Por Guillermo Cherashny.-

En momentos en que la pandemia transita su segunda ola, el presidente, aconsejando por Martín Guzmán, el ministro de economía, no provocó un cierre total como querían Kicillof y el kirchnerismo, porque el ministro le explicó que la economía no aguanta otro lockdown. Al mismo tiempo, Guzmán quiere aumentar las tarifas el 30% escalonado y el kirchnerismo energético, representado por Federico Bernal al frente del Enargas y Eduardo Basualdo como subsecretario de energía, se oponen y quieren un solo aumento del 9% antes de las elecciones -para ganarlas- y además exigen reponer la ayuda del IFE para sumar votos. Pero en economía ese plan de congelamiento conspira con un arreglo con el FMI y así poder pagar la cuota del Club de París para que el país no entre el default.

Pero al gobernador Kicillof no le importa el FMI ni el Club de París y piensa solamente en ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires; y no analizan que pueda suceder lo contrario, es decir, generar nerviosismo en la opinión pública, porque se deteriora la autoridad presidencial al no aceptar lo que disponen desde la Casa Rosada.

El presidente deja hacer a todos y se cree que en su momento, dentro de uno o dos meses, dispondrá otro aumento tarifario aun cuando Basualdo siga en su cargo, aunque en presidencia aseguran que tiene los días contados.

En definitiva, esta coalición de gobierno funciona de la siguiente manera: el presidente decide y el gobernador no está de acuerdo; entonces Alberto frena y al poco tiempo avanza de nuevo, porque tiene la lapicera para decidir y gobernar. Pero en tanto su autoridad aparece totalmente deteriorada.

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