Por Luis Alejandro Rizzi.-

Nada es fácil en la vida y menos gobernar a la Argentina. Esto es lo que debe estar pensando en estos momentos don Mauricio Macri. La gente, en especial los que votamos al actual oficialismo, también debemos estar pensando lo mismo. La Argentina, mejor dicho, nosotros, somos difíciles, porque queremos todo al mismo tiempo y rápido.

En estos primeros treinta días se pueden hacer varias reflexiones partiendo desde diversos ángulos.

Lo primero que habría que ponderar es que las áreas de gobierno que mejor arrancaron son aquellas en que se designó a gente con experiencia en el manejo de la cosa pública, como son los casos del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, y Federico Sturzenegger en el Banco Central.

Lograron desarmar el cepo cambiario sin estridencias manteniendo el nivel del tipo de cambio dentro de márgenes razonables, lo que no quita que se practiquen naturales ajustes.

Otro caso es el de Susana Malcorra que, si bien proviene del sector privado, acumuló experiencia en su cargo en las Naciones Unidas y ya se nota una nueva dirección en materia de política exterior.

No se advierte reacción en otros ministerios cubiertos con personas sin experiencia en el manejo de la cosa estatal. La excepción podría ser el caso de Juan José Aranguren, que ha demostrado conocimiento de los problemas que deberá resolver y la prudencia necesaria para persuadir sobre la necesidad de una amarga medicina. Me refiero a las tarifas de los servicios de energía, que seguramente se adecuarán a los costos de producción a partir de febrero próximo.

En el resto de los ministerios, se advierte una suerte de cautela pero aún no se ha presentado a la sociedad el estado en que se recibió cada área y las respectivas prioridades.

En el área de transporte, Guillermo Dietrich debe un informe sobre las obras y compras de material ferroviario realizadas durante la gestión de su antecesor. Según información que nos fue acercada, las tripas compradas para el Belgrano Sur no serían compatibles con las formaciones actualmente en servicio, siendo imposible adaptar los andenes para la convivencia de ambas formaciones. Aún no se habría resuelto sobre los mecanismos que se utilizan para cambios de vía en el ramal Retiro-Rosario y algunos ya comprados no serían los adecuados. Se deberán explicar los motivos de las fallas de miles de durmientes de cemento armado que se fracturaron en la renovación del ramal Constitución-Mar del Plata y que se habrían fabricado en un establecimiento que pertenecería a un empresario cercano al anterior gobierno, sito en las proximidades de Mar del Plata.

También dejan serias dudas la calidad de las compras del material ferroviario y la eventual inexistencia de repuestos.

Asimismo, el caso Aerolíneas Argentinas y Austral exige un claro informe de situación, ya que son empresas que requerirían por lo menos durante un lapso de tres años aportes del Estado.

¿Se justifica la existencia de dos empresas? ¿Se deben fusionar? ¿Se debería gestionar la privatización de Austral? Son todas preguntas que requieren respuesta inmediata.

También se deberán aclarar las causas de un reciente acuerdo suscripto entre Sol y Aerolíneas Argentinas, en el final de la gestión de Mariano Recalde, que más bien luce como un subsidio encubierto en beneficio de una empresa que tendría dificultades económicas, más que nada generadas por las malas políticas económicas y aéreas.

En el caso de la Provincia de Buenos Aires, se deberá de una buena vez informar si la construcción del ramal Madariaga-Pinamar cuenta con los planos de las obras previamente aprobados, ya que los servicios fueron reanudados durante la gestión del ex gobernador Daniel Scioli y cualquier accidente o percance que pudiera ocurrir generará responsabilidades para las actuales autoridades. Por otra parte, las vías que parten desde General Guido hacia ese destino estarían en situación muy precaria, motivo por el cual las formaciones deben circular a muy baja velocidad.

Si analizamos estos días desde el funcionamiento del Estado, no hay más remedio que remontarse a lo que se ve y la fuga de los tres condenados por el crimen relacionado con la importación y tráfico ilegal de la efedrina puso de manifiesto la impericia, desconfianza, desorden y la corrupción que impera en las fuerzas de seguridad, a tal punto que por la propia desconfianza se ocultarían información entre ellas (sic).

La situación llegó a tal extremo que al propio Presidente de la República se le informó que los tres prófugos fueron recapturados y luego se tuvo que desmentir esa información por falsa.

Es obvio que esta situación de real descalabro se extiende a todo el Estado, a tal punto que ya varios ministros y la propia gobernadora de la Provincia de Buenos Aires informaron que se carece de información sobre la situación de cada área de Gobierno.

No se sabe qué es lo que debe el Estado y, por tanto, será complicado cumplir con obligaciones cuya instrumentación se desconoce.

En medio de este berenjenal, ya se insinúan reacciones y críticas por falencias y carencias causadas por el anterior Gobierno, que estuvo a sólo un 2,76% de ganar el ballotage.

Esto significa que una parte importante de la población añora un estado de cosas por el que ahora se muestra sorprendida y se alarma.

Parecería que los argentinos estamos plenamente convencidos de que este Estado inútil, con una de las inflaciones más altas del planeta, aislado del mundo, sumergido en una insignificancia total, sin bienes públicos suficientes para atender siquiera a los sectores más necesitados de la sociedad, es un bien digno de respeto, veneración y conservación.

Estos treinta días de Cambiemos están condicionados por los doce años de gobierno «K», que marcaron, Dios así lo quiera, el fin de un largo proceso de atraso y decadencia que lleva como mínimo un lapso de ochenta años.

En esta etapa, el gobierno de Cambiemos tendrá márgenes mínimos de error hasta que la sociedad advierta que se inicia un camino de crecimiento real y de la búsqueda del bien común. Por eso se requiere del ejercicio de la crítica y de un periodismo genuinamente objetivo.

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