Por Carlos Andrés Ortiz.-

Sin duda mucho se avanzó si se analiza la realidad actual de esta pequeña y muy pujante provincia, con el cuadro de múltiples y acuciantes necesidades que eran el marco crónico del marginado Territorio Nacional en el cual un destacado grupo de bien intencionados y destacados ciudadanos bregó por la provincialización, teniendo además el gran objetivo de lograr el desarrollo socio económico y la integración efectiva de Misiones con el territorio nacional.

El centralismo portuario, de mentalidad unitaria con leve barniz federal y mediocres concepciones de la Defensa Nacional, nos había condenado a la marginación total, sobre todo en épocas de gobiernos liberales / oligárquicos, a los que solo les importó excluyentemente la Pampa Húmeda.

Eso era muy acentuado, sobre todo mientras fuimos solo un Territorio Nacional, con el gobernador de turno designado por el Poder Ejecutivo Nacional.

Las carencias de infraestructura eran muy acentuadas, en todos los órdenes. El Sector Eléctrico no era una excepción, siendo muy limitado y de muy baja calidad en toda la provincia, e incluso hasta avanzados los años ’60, el servicio se prestaba pocas horas al día en casi todas las localidades, y en la capital provincial, los cortes del servicio eran cosa diaria, por las limitaciones de Potencia Instalada de la pequeña usina, que funcionaba en un galpón cerca del puerto, aproximadamente donde hoy se levanta el monumento al Papa Juan Pablo II.

Había otras serias carencias en Misiones: faltaban caminos pavimentados en el propio territorio como tampoco teníamos conexiones asfaltadas que nos conectaran con las otras provincias, y en las prolongaciones del Estero del Iberá, las Rutas Nacionales 12 y 14 se volvían casi intransitables, con muchos camiones con y sin acoplados enterrados hasta los ejes y bloqueando el camino cuando llovía; el viaje a Capital Federal en ómnibus, como “un gran logro” tardaba 24 horas (antes incluso tardaba bastante más, e incluso más atrás en el tiempo no había servicio directo de Misiones a Buenos Aires), disponiendo la empresa del auxilio de grandes tractores que remolcaban los ómnibus en los tramos de barriales bravos; la Mesopotamia carecía de puentes y túneles que la conectaran con el resto de nuestro amplio territorio, y cruzar el Paraná en balsas era una odisea que demandaba horas e infinita paciencia; carecíamos de Universidades y de institutos de ese nivel educativo; antes de los años ’60, la importancia relativa de las poblaciones de Misiones se evaluaba si tenían o carecían de escuelas secundarias, que eran muy pocas; según referencias verbales, el sistema sanitario de complejidad se centraba en la capital provincial y poco más, con escasas ambulancias para cubrir toda la provincia y poco o inexistente equipamiento de alta complejidad; la única red de agua potable solo abarcaba el centro (las “cuatro avenidas”) de la capital provincial, brillando por su ausencia en todas las otras localidades; los aeropuertos de Posadas e Iguazú eran de pistas terradas, lo que limitaba los aviones que pudieran operar, a los robustos DC3 de la Segunda Guerra y luego a turbohélices relativamente pequeños, e incluso en los años ’50, la única conexión aérea con Buenos Aires se hacía utilizando uno o dos hidroaviones cuatrimotores comprados por Argentina como rezagos de la Segunda Guerra, los que debían acuatizar enfrente del pequeño puerto, con riesgos evidentes para abordar y bajar a tierra, lo que incluso costó la vida de un operario de mantenimiento, al que no se pudo auxiliar pues Prefectura solo operaba desde la costa, seguramente por carencia de elementos; y el listado de las limitaciones en aquellos años de más de medio siglo atrás no se agota.

Por largo tiempo, las serias carencias energéticas fueron el más negativo factor retardatario del desarrollo socio económico de Misiones. Era conocido que no se podían radicar industrias si no invertían en su propio grupo electrógeno, e incluso los supermercados debían disponer de autogeneración.

