Por Carlos Tórtora.-

En circunstancias normales, la convocatoria a elecciones internas en el PJ bonaerense para el próximo 17 de diciembre no llamaría demasiado la atención. Pero una serie de factores hacen que la dirigencia provincial, empezando por los intendentes, le den ahora suma importancia a ocupar espacios partidarios. Una razón es que el único liderazgo que subsistió a la derrota es el de CFK, por su 37 por ciento de votos, pero en una inevitable declinación. Con sus actuales números y la crisis interna de su sector, Sergio Massa tampoco puede presentarse como conductor natural del peronismo en su principal distrito, pero sabe que tiene que ocuparse del partido justamente para disimular su debilidad. Otra razón es la estampida de actividad judicial en las causas por corrupción que se desencadenó a partir de las recientes elecciones y el hecho de que Elisa Carrió haya fijado dos posturas: su apoyo a la reelección de Macri y la necesidad de que, a partir de las causas de De Vido, se investigue también a los jefes de gabinete de los Kirchner, Alberto Fernández, Sergio Massa, Aníbal Fernández y a ministros como Florencio Randazzo, del cual el primero fue ahora jefe de campaña. La extensión de las denuncias judiciales fuera del círculo K procesado hasta ahora preocupa y mucho en el conurbano, donde se administraron miles de millones de pesos de fondos aportados por el gobierno nacional durante la década K y hay numerosos intendentes vinculados a los negocios de Odebrecht. Un buen motivo éste para que los caciques del PJ busquen revitalizar el PJ como un escudo -aunque sin fueros- que por lo menos les dé protección política ante la hiperactividad que muestran muchos magistrados.

Así es que, ante los cuestionamientos múltiples a que Fernando Espinoza renueve como presidente del PJ, los matanceros intentan que la propia Verónica Magario dé el paso al frente, aunque no tiene mucho interés. De repente y con altas posibilidades de terminar detenida, CFK está mostrando ahora un serio interés en no perder el control partidario. Un dirigente de La Cámpora se explayó así: “en los últimos años, la afiliación masiva fue casi toda de gente nuestra, así que tenemos mayoría para una elección interna y CFK puede ganarle a cualquiera la presidencia del PJ”. La despedida a Cristina que acaba de hacerle un gobernador ultra-k, el tucumano Juan Manzur, no deja dudas acerca de hasta dónde está cercada la ex presidenta. Obviamente, un gesto así casi excluiría a otros candidatos.

Una lluvia de postulantes

Por el momento, lo que se advierte es la multiplicación de postulantes y dos bandos de intendentes en pugna. El Grupo Esmeralda, con Martín Insaurralde, intenta cerrarle el camino a los jefes de la Primera Sección mediante la candidatura de Juan de Jesús, intendente del Partido de la Costa, que carga con la pesada mochila de su estrecha relación con Amado Boudou. Los de la primera, Ariel Sujarchuk (Escobar), Walter Festa (Moreno), Leonardo Nardini (Malvinas) y su actual líder Gustavo Menéndez (Merlo) aprovechan las fisuras que sufre la Tercera Sección para intentar avanzar con la candidatura de este último.

Pero ya se prepara para postularse Mario Ishii, alcalde de José C. Paz, que ya intentó presentarse en las PASO con un armado que no estaba desvinculado del gobierno de María Eugenia Vidal.

La aparición de Eduardo Duhalde postulándose también para reemplazar a Espinoza confirma la nacionalización de la lucha por el PJ bonaerense. El ex presidente no cuenta hoy por hoy con un aparato territorial de peso pero sí sabe -y mucho- de cómo terciar en un proceso que será seguramente muy conflictivo.

En Olivos hay quienes -muy cerca de Mauricio Macri- piensan que lo único que hay que hacer con el PJ es dejar que la lucha de facciones lo consuma y desgaste aún más.

En otras palabras, que las causas judiciales -actuales y futuras-, sumada la desesperada necesidad del cristinismo por subsistir, prometen un espectáculo para nada compatible con una construcción política creíble.

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