(Alas doradas, llamada al otro mundo y una plegaria al final)

Por Luis Américo Illuminati.-

“Resulta que en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas… semillas de hierbas buenas y malas semillas de hierbas malas. (…) Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” (Antoine de Saint-Exupéry: “El Principito”, Capítulos V y XXI)

“Todos los aviadores van al cielo”, tanto en sus vuelos diurnos o nocturnos o cuando parten al otro mundo, donde los aguarda un nuevo puesto que el Creador Infinito les tiene preparados. Van al cielo, máxime si han sido fieles servidores de Dios, y no han traicionado a su Patria y mantuvieron intactos sus más puros ideales cuyo “emblema son las dos alas que le nacen al Escudo Argentino a sus costados”, esas dos alas que indican que volar es la vocación, que vigilar desde el aire como lo hacen las águilas es la misión sagrada de los aviadores, que no se amilanan ante ninguna tempestad. No olvido a mi amigo Fausto Gavazzi, piloto de la FAA que cayó con su máquina en la Guerra de Malvinas y que diez años antes de este suceso ambos teníamos 19 años y compartíamos os esos mismos ideales durante los días que repasábamos el programa de las materias para el examen de ingreso a la EAM. Algunos de los “55” Pilotos de la FAA que cayeron en Malvinas, fueron como “ángeles camuflados de la Providencia Divina”. Pienso también en mi amado padre quien egresó como Alférez en julio de 1948 y, sin darme cuenta, semidormido, esta mañana me levanté a las 06.00 hs. y marqué su número telefónico (termina en 14, su departamento al 800 de la calle Deán Funes está en el Piso 14 y él era de la Promoción 14, yo nací el 14 de mayo y mi hermana Virginia el 14 de febrero), para decirle como era habitual todos los 9 de Julio: “Feliz e iluminado Día de la Independencia, padre mío, alabado sea Dios que permitió esa doble gracia” (iluminado por nuestro ancestral apellido y doble gracia: ser su hijo y argentino hasta la muerte), pero al instante corté la comunicación, colgando el teléfono al despabilarme y darme cuenta que él no podría atender el teléfono por no estar más entre los vivos (el próximo 18 de julio se cumplirán dos años de su muerte física y vuelo final), notando en ese instante que se me soltaban unas lágrimas. Entonces, ya consciente y despierto totalmente, elevé una humilde oración por su alma y por la de todos los valientes y honorables Pilotos que invisibles vigilan los cielos argentinos. Y, entre otras intenciones, también rogué al Todopoderoso que la manoseada y bastardeada palabra “Independencia”, vuelva a ser sagrada, en los mismos términos en que la juraron los Congresistas al rubricar el acta ese inefable día 9 de Julio de 1816.

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