El Sistema Interconectado Nacional era de muy reducidas trazas, y estaba muy lejos de Misiones, por lo que hasta que estuvo operativa la Hidroeléctrica Yacyretá, era casi utópico pensar integrarnos a ese sistema. Incluso esa gran central, inicialmente no estaba conectada a Misiones, y costó muchas negociaciones que “nos tiraran un cable” con un trafo, en los escasos 60 kilómetros que separan a esa central con Misiones. Con el mismo perfil de unitarismo soberbio y descarnado, el proyecto inicial de la Hidroeléctrica Corpus, no preveía ningún trafo ni interconexión alguna en Misiones, lo cual es aberrante. Cabe señalar cuatro medidas de neto perfil apátrida liberal, que perjudicaron mucho a las provincias alejadas del núcleo geográfico del poder, y en particular a Misiones.

A – La desarticulación de la Flota Fluvial del Estado y la desaparición intencional del flete fluvial, este último casi seguro como imposición del Plan Larkin, para incentivar el flete carretero, que se afirmó era una de las condiciones para las instalaciones de fábricas de camiones livianos y medianos en Argentina.

B – Los brutales cierres de ramales ferroviarios, esto en dos etapas: la del citado Plan Larkin a fines de los años ’50 y comienzos de los ‘70; y luego el desenfreno neoliberal con cierres masivos de ramales ferroviarios. Con esto Misiones pasó a depender exclusivamente del costoso flete carretero, anulándose también las económicas conexiones ferroviarias para el transporte de pasajeros.

C – La eliminación del precio uniforme de los combustibles en todo el territorio nacional, con lo cual las provincias alejadas, como Misiones pasaron a tributar una suerte de “impuesto encubierto a la distancia”.

D – La extranjerización de Aerolíneas Argentinas, a cuya consecuencia, de 23 frecuencias semanales, Posadas llegó a tener menos de un vuelo diario; y de aviones en buen estado, se pasó a aviones arrendados en regular estado de conservación y peor mantenimiento, lo cual ocasionó la caída de uno de ellos, con lamentable pérdida de vidas humanas.

Volviendo al tema energético, lejos en el tiempo, algunos colonos con mucha iniciativa y conocimientos técnicos, implementaron pequeñas usinas hidroeléctricas para abastecer sus actividades industriales, como los establecimientos procesadores de yerba mate. Pensando en hidroeléctricas mayores para el abastecimiento provincial, posiblemente las primeras y embrionarias acciones fueron intentadas por el muy activo y prolífico gobierno provincial de César Napoleón Ayrault, en años del desarrollismo. A nivel de idea, sin poder avanzar por la falta de líneas de Transmisión, se pensó en una hidroeléctrica lo más cercana posible a Posadas, pero el sur provincial es el menos apto para ese tipo de obras, por ser zona de transición entre las serranías al norte y las planicies al sur.

En el contexto de extrema pobreza energética, como una inversión de transición, se compraron cuatro grupos electrógenos Sulzer, de tipo Diesel, montándose una pequeña usina de poco más de 10 MW en Posadas, la que, en comparación con la preexistente, parecía enorme, por lo que en forma grandilocuente fue llamada “super usina”.

Ya en la segunda mitad de los años ’60, Paraguay consiguió financiación para la Hidroeléctrica Acaray, pero para viabilizarla debía contar con el mercado consumidor, que el por entonces bajo consumo interno de la hermana república, no aseguraba. Fue entonces que -casi providencialmente- Misiones obtuvo financiación blanda para construir el Sistema Interconectado Provincial, que se abasteció con energía hidroeléctrica de ANDE (Paraguay), provista por Acaray. El convenio original aseguraba la provisión de energía eléctrica por 10 años, los cinco primeros en volúmenes crecientes, y los últimos decrecientes hasta cesar por completo.

