crecimiento económico general la cantidad de tomates crece a 500, el precio se reacomoda a 500/200= 2.50 pesos por tomate, implicando que con diez pesos se podrán adquirir 40 tomates.

Este mecanismo, con el desarrollo y crecimiento productivo, puede dar lugar a la necesidad de usar centavos -preservando así la invariabilidad de la cantidad total de referencia- sustituyendo cada peso por 100 centavos para agilizar los movimientos.

Con el creciente uso de la informática este proceso se podrá ejecutar fluidamente teniéndose presente que la cantidad total de pesos nunca deberá modificarse.

Los precios de cada bien, producto o servicio se reacomodarán automáticamente dentro de la dinámica de interacciones e intercambios de los ciudadanos.

Si alguien piensa que convendría aumentar la cantidad de unidades monetarias a la par del crecimiento económico se va a encontrar con dos dificultades, la primera será la de arrogarse la delirante super-capacidad de poder evaluar en tiempo y forma el total de bienes y servicios para poder ir adecuando la cantidad de moneda a ese total y, la segunda, el inconveniente adicional de que cuando se diera la situación inversa, una caída del total producido, debería realizarse el proceso inverso, esto es, reducir la cantidad de moneda y con ello los salarios o el empleo, lo que generaría un proceso caótico que llevaría otra vez al jolgorio original del manejo discrecional de la cantidad de moneda.

TRANSACCIONES

El libre intercambio se pactará entre las partes, por trueque de bienes (un piso por dos departamentos), bienes y/o servicios por contraprestaciones (bicicleta por pintura en el departamento) y/o por monedas (oro, plata, dólares, Euros, etc.) en cualquier combinación aceptada por ambos.

Para el liberalismo las fronteras nacionales son resabios feudales y el nacionalismo un concepto autoritario de convivencia.

El comercio ha de ser libre -aun entre naciones- por encima de toda frontera, con la producción de bienes y servicios tan solo regulados por razones de salubridad.

La referencia a una unidad monetaria fija e inamovible convertirá a esta en moneda joya por su firmeza y -con el tiempo- la humanidad se unirá sin fronteras con una única moneda válida como patrón de referencia internacional.

El déficit del erario por uso indebido de los bienes públicos por parte del administrador (gobierno) desviados a la corrupción y como dádivas con carácter de soborno en la compra de voluntades para perpetuarse en la función administrativa de los bienes del Estado, se hará evidente y fácilmente auditable impulsando un rápido despido, juicio y condena del perdulario malversador.

LIBERALISMO VERSUS AUTORITARISMO

El socialismo se irá extinguiendo por sus evidentes contradicciones, su inherente autoritarismo centralizador y sus inevitables e inexorables fracasos socioeconómicos, como -sin excepciones- lo van confirmando los hechos y experiencias que se acumulan con tiranías que pretenden perpetuarse con mecanismos despóticos, comportamientos mafiosos y desbocada corrupción.

El socialismo se potenció en el siglo XIX con las arengas de Friedrich Engels en coautoría con Karl Marx, con un Marx con delirio mesiánico tal como se lo dio a entender Pierre J. Proudhon comprendiendo la naturaleza psíquica de Marx que cursaba los 28 años de edad, desatando la iracundia de este que para entonces impulsaba su secta materialista con carácter profético (Manifiesto Comunista en coautoría de Friedrich Engels con Karl Marx-Año 1848, con un Marx cumpliendo sus juveniles treinta años) convencido de haber descubierto la ley natural que supuso regía los procesos económicos hasta que, en la década de 1870, su vecino en Londres, Williams Jevons, demostró la invalidez de la Teoría del Valor Trabajo sustituyéndola por la indiscutible validez de la Teoría Subjetiva del Valor, esencia de la Escuela Austríaca.

En los tiempos que siguieron al del fallecimiento de San Martín (1850), dos próceres en particular, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, fueron cimentando los pilares de una Argentina pujante que, para inicios del siglo XX llevaron a nuestro país a encabezar la lista de los países de más alto nivel de desarrollo social y económico.

En simultáneo, mientras la Revolución Industrial aceleraba su meteórico desarrollo empezando a abrir las compuertas de la movilidad social, Karl Marx creaba en Europa las bases de una secta beligerante con la que profetizaba terminar con aquello que su polarizada mirada (o filtro emocional) veía en la estructura social productiva de entonces, una estratificada visión de enfoque feudal (Señor feudal – Vasallo) traducida, con cambio de carátula, en Lucha de Clases (clase burguesa versus clase proletaria), arengando a una confrontación violenta para la que -incluso- habiendo heredado Marx una importante suma, invirtió 1/3 de la misma en la compra de armas para impulsarla.

La cruzada marxista requería entonces una cruz como insignia distintiva.

La de los maderos cruzados pertenecía al cristianismo, la de los triángulos cruzados al judaísmo. La nueva cruz debía cumplir con la condición de representar al proletariado y al materialismo de su enfoque doctrinario.

Así nació la cruz de una Hoz cruzada por un Martillo y a esto se le sumó el gesto representativo de la lucha contra la burguesía, la del improductivo brazo izquierdo extendido con el amenazante puño cerrado en alto que muchos jóvenes -y no tan jóvenes- confundidos, mal adoctrinados y desatados, aún reiteran.

Pero fue Karl Marx el primero en mostrar la claudicación a la que conduce el socialismo que vanamente insiste en denostar la pujanza del liberal capitalismo como explotador por plusvalía.

Marx nunca sostuvo un trabajo productivo. Vivió desempeñando el agresivo rol de profeta de su doctrina mantenido por la herencia que recibió de su padre, con alguna ayuda adicional recibida del lado del parentesco de su sufrida esposa (familia Philips dueña de la empresa holandesa del mismo nombre) y esencialmente por las dádivas de su antiguo compañero y protector Friedrich Engels, de familia empresaria textil a la que F. Engels pertenecía y se dedicaba.

Este dinero, recibido por estas vías, provenía -según la visión moral de Karl Marx- de la explotación por plusvalía que Marx condenaba, pero cuyo beneficio – en contradicción con su doctrina- Marx recibía sin sentir culpa alguna ni degradante bochorno.

Nada ha cambiado en la conducta de los socialistas que con sus supuestas nobles luchas acceden a posiciones políticas de privilegio o comandan improductivos sindicatos y cúpulas piqueteras (trata de pobres) operando con carácter mafioso con la engañosa pretensión de estar protegiendo al pueblo en tanto se enriquecen corruptamente expoliando a los verdaderos generadores de riqueza de todo rango (desde empresarios hasta obreros rasos) mediante quitas con impuestos casi confiscatorios, descontrolado gasto público (alimentado con inflación monetaria), retenciones y aportes forzosos, exacciones que -por la recíproca- han convertido en una enmascarada explotación por plusvalía (quita forzada de riqueza) sobre los sectores productivos a los que, hipócritamente, condenan con hipotéticas culpas que sobre ellos proyectan.

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