Por Carlos Pissolito.-

Hace más de una década, cuando vestía el uniforme de la Patria con las insignias de coronel, creí necesario publicar mi visión del presente y del futuro de las FFAA.

Lo hice usando un pseudónimo, pues el haberlo hecho bajo mi nombre no me estaba permitido por los reglamentos militares a los que estaba sujeto.

Esto decía:

«Una batería de hechos, algunos externos y otros internos a las propias FFAA volvieron a traer a la superficie el fantasma de una nueva frustración…»

“Componiendo, creemos, un cuadro de síntomas que evidencian una crisis que es profunda y que afecta a estas fuerzas como un todo, más allá de los innegables nichos de excelencia que todavía perduran dentro de ellas. ¿Cómo podría materializarse este Cromañón castrense? No lo sabemos, podría tener la manifestación externa, por ejemplo, la una sucesión de trágicos accidentes o adquirir una forma más inmaterial como el fracaso logístico o de transporte a una operación de paz en el exterior o a una misión antártica. Las formas son secundarias, el punto estará dado por un acontecimiento que pondrá al descubierto falencias profundas, iniciando la conocida cadena de recriminaciones y culpas.»

Lucio Falcone. «¿Hacia un cromagnon militar?» Revista Defensa y Seguridad, 2006.

Hoy, el cromañón castrense se ha materializado en plenitud. No solo por la pérdida irreparable de un potente buque con sus 44 tripulantes. Especialmente, por la ausencia de políticas, estrategias y hasta de simples respuestas coherentes a más de un año de ocurrido el trágico suceso.

A partir de ese hecho nefasto. Nada parecería conmover la estulticia de quienes no vienen gobernando desde hace tres décadas. Entendida ésta como algo mucho mayor que una simple tontería, sino como la necedad o por ignorancia o por soberbia que caracteriza a una persona.

Es más, probablemente, les quepa a ellos la categoría mayor del insensato, en los términos del escritor Leonardo Castellani. Esto es, la de un necio que no se sabe tonto y que encima quiere gobernar (o hacer que gobierna) a otros. Y que es, además, peligroso. Aún peor que el malvado; pues el malvado obra mal a sabiendas, a diferencia del insensato, que obra mal pensando que obra bien.

Pero, el hundimiento del San Juan se ha revelado, también, como una verdadera Caja de Pandora.

Pandora, fue la primera mujer creada por Hefesto por orden de Zeus. Cuando ella se casó, como regalo de bodas, recibió de los dioses una hermosa caja con la consigna de no abrirla jamás. Pero la curiosidad pudo más y Pandora abrió la caja. De ella salieron todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella. De esta historia surgió la expresión “La esperanza es lo último que se pierde”.

Nosotros, tampoco queremos perder la esperanza. Pero, me pregunto si vamos a tener que esperar a que salgan todos los males antes de cerrar la caja. Tales como: que sin fuerzas armadas, dignas de ese nombre, no hay diplomacia en serio posible. Tampoco asociaciones regionales en pie de igualdad. Que sin una política acorde que incluya a los profesionales, a las ideas y a los fierros de esas fuerzas no hay organización humana que tolere tan larga decadencia y que cuando llegue la ocasión de necesitarlas nos demos cuenta de que no nos sirven.

Para terminar podemos afirmar que los conflictos, muchas veces, son hijos de grandes ambiciones. Pero, también, lo son de debilidades extremas. Si las respectivas ambiciones desmedidas de Hitler y de Stalin fueron decisivas a la hora de invadir Polonia. No puede negarse que la debilidad de ésta última entró en los cálculos de los primeros.

Tratemos de no ser Polonia. Ya que los Hitler y los Stalin pueden estar a la vuelta de la esquina.

Share