En los cinco primeros años, Misiones debía construir su propia central hidroeléctrica, con cuya energía reemplazaría la provista por Acaray, y a tal efecto en tiempo breve estuvo listo el Proyecto Hidroeléctrico Piray Guazú, que luego sería redenominado Piray Guazú 3.

Había plena coincidencia en Misiones, por esos años, en la necesidad y conveniencia de concretar esa obra hidroeléctrica u otra, que abastecería las necesidades eléctricas provinciales de ese momento y del previsible incremento de la demanda de algunos años. Pero la por entonces pequeña economía provincial con su reducido presupuesto de limitados ingresos, resultaba insuficiente para avalar el necesario crédito blando externo que se intentó conseguir. Consecuentemente, se solicitaron los avales del Gobierno Nacional, el cual derivó el tema a la Secretaría de Energía de La Nación. ¡Y entonces aparecieron, solapados pero visibles, los múltiples tentáculos al servicio de los poderosos intereses vinculados con la termogeneración, los cuales involucran no solo los lobbies de sector petrolero (por entonces vinculado a las importaciones de crudo, ante la insuficiencia de la producción nacional para abastecer todo el mercado interno)! También de algún modo, fueron y son omnipresentes, los intereses vinculados a las cuantiosas operaciones de importaciones de equipos termoeléctricos y sus repuestos, a los costosos fletes de los combustibles, así como los servicios de especialistas energéticos, importadores y otros, vinculados o dependientes del mantenimiento de la preeminencia de la generación termoeléctrica (la que quema petróleo, gas o carbón).

Bajo el argumento de buscar mayor eficiencia al invertir en una hidroeléctrica, la Secretaría de Energía de la Nación, exigió sucesivamente nuevos estudios, lo cual insumió valioso tiempo, en el cual bien pudo estar construida el Proyecto Piray Guazú original, el cual se habría pagado solo con su generación. De esa forma se completaron sucesivamente siete proyectos hidroeléctricos, en un proceso de esfuerzos que pude conocer directamente, trabajando en la Gerencia Técnica de la Dirección General de Electricidad, en la cual, con esfuerzos y capacidades técnicas, se suplía la escasez de recursos y de tecnología. Por ejemplo, los planos que hoy se hacen computarizados, eran dibujados a mano.

El séptimo proyecto, el de Urugua-Í resultó ser el de mayor potencia factible de construirse en los muchos cursos de agua interiores de esta provincia, bendecida por la naturaleza con ese abundante recurso.

Se formó una comisión tripartita, con representantes de la Secretaría de Energía de la Nación (SEN), EMSA (la empresa eléctrica provincial) y la Dirección General de Construcciones Eléctricas (DGCE, esta última con tres componentes, los experimentados ingenieros Robin y Lombardini, y quien suscribe). El objetivo de máxima que teníamos era aprobar las construcciones de dos hidroeléctricas, Urugua-Í y Piray Miní 2 – llamado cruce Ruta 20. EMSA tenía mentalidad pro termoeléctrica, al igual que los altos niveles de la Secretaría de Energía, buscando la aprobación de instalar un ciclo combinado de 60 MW (el primero en Argentina de esa tecnología), y otro térmico de mayor potencia. Después de largas y ríspidas jornadas, se logró imponer el proyecto UruguaÍ, pero no el Piray Miní 2, el cual se reemplazó por el ciclo combinado, del cual jugó a su favor que podría instalarse en el corto plazo. Ya antes, se habían instalado en Posadas dos turbinas de gas (de muy altos consumos), una Brown Boveri usada, de poco más de 10 MW teóricos, y después una nueva, Hitachi, de 20 MW, que pronto resultarían insuficientes ante el crecimiento de la demanda eléctrica provincial.

Luego de esas arduas negociaciones, pese a aprobarse Urugua-Í, en un informe posterior de la SEN, por un supuesto “error”, se omitió incluir a UruguaÍ, lo cual fue reclamado formalmente por la provincia.

