Anteayer, a los 87 años, falleció el general Ernesto Arturo Alais, acorde a lo que informara el ministerio de Defensa.

Alais estaba afectado por demencia senil. El mal estado de su salud y la falta de cuidados fueron motivo de varias denuncias, pero en especial a través de una carta de lectores del diario La Nación escrita por su hija María Virginia Alais hace ya cuatro años.

Acusado por delitos de asociación ilícita, violación de domicilio, privación ilegítima de la libertad (secuestro), tortura y desaparición forzada (homicidio calificado) en calidad de autor mediato, por su actuación como ex jefe del Regimiento 19 de Infantería durante el gobierno militar, Alais fue encarcelado con 83 años y cuando ya padecía todos estos trastornos.

Dos meses después de su detención su hija hacía pública la situación de quien sin estar condenado llevaba dos meses en una situación perversa que no contemplan las leyes pero que le imponía el tribunal Federal Oral de Tucumán.

Alais fue ascendido a general durante el gobierno del presidente Alfonsín, y debió actuar en defensa de las instituciones democráticas durante ese período. Ya retirado fue jefe del equipo argentino en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. De nada valió todo eso.

Hace pocos días hemos publicado un extenso artículo del Dr. Mariano N. Castex, sobre la situación del comisario Patti, su deteriorado estado de salud, y sobre la falta de decisión oficial sobre la cantidad de ancianos de más de setenta años. También hemos publicado un «manual» sobre cómo actuar con estos ancianos para coartar sus derechos a un trato humano, a la prisión domiciliaria, a la atención médica.

Varias veces, desde esta misma columna nos hemos referido a la justicia sesgada, a la memoria parcial, en fin, a todo este carnaval de acusaciones, muchas de ellas sin asidero legal, que han terminado con la vida de muchos por el único delito de haber vestido un uniforme y haber combatido al terrorismo, en muchos casos defendiendo un gobierno constitucional que les ordenó actuar.

En la Argentina de los Derechos Humanos es justo aclarar que no todos los tienen.

Los doce años de corrupción y desgobierno pasados, inteligentemente, buscaron la base segura de disfrazarse de campeones de los derechos humanos. Primero intentaron borrar las imágenes de Perón y Evita cambiándola por las de señoras con pañuelos que, con todo derecho, buscaban sus hijos y sus nietos. Cooptadas y transformadas en socias, su mundo cambió. Y los juicios de la memoria –que estuvieron muy lejos de la Justicia– las mostraron transformadas no en reclamantes de equidad sino en unas nuevas Némesis, las diosas de la venganza.

Esta venganza es una vergüenza nacional. Hubiera sido mucho más limpio un paréntesis en la legalidad y fusilarlos. La situación actual no es otra que una tortura y nadie –ni el novel gobierno– puede ignorarla.

Nadie está pidiendo indultos al estilo Cámpora, sólo la aplicación de la ley, no sólo por una cuestión de justicia sino de vergüenza.

Diario Castellanos

Rafaela, Santa Fe

editorial@diariocastellanos.net

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