Por Luis Américo Illuminati.-

El Congreso de la Nación ha sido invariablemente un «honorable» pudridero. No hay nadie honesto y lúcido que niegue esta verdad, salvo todo aquel cuyo nombre figura en las listas de sátrapas, vividores y fariseos que son y serán los eternos candidatos y expertos en estropear la República y bastardear la democracia. No responden a ningún interés que no sea el de la casta, su sector de confort protegido y prolongado. Ninguno la pasa mal ni se priva de lujos. Son como turistas extranjeros en su propio país. Tienen privilegios, fueros y carta blanca para cualquier cosa. Son la casta de parásitos y zánganos que levantan el brazo para votar lo inconveniente, lo funesto y lo nefasto para el país. Son como los pasajeros de primera clase del Titanic que tienen reservados los botes en caso de hundimiento. La dueña del astillero que lo construyó volverá «alegremente» a ser la presidenta de partido sin importar la condena judicial. El eterno retorno. Un déjà vu. Aquí en la Argentina no procede la copla de Manrique que dice: «Todo tiempo pasado fue mejor» sino que este tiempo que se vive hoy es igual que el de ayer. «Los inmorales nos han igualado, da lo mismo cura, colchonero, chorro, rey de basto, caradura o polizón». Cuando Santos Discépolo compuso esta letra no fue una visión de los 30, 40 o los 50 sino de ahora. Un ministro de Kicillof propone hacer de la provincia de Buenos Aires un estado independiente: Kicilandia. El delirio total. Y lo más curioso -e indignante- es que los piratas y bandidos que causaron la ruina del Estado culpan y hacen responsables del desastre a los grumetes libertarios que no hace un año que llegaron y que están trepados cual trapecistas sin red en las gavias, la mesana y el bauprés del velero tratando de ponerlo a sotavento para que no se vaya a pique.

Definición de pudridero

a) Sitio o lugar en que se pone algo para que se pudra o corrompa. b) Cámara destinada a los cadáveres antes de colocarlos en el panteón.

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