El Plan Energético Provincial fue aprobado en 1980, pero el tiempo seguía pasando, jugando con ello a favor de los equipos térmicos, de más rápida instalación, pero costos operativos mucho mayores.

Con la vuelta de la democracia, el gobernador Barrios Arrechea logró comenzar Urugua-Í, en 1985. Esta hidroeléctrica, de 116 MW de potencia, tenía una capacidad equivalente al 120 % de la demanda provincial al momento de su aprobación, y con su puesta en funcionamiento, logró terminar con el monopolio termoeléctrico, de costosa generación, que incluía altos costos paralelos, como los del transporte de combustible, de 1.000 Km en camiones.

Alrededor del año 2000 se estudió el 8º proyecto hidroeléctrico en cursos de agua interiores, en este caso el Túnel del Urugua-Í, que aportando caudal permitirá triplicar la Generación Media Anual de esa hidroeléctrica, proyecto que el gran experto mundial de generación hidroeléctrica, el Dr. Ing. Giovanni Lombardi, consideró totalmente factible.

Antes, se había comenzado a construir la mega hidroeléctrica binacional Yacyretá, proceso que tuvo muchos avatares y demoras, siendo evidente que hubo intereses creados que pretendían dejar la obra sin terminar, sin las obras necesarias en ambas márgenes como las defensas costeras y otras de tipo urbanístico, por lo cual funcionaba a una cota 5 o 6 metros menor, lo que produjo desgaste acelerado de las turbinas por el fenómeno de cavitación. Con la derrota electoral del neoliberalismo en 2003, el nuevo gobierno tomó la decisión de terminar Yacyretá incluyendo un amplio plan de mejoras urbanísticas muy acentuadas en las localidades vinculadas a la nueva cota del río, en ambas márgenes, lo cual se hizo exitosamente, pasando la central a generar a la cota de diseño, y las transformaciones de Posadas, Encarnación y otras localidades en ambas márgenes, fueron muy positivas, concretándose obras que de otra forma tal vez nunca se habrían concretado… ni soñado. El mérito principal de esa exitosa terminación, correspondió al entonces Ministro de Planificación, Arq. Julio De Vido, y al Director Ejecutivo de Yacyretá, Arq. Oscar Thomas, quienes claramente se sobrepusieron a las presiones del establishment termoeléctrico, que sutilmente pretendía dejar inconclusa la monumental obra, y a las localidades vinculadas sin las necesarias compensaciones en infraestructura.

Pero el establishment ultra conservador que tras bambalinas busca impedir el desarrollo, castiga con persecuciones a quienes no se allanan a sus presiones, costándole encarcelamientos claramente vengativos, a los dos responsables de la exitosa terminación de Yacyretá.

Entre muchas iniciativas positivas concretadas recientemente, cabe destacar la inversión en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Posadas, restando instalar la manga de acceso y otras mejoras menores; siendo además muy importante que hayamos vuelto a tener un puerto operativo en esta capital y el renacimiento de los fletes fluviales, lo que tiene enorme importancia estratégica y gran potencial multiplicador.

Faltan completar las autovías, en los tramos Paso De Los Libres-San José, terminar el tramo parcialmente hecho de San José-Posadas, y completar lo restante del largo tramo Posadas-Iguazú. Pero la gran obra a concretar, es la Hidroeléctrica Corpus, que asegurará la provisión por largo tiempo, de Energía de Base, económica, limpia, y con gran efecto multiplicador, incluyendo en ello las importantes regalías que debe percibir esta provincia.

Claro que habrá que enfrentar al poderoso lobby pro termoeléctrico, el cual tiene como funcionales fuerzas de choque, a entusiastas y desinformados ecologistas, además de militantes difusores del ecoterrorismo, como son los ecólatras y puntuales ecópatas proclives a acciones de fuertes impactos mediáticos, en las que la verdad y las fundamentaciones sólidas brillan por sus ausencias.

¡Pero el desarrollo socio económico bien vale el esfuerzo para concretar esta muy importante obra, de gran significación geopolítica, social y económica!

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