Por Hernán Andrés Kruse.-

Nicolás Repetto fue uno de los más lúcidos dirigentes políticos de la Argentina. Luego de recibirse de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1895, comenzó su práctica como cirujano dos años más tarde. Quien lo introdujo a la política fue nada más y nada menos que Juan B. Justo, médico y máximo dirigente histórico del socialismo. En 1900 Repetto se unió al Partido Socialista Argentino y participó al lado de su mentor en la fundación del Diario del Pueblo. Participó activamente en la Sociedad Luz, en la Asociación de Socorros Mutuos y en la Biblioteca Obrera. En 1912 fue elegido diputado nacional por la Capital Federal. Luego de la muerte del doctor Justo en las vísperas de las elecciones de 1928, Repetto se convirtió en la figura más destacada del socialismo. En las elecciones presidenciales de 1931 fue candidato a vicepresidente en la fórmula que compartió con el doctor Lisandro de la Torre. El socialismo lo proclamó candidato presidencial en 1937 pero su figura fue eclipsada por el retorno a la lucha política de la UCR. Su mandato como legislador terminó de manera abrupta en junio de 1943, al producirse el golpe de estado propiciado por el GOU. Participó activamente en la conformación de la Unión Democrática, la coalición que se opuso a Juan Perón en las elecciones presidenciales de febrero de 1946. Regresó a la política nacional luego de la Revolución Libertadora siendo nombrado por el presidente de facto general Eduardo Lonardi miembro de la Junta Consultiva. En 1958 el socialismo sufrió un severo cisma que provocó la división del voto socialista en las presidenciales de 1963, que terminaron consagrando presidente a don Arturo Illia. Nicolás Repetto murió en 1965 a los 94 años.

El 28 de agosto de 1930, en las vísperas del golpe de estado contra Yrigoyen, Repetto pronunció un histórico discurso en la Cámara Baja al discutirse las elecciones que habían tenido lugar en la provincia de San Juan (el fraude fue escandaloso). A continuación transcribo una parte del mismo. Su vigencia provoca pavura.

Dijo el doctor Repetto: “Y hablemos ahora, señores diputados, de la decadencia de este cuerpo. Yo no tengo el propósito de deprimir personalmente a nadie, pero tengo la obligación de declarar ante los señores diputados que este parlamento por su capacidad de trabajo, por su método, por la acción diarias de los legisladores que lo componen es un parlamento que, comparado con el que encontré el año 1913, en ocasión de mi primera elección, muestra una profunda declinación. Los valores intelectuales, los valores morales, la aptitud de trabajo, todo esto, juzgado en el conjunto, ha decaído enormemente en este último tiempo, y sobre todo en estos últimos dos o tres años. Aquí, señores diputados, hace un par de años que no se trabaja en las comisiones. Prácticamente no se trabaja. No se proyecta, no se estudia, no se informa, no se investiga, no se realiza ninguna de esas tareas que traducen la obra esencial y seria de un parlamento. No quiero hacer inculpaciones personales porque sé muy que todo esto debe obedecer a factores extraños a nosotros mismos, porque nosotros, puestos amovernos con toda espontaneidad, seríamos capaces de responder a las exigencias y a las necesidades del tiempo.

Aquí nadie hace nada. Esa es la pura verdad. Los únicos que trabajan son los que cuidan la casa; son los que sirven el té en el buffet, son los que hacen la limpieza de la casa, son los obreros tipógrafos de la imprenta. Y son los taquígrafos, cuya eximia aptitud-porque hay que reconocerla, ya que son ellos elegidos por concurso-está aquí aplicada a recoger las cosas que decimos y que no son siempre dignas ni de la cultura ni de la preparación de los taquígrafos.

¡Y la influencia deletérea que difunde la inercia de esta cámara; nuestra falta de trabajo, yo lo he notado en toda la casa! Esta casa es un desorden. Recórrase un corredor, váyase a una repartición y se va a comprobar en seguida cómo han desaparecido de esta casa las normas esenciales, las normas fundamentales de orden, de respeto y consideración que ha habido en otro tiempo y que han sido sus características. Y nosotros, señores diputados, percibimos una dieta cuantiosa y, para deprimirnos más-porque no puedo darle otra interpretación al hecho-, para humillarnos más, ya que estamos maniatados y en una inacción que hay que atribuir a factores externos, para deprimirnos más, ahora nos pagan puntualmente la dieta; nunca se ha pagado tan puntualmente la dieta en la Cámara como ahora: cuanto menos se sirve acá, más puntualmente se paga”.

Hace unos días recordamos lo que decía José Ingenieros del parlamento de 1911, de ese parlamento que Repetto reconoce como muy superior al parlamento de 1936. Para el médico socialista en el parlamento impera la vagancia, es ley la desidia, la inacción, la quietud. Para Ingenieros los legisladores de su época eran, en su gran mayoría, venales, corruptos. Repetto es, digamos, más pulcro: los acusa de no trabajar, de cobrar una jugosa dieta por no hacer nada, que es una forma de corrupción.

En su mismo discurso Repetto hace la siguiente caracterización de la política de su tiempo. “Al descender el cuerpo político principal de la Nación, que es la Cámara, ha descendido también la política. Ahora no es entre nosotros política proyectar, no es estudiar una cuestión, no es suscitar un problema, no es plantear una solución- La política no es nada de eso ahora, ni aquí en el parlamento ni fuera del parlamento. La política se ha vuelto una vulgar diatriba. Unos hacen su carrera, su reputación y su fama lanzando constantemente denuestos contra el presidente Yrigoyen y otros hacen también su carrera procediendo a la inversa, colmando de calificativos y de honores inverosímiles como son los que ha introducido la prensa oficialista en estos últimos años, con unas loas extraordinarias, como nunca las hemos oído en este país. Y lo más trágico del caso, señores diputados, es que esta política insubstancial, hueca, esta vulgar política de oposición sistemática es lo que le gusta a la gente. La gente está encantada ahora si se le habla mal de Yrigoyen. Les comunico esto, y les digo la verdad: la gente está encantada si se habla mal de Yrigoyen. Y para levantarse un pedestal no hay más que trepar a una escalera en una esquina y lanzar denuestos contra el primer mandatario. Y está hecha la reputación de un hombre político. He ahí las consecuencias lamentables de este lamentable estado de cosas de la política” (fuente: Nicolás Repetto, “Mi paso por la política, Santiago Rueda editor, Buenos Aires, 1956).

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