Por Luis Américo Illuminati.-

La pulsión de muerte es un concepto de la teoría freudiana que se refiere a la tendencia de los seres vivos a regresar al estado inorgánico de donde surgieron. En la obra «Más allá del principio del placer» (1920), Sigmund Freud diferenció las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte, que son las dos categorías de pulsiones. La pulsión de muerte, también conocida como Tánatos, se opone a la pulsión de vida, o Eros. La pulsión de muerte se relaciona con la repetición de un síntoma, que puede generar sufrimiento, pero que de alguna manera satisface al sujeto. La pulsión de muerte no está directamente relacionada con la muerte en sí misma, sino que empuja a la repetición de un síntoma. En la psicoterapia, se trabaja sobre lo que se repite para hacerlo consciente y así permitir al paciente relacionarse de manera diferente con lo que le pasa. Las pulsiones de vida y de muerte se mezclan y separan en diferentes grados, de manera que cada ser humano tiene una combinación (cfr. Aproximación preliminar al concepto de pulsión de muerte en Freud, Paulina Corsi; Revista chilena de neuro-psiquiatría versión On-line ISSN 0717-9227).

Nuestro punto de vista

¿No cabe suponer que ese sadismo que prolifera en todas las capas de nuestra sociedad -desorientada y extraviada- es en verdad una pulsión de muerte proveniente de un impulso inconsciente del yo por exceso de narcisismo que termina en un masoquismo destructivo? Pulsión es la tendencia o la inclinación hacia un determinado objeto o fenómeno. Es importante explorar que la causa del narcisismo es la fragilidad, el miedo y la inseguridad que rodean al individuo, factores o condiciones que introdujo el kirchnerismo a lo largo de 20 penosos años, instalando una ideología perversa y una hipocresía doctrinaria. En este punto, Freud dice tácitamente algo inquietante: el ser humano es autodestructivo y precisa de su presunción o vanidad para sobrevivir y ocultar su vacío existencial. Y en el juego del claroscuro entre lo que sale a la luz y lo que permanece en la oscuridad e invisible, esto último es más mortífero. Un gobierno desprovisto de valores como el de Cristina Kirchner y su homólogo y partenaire Alberto que lo puso en la fórmula para manejarlo cual títere funesto, innegablemente aceleraron los males de la Argentina.

Partiendo de Freud la clave está en entender que el masoquismo es un residuo de la pulsión de muerte a través del sadismo por influencia directa del narcisismo. Se trata de un sentimiento negativo que habla de los fracasos de un cierto masoquismo capaz de producir un placer maligno consistente en burlarse del otro, engañarlo sutilmente, explotarlo, zaherirlo y alegrarse secretamente de su desgracia.

Todavía hay mucho para investigar sobre los problemas que traen el narcisismo en combinación con el sadismo y su eterno compañero el masoquismo como efectos de la pulsión de la muerte, un concepto que el psicoanálisis hace lo posible por expulsar y lograr un apaciguamiento del alma en un olvido del yo que todo lo quiere para sí. Una egolatría que se convierte en antropofagia, una codicia que lleva a fagocitarse el mundo. De ahí las bajas pasiones de los individuos -de ambos sexos- que abrazan la política no como una profunda y abnegada vocación de servicio al prójimo sino por puro egoísmo y autosatisfacción, «agarrando» a la sociedad igual que un villano agarra y oprime el cuello de su víctima.

Lo que Freud llama sadismo corresponde al surgimiento o afloración de la pulsión de dominio. El masoquismo responde a un reflejo del sadismo como síntoma de ruptura psicológica del sujeto (desbordamiento del Super Yo) que resulta altamente perjudicial para la sociedad si un sujeto sin principios ni valores llega a obtener demasiado poder como es el caso de Cristina Kirchner al ocupar el lugar preponderante de su esposo muerto, circunstancia confirmada por su condena judicial. Durante sus dos mandatos y el de su homólogo Alberto (elegido por ella) no hubo paz ni progreso sino una regresión o involución individual o colectiva, arrastrando detrás suyo la masa y encolumnado el hombre primitivo de la prehistoria, el fanático, el militante de izquierda, el barrabrava. Tánatos -dios de la muerte- contra Eros -dios del amor- resurgiendo de este modo la agresividad alimentada por un instinto de autoconservación exacerbado (un ansia desmedida de retener el poder por cualquier medio y a cualquier costo). El odio doctrinario porque al otro le va mejor. Lo cual lleva a la codicia que es concausa de ese sentimiento oscuro que aniquila la armonía y desemboca en el conflicto, el choque de las ideas, el desencuentro o grieta social (la lucha de clases) y la guerra.

Tánatos no se guía por el principio de armonía como Eros, sino por el principio de entropía -el desorden- se busca no la unión sino la disolución, se reduce y elimina la pacífica solución de conflictos que permite la buena convivencia sustituida por una supervivencia azarosa. En la apoteosis de la locura ayer en Santiago del Estero, en el Día del Militante Peronista (17 de noviembre), recibida como una heroína con la canción de Lali Espósito, «Fanático» (en alusión a Milei), dijo: «Estoy dispuesta a pagar el castigo que me quieren imponer, no me van a hacer arrepentir de nada”. Está todo dicho. Un delirio total.

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