Por Rubén Lasagno (Agencia OPI Santa Cruz).-

Después de tener que explicar en varios medios nacionales las razones de lo que a mi entender ocurre hoy en la provincia de Santa Cruz, me veo en la obligación de plasmar mi opinión en un par de líneas, para expresar el porqué de esta debacle que se ha precipitado como las siete plagas de Egipto, sobre una Santa Cruz que se mostraba desordenada, pero más o menos en marcha, hoy vemos, que hacia ningún lado. Hoy no hay metas, ni horizonte. El motivo: los kirchneristas pensaron ser eternos y que tenían cuatro años más de fiesta paga por todos los argentinos.

¿Cómo está hoy la provincia de Santa Cruz?, es la pregunta más recurrente que suelen hacerme algunos medios nacionales, cuando llaman para que les contemos la situación socio política de Santa Cruz; e inmediatamente disparan la segunda gran pregunta ¿Y cómo llegaron a esto? Y allí, debo tomar aire, respirar profundamente, alinear el pensamiento, recalcular el argumento y simplificar a los tiempos de la radio, una explicación tan difícil como sencilla, aunque resulte un contrasentido, porque se puede enunciar en pocas palabras (la parte sencilla), pero para argumentar ese pequeño enunciado, hacen falta muchas horas de conversación y explicaciones bastante complicadas.

La explicación sencilla se resume de la siguiente manera; estamos así y llegamos a esto, porque el kirchnerismo actuó sin red, en la seguridad de que ganaría Daniel Scioli y ante esa eventualidad, nada cambiaría, más allá de algunos pequeños “ajustes” que deberían hacer con el nuevo presidente, alguien a quien CFK no consideraba un elemento de culto y ni siquiera alguien a quien respetar. Dicho esto, el kirchnerismo no se preparó para perder y confió que darían el “sciolazo” a nivel nacional, pero lo sorprendió el voto de la mitad del país y un poco más, que hartos de estar hartos, motivaron un cambio; muchos, en contra de sus propias convicciones políticas y salvando las distancias conceptuales y doctrinarias con el liberalismo PRO, generaron el “macricazo”, que truncó las aspiraciones de poder K, el continuismo del festival de fondos públicos y el fin de la fiesta iniciada en el año 2003.

Y cayeron todos los castillos de naipes. Aquellos negocios, estructuras y proyectos, sustentados por fondos públicos, armados para ocultar el robo de dinero del Estado, bajo justificaciones a veces loables y bien intencionadas, se desplomaron ante un sismo que comenzó a sacudir la estantería del negociado K, el mismo día en que el ballotage le demostraba a la entonces presidenta, que rememorando aquel inexorable axioma “se puede mentir a pocos mucho tiempo, pero no se puede mentir a muchos todo el tiempo”, al relato se le caía la careta y lo único visible, palpable y creíble, era la realidad: el kirchnerismo debía dejar el poder.

Todo lo que vino inmediatamente después, como la infantil actitud de la ex presidenta de no entregar el bastón de mando y la banda al nuevo mandatario y hasta la estúpida resistencia de Sabbatella a salir de las oficinas de la AFCA, solo por poner aislados ejemplos, es un síntoma del síndrome de la “pérdida del sillón”. Junto con esta actitud de apropiación que desarrolló el kirchnerismo en 12 años, todos sus integrantes no pudieron deglutir la pérdida no solo del poder político, sino de las cajas. Y la reacción fue propia a la del niño a quien le quitan el chupetín.

Como esta debacle política nunca estuvo en los planes K, es que jamás existió un “Plan B”; no era necesario, porque el continuismo que Daniel Scioli le iba a dar vida al gran proyecto de seguir con los negocios, apropiándose de los fondos públicos y los negociados en marcha, le permitiría concentrar poder alrededor de la figura en retiro de CFK, quien seguiría ordenando los patitos desde El Calafate, con el invalorable apoyo del indestructible Zannini al lado del inefable Daniel Scioli, a quien le dolió más perder la presidencia que la amputación de su brazo.

Si todo estaba controlado, ¿para qué considerar un escenario que no se podría dar?. Y se dio. El escenario político del país cambió, debido al hartazgo de tanto atropello, corrupción, autoritarismo, injusticia, relato, inseguridad, narcotráfico y destrucción de las instituciones. Cuando el kirchnerismo (y particularmente la viuda) se enteraron cerca de las 22 horas de esa noche, que la segunda vuelta le había jugado en contra, a pesar (o tal vez por ello mismo) de la campaña sucia que desplegaron en contra de Macri, quedaron desnudos, en la orfandad, desconsolados, sorprendidos, pero a pesar de lo evidente, sin saber lo que en realidad les había pasado.

Como resultado de esta falta de Plan B, todos los negocios que seguían aceitados en Santa Cruz, cayeron ante el “parate” que operó sobre fondos que drenaban sin control y de alguna manera, una especie de venganza pública se instrumentó desde el gobierno de Macri, sobre la provincia que en 12 años fue la que más fondos recibió por habitante en el país y a pesar de todo, se encuentra en la miseria. Es que tampoco Macri piensa en los poquísimos 300 mil habitantes de Santa Cruz, irrelevantes en el voto y casi constituidos, a imagen y semejanza de la lacra política que avanzó inexorablemente, sobre el poder, mintiendo y arrasando todo a su paso, como un objeto de prioridades y lejos de aquel discurso componedor, el hoy presidente le hace un corte de manga al kirchnerismo, sin ver que en este barco hay muchos que nunca convalidaron sus políticas ni sus corrupciones.

Una cuenta injusta más, de esta enseñanza inacabable que nos deja la política y los políticos, entre quienes cada vez que se pelean, las consecuencias la paga el pueblo y cuando están muy amigables, también.

Efecto “dominó”

Caído el imperio, abandonadas las cajas y sin poder para doblar la luz, el kirchnerismo se replegó hacia el único reducto de vida que le quedaba, la placenta donde había sido concebido: Santa Cruz. Pero no le fue fácil. Para ello, CFK, Alicia Kirchner y los diputados provinciales del palo, debieron defecar sobre la constitución provincial y aprobar una ilegal Ley de lemas para gobernador. Concluido el nuevo ilícito, al que tan bien ha respondido la Corte Suprema de Justicia que supo guardar un apreciable silencio sobre la inconstitucionalidad de la medida, solo restaba movilizar las bases, la militancia y recibir los favores del propio Peralta, que abonó con su caudal de 25/30 mil votos, la esperanza de que Alicia se quedara con Santa Cruz, como tantas veces había querido.

Pero el sabor de “victoria” no era completo, porque al perder nación, no solo se trastocaban los planes para seguir robando deliberadamente en el eje “Nación-Provincia” (los principales municipios ya los tenían perdidos), sino que la lluvia de saliva que había tirado hacia arriba el kirchnerismo, le caería sobre el rostro de Alicia, ya que sin fondos, sin poder político, sin decisiones de las cajas y sin que su cuñada pudiera seguir ordenando más que su casa en calle Mascarello, la gestión de la nueva gobernadora, se teñía de incertidumbre y se plagaba de nubarrones negros.

Es así como el kirchnerismo entró en Santa Cruz, desnudo y sin margen de maniobra. Se le terminaron los discursos altisonantes y es una de las explicaciones para entender por qué el “triunfo” de Alicia Kirchner no se vivió desde adentro del mundo K, como una victoria que merecía múltiples actos y relatos épicos por parte de la gobernadora electa, quien llegó a casa de gobierno, montada en los recuerdos de su hermano y lo bien que dejaron la provincia, en manos de impresentables como Acevedo, Sancho, Peralta y asociados, que bien tratan de desconocer cuando pueden, pero haciendo abstracción del pequeño detalle que fueron gobernadores puestos, acompañados, apoyados y apañados por ellos mismos.

A Lázaro Báez se le cayó la obra pública y los propios amigos que mandaban la plata le negaron los últimos millones, porque no había repartido bien las partidas que entraron por el Banco Nación en los últimos 8 meses. Claro, si la fiesta seguía, Báez hubiera continuado haciendo la bicicleta con las partidas, pagando a cuentagotas, acomodando saldos, enviando algunos retornos, arreglando “ampliaciones por mayores costos”, logrando moratorias millonarias con la AFIP, etc, pero como el hilo se cortó sin aviso previo (al menos no previsto por ellos mismos), los obradores quedaron inactivos, las máquinas ociosas, las rutas sin terminar y 1.700 personas deambulando por Santa Cruz tratando de cobrar los últimos pesos por su trabajo.

A YCRT se le vino la noche. Como era de esperar la Intervención cambió de mano, se destacó una auditoría, empezaron a encontrar miles de irregularidades, negocios, negociados, kioscos de los más variados, corrupción por donde se mire, millonarios contratos con la UTN, una Unidad Básica K y al detenerse, una empresa que ya estaba detenida hacía más de un año, porque no produce ni un kilo de carbón, el cimbronazo se hizo sentir en el bolsillo de la gente, razón por lo cual sobrevinieron las protestas que hoy tienen sitiado al yacimiento.

La Termousina, otra obra eterna, sumidero de miles de millones de pesos, con una constructora aliada a los negocios del kirchnerismo (Isolux Corsán), de pronto se encontró que alguien advirtió que allí había negocios espurios y sencillamente cortó los fondos de las últimas certificaciones pedidas por la empresa española y ¿Qué hizo la multinacional?; simple y concreto: desactivó la obra, y puso en la calle más de 1.200 personas.

Las represas sobre el río Santa Cruz, era tal vez la joya de la familia (Kirchner) y constituía la gran caja que, lamentablemente, el kirchnerismo debió compartir con los chinos, porque su construcción superaba ampliamente las posibilidades operativas del amigo Lázaro, aunque muchos esfuerzos hicieron en ese sentido, alterando, forzando, simulando y falseando documentación y licitaciones sucesivas, para ver si con alguna maniobra magistral de los líderes de la banda K (léase Julio de Vido, Zannini, etc) la megaobra podía ser controlada, en su mayoría, por “capitales nacionales”; Ergo: las empresas amigas que se nutrían del gobierno y al cual le aportaban los convenientes retornos (Austral Construcciones, Electroingeniería, empresas de Cristóbal López, etc).

A pesar de las transas y las cláusulas secretas y de haberse “comido” unos 400 millones de dólares, aproximadamente, la decisión del gobierno nacional de congelar los fondos hasta que se revisen los contratos binacionales, es más que una acción fundada en el criterio y la normalidad. Este frenado de golpe y sin aviso, generó un sismo dentro de la UTE patagónica y ante la eventualidad de que no llegaran más fondos, Electroingeniería dejó de pagar a proveedores y personal, dejando a más de 600 personas en la incertidumbre de su futuro y en la población, la esperanza de que algún día, se construya “la Yacyretá” del kirchnerismo, de lo cual -hasta el momento y a pesar de los discursos de transparencia del macrismo- no sabemos nada.

Ahora debemos escuchar mensajes plagados de preocupación de adalides del progreso santacruceño como Pablo González, Matías Mazú, Jaime Álvarez, Máximo Kirchner (y sigue la lista), preocupados por la gente que queda en la calle y pretendiendo “presionar” al gobierno nacional para que las obras continúen, pretendiendo que no se investigue y “a lo pasado pisado”, tal como alega el dicho popular, como forma de esconder bajo la alfombra 12 años de robo, malversación de fondos públicos, corrupción y desidia total por el bienestar de la provincia.

Cuando se conozca (si algún día se conoce) lo que ha pasado en la provincia de Santa Cruz, con estos monumentos a la corrupción en la década ganada, se podrá explicar claramente por qué estamos hoy así. Por qué hay un déficit de 450 millones de pesos por mes, 3.500 personas de la UOCRA desocupadas, sin producción, sin lana, sin campo, sin reservas, con un estado sobredimensionado y con los recursos dilapidados. Estamos en una provincia quebrada, según la explicación de la propia gobernadora, quien, haciendo uso de la amnesia temporal y selectiva contagiada a los nombrados más arriba, quienes hoy lloran sobre la leche derramada pidiendo justicia, inversiones y trabajo, no recuerdan que la situación actual es el resultado de tantos años de abandono e indiferencia por parte de los mismos actores, hacia la sociedad de Santa Cruz, a la cual olvidaron en función de los negocios que tenían y de un proyecto a muy largo plazo que se habían trazado, sin prever que en algún momento, la fiesta se iba a terminar. La joda se terminó y ahora empieza otra realidad. En tanto, Alicia Kirchner, insiste en que es una provincia “quebrada”, pero al mismo tiempo, oculta los números porque sabe que, de abrir el juego, se autoinculparían irremediablemente.

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