Por Luis Américo Illuminati.-

«La vida es una calesita, a veces estás arriba, otras abajo, pero siempre se vuelve al mismo lugar, el eterno retorno de los peores sujetos: brujos, aprendices y acólitos. Cada cien o mil años aparece un héroe o un santo, que lo reivindican cuando ya está el camposanto» (P. Leonardo Castellani).

Del virus de la locura global y local desde la Revolución Francesa hasta nuestros días.

Independientemente de las inquietantes profecías de Nostradamus y otros famosos videntes y psíquicos (sobre todo las de la Virgen de Fátima de 1917 y las últimas revelaciones que dejó escritas la monja Sor Lucía), si examinamos a fondo la crisis terminal del mundo posmoderno desde la crítica de la razón dialéctica, comprobaremos la ruptura y quiebre del sujeto moderno. Su sucesor en el tiempo, el sujeto posmoderno, habitante de la era digital, carga a la fecha una pesada mochila que contiene una falsa identidad igual a la de aquel payaso vanidoso que sin saberlo mató a su hija. Un cinismo y una desvergüenza sin nombre es el resultado obtenido. Si la modernidad heredó de la Ilustración y de la Revolución Francesa los ideales de la ciencia, la razón y el progreso material, como supuestos de una panacea ilusoria -libertad, igualdad y fraternidad- que devino en un fatal malentendido de la historia, el futuro cercano no es muy promisorio, pues un huracán sin nombre, formado por la entropía, la distopía y el fanatismo religioso e ideológico nos aguarda como un malhechor oculto a la vuelta de la esquina. De este modo se constituyó la figura de un sujeto autónomo, racional y libre, con la capacidad de conocer y dominar el mundo. Esta noción, deudora del influjo de la línea Descartes, Kant, Locke, Hobbes, Hegel implica una autonomía moral fundada en la razón humana; considerado así, tal sujeto, dueño de sí mismo y del mundo. Como antítesis surgió contra el capitalismo el colectivismo (mal llamado socialismo), origen del totalitarismo: nazismo y comunismo. Todo parecía funcionar bien o, mejor dicho, más o menos bien, pero era un espejismo pues la noción del sujeto autónomo y universal, comenzó a resquebrajarse ya que al alejarse de Dios devino en un sujeto en declive, un yo en fuga, su orfandad de Dios, los falsos valores que le inculcaron (antivalores) lo hunden en la insignificancia de la existencia humana y en el presentimiento de un derrumbe, de una casi segura catástrofe universal. El regreso de Trump como supuesto campeón de Occidente contra Rusia, China y Corea del Norte y punto de inflexión en la Guerra de Medio Oriente, puede por un tiempo componer las cosas o agravarlas. Hay muchos malos presagios para este 2025. El errático derrotero trazado por el hombre (protagonista de la historia, un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa, según Shakespeare) desde la Revolución Francesa hasta nuestros días tiene su ominoso correlato en un país del Cono Sur, ubicado a las orillas del Plata, la historia de sus últimos sesenta años tiene mezcla de tragedia griega y de ópera italiana bufonesca. Discépolo lo describió genialmente en el Tango Cambalache. Para ser dirigente y gobernar en la Argentina da lo mismo que el candidato sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. A estas categorías humanas hay que agregarles muchas otras que se observan en las sesiones del Congreso, payasos y payasas y toda la comparsa de ese Gran Circo.

El Villanito

Mientras el mundo se hunde en el desconcierto y el pánico, el «homo argentus», cada vez más fragmentado y alejado de la realidad, como el derrotado kirchnerismo que encabeza el ranking de piaras humanas escapadas del chiquero, con sujetos transformados en cerdos como Axel Kicillof, el enano exponencial que quiere ser presidente, resumen de todos los vicios y errores de Cristina, su antigua nodriza y mentora, de la cual por el momento se encuentra distanciado. Tienen en común que ambos deberían hace rato estar presos y están sueltos. El gobierno de Axel es una réplica del gobierno de Sancho en la Isla de Barataria. Si Antoine de Saint-Exupéry, fue el autor de «El Principito» y el único piloto de la línea aérea Aéropostale que hizo el primer vuelo entre Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia, Kicillof es el autor del libro «El Villanito» -se inspiró en Máximo Kirchner, Cuervo Larroque y el Monaguillo del papa Juan Grabois- y será el Piloto de Aerolíneas Bonaerenses, ex Aerolíneas Argentinas, piloteando un avión de Calesita. Todo lo que dijimos al comienzo del sujeto autónomo que se creía un demiurgo, un factor encargado de transformar el mundo para ponerlo a sus pies se corresponde con el actual gobernador bonaerense. El hombre arrogante, lunático de la Ilustración que cayó como Ícaro con sus alas derretidas por el sol es el mismo sujeto K -piloto de fábula narrativa- de estos días que quiere volar tan alto como lo hizo el hijo de Dédalo.

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