Por Germán Gorraiz López.-

El primer día, las élites dijeron: “Creemos una nueva religión con el Hedonismo como dios y el nihilismo como profeta y establezcamos una lengua universal para asegurar la comunicación instantánea entre los ciudadanos del mundo”.

El segundo día, las élites dijeron: “Inoculemos en la población el consumismo compulsivo de bienes materiales y que surja la globalización económica para satisfacer su consumo dependencia”.

El tercer día, las élites dijeron: “Procedamos al consumo desbocado de materias primas y energías fósiles para mantener la maquinaria productiva e ignoremos la deforestación, la desbocada contaminación y la basura que generarán”.

El cuarto día, las élites dijeron: “Acabemos con los lazos afectivos de la estructura familiar mediante la incomunicación padres-hijos y el internamiento de los abuelos en residencias asépticas”.

El quinto día, las élites dijeron: “Creemos las redes sociales para destruir los lazos de solidaridad ciudadana y las fake news para desorientarlo y sumirlo en la duda existencial”.

El sexto día, las élites dijeron: “Implementemos la manipulación cibernética para monitorizar las comunicaciones de los ciudadanos a través de sus metadatos y evitar el despertar universal de la conciencia política de las masas”.

“El séptimo día vieron las élites todo lo que habían hecho; comprobaron que todo ello era bueno y decidieron descansar y gozar de su creación”.

Sin embargo, un buen día, la Arcadia idílica de la sociedad global empezó a oscilar en sus valores y las piezas de su puzzle perfecto dejaron de encajar. La lengua común ya no servía para comunicarse; algo chirriaba en el libre intercambio de mercancías; el aire se tornó irrespirable, los mares empezaron a regurgitar la basura humana y sequías e inundaciones se sucedían con periodicidad rítmica.

Pero lo más desconcertante estaba por llegar…

Una pandemia viral se extendió por todo el orbe, algo impredecible que se escapaba a la miope visión que únicamente podían esbozar los ojos ante hechos que se escapaban de los parámetros conocidos. Inevitablemente, la sociedad recurrió al “efecto mariposa” para intentar explicar la vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que iban configurando el puzzle inconexo del caos ordenado que se estaba gestando.

A continuación, al comprobar los estragos del coronavirus y la posterior entrada en recesión de las economías, la sociedad sufrió un shock traumático que le obligó a realizar una profunda catarsis y metanoia que harían revisar los fundamentos que hasta ahora lo sustentaban.

Así, el imaginario colectivo adoptó una nueva forma de pensar y una actitud proactiva ante la irrupción del nuevo escenario pandémico que provocó la búsqueda de una nueva utopía tras el hundimiento de la torre de la globalización universal.

Finalmente, surgió un nuