Por Raúl Cuello.-

No constituye ninguna novedad señalar la carencia que tiene nuestro país de políticos de envergadura, capaces de llegar a integrar el cuadro de aquellos Estadistas que supimos tener en un pasado cada vez más lejano y que se interrumpe con el Dr. Arturo Frondizi. Esta es la razón por la cual a pocos meses de las elecciones presidenciales, ninguno de los candidatos llega con propuestas concretas al electorado, en relación al Proyecto de País que debería ser el marco de las herramientas que piensan utilizar. En otros términos sólo hay esbozos de objetivos que no van más allá del corto plazo.

De allí que el discurso sea cambiante según las circunstancias como quedó en evidencia cuando Macri tembló ante la posibilidad de una derrota de Rodríguez Larreta y tirando al canasto su discurso triunfalista, demostró que no tenía ningún plan alternativo y se vistió con el ropaje de elementos tan relativamente importantes, como fueron sus referencias (de tinte populistas) a Aerolíneas Argentinas e YPF. Lo propio cabe decir de la actitud incomprensible de Scioli con su viaje a Cuba para rendir pleitesía al dictador más negador de los derechos humanos desde 1960 hasta hoy en Cuba. ¿Qué significa esto que no sea una muestra de fe al cristinismo? o ¿una muestra de aprobación a la política norteamericana de reanudación de relaciones diplomáticas con la isla caribeña?

El primero demuestra la relatividad del cambio que propone y el segundo da una muestra de cuál es el sentido de las relaciones diplomáticas que piensa seguir para reinsertarnos en el mundo de las democracias maduras y respetuosas de los derechos humanos.

A ellos y a todos quienes aspiran a cargos electivos, hay que enseñarles que la primera lección práctica que deben aprender para cubrir sus aspiraciones, es que cada época requiere de políticas fundadas en los legados de los gobiernos precedentes. Nadie arranca de cero porque el escenario, sea de crisis o auge, lo hace porque es la consecuencia de las políticas precedentes. Y así, si nos remontamos al pasado, Menem pudo hacer lo que hizo porque Alfonsín dejó un país des administrado y además en un contexto histórico permeado por las improntas de Reagan y Thatcher. Menem no fue neoliberal por virtud, sino porque así lo imponía la globalización. La regla de oro era seguir los dictados del Consenso de Washington y el riojano demostró ser el mejor alumno. Quien pretenda asignarle a la política de Menem un crédito al que la implementó, caerá en un profundo error, porque si de algo carecía el Presidente entonces era de rudimentarios, siquiera, conocimientos económicos.

Lo propio puede decirse del Presidente Kirchner quien en 2003, capitalizó la herencia desastrosa de De la Rúa, que dejó al país endeudado, con recursos ociosos, pero en el marco de una economía internacional que dio a la Argentina, términos de intercambio que fueron dilapidados cuando en 2007 la Presidenta consorte barrió con los “superávits gemelos” de los que ya ni recuerdos quedan. Ignoró que el tiempo pasado “no era más el virtuoso que ella creía”.

En este escenario de “políticas como consecuencia del pasado”, Ni Macri puede tejer ilusiones para el regreso de una economía globalizada, basada en la productividad y sus valores tradicionales, fundados, en el orden y el respeto a la ley con ausencia de corrupción y sin el flagelo del narcotráfico. Lo que resulte será causa de un orden que lejos está de idealizarse. Pero tampoco Scioli puede seguir con su cantinela de profundizar el modelo cristinista, ignorando el fabuloso déficit fiscal, la crisis energética, el deterioro de la infraestructura, el quiebre de las economías regionales, un nivel de pobreza inédito en el país, todo lo cual es la pesada herencia de una política que ha hecho trizas el tejido social argentino y de la que él colaboró.

Lo más que podrán hacer es moderar sus discursos, tejer acuerdos que den consenso a políticas que serán dolorosas, pero que no dejan alternativas. El mundo ayuda poco debido a la caída de las materias primas, la crisis en Grecia y sus consecuencias, el desorden político en Brasil y las posibilidades de una suba de las tasas de intereses por parte de la FED el año que viene.

Un Ejecutivo enfrentado con el Legislativo en ausencia de balance en el Poder Judicial, es la combinación que debe evitarse para que el país sea gobernable. No es un panorama idílico, “pero es lo que hay”. La historia enseña política práctica, y es hora que nuestros Políticos lo aprendan para no seguir tropezando con la misma piedra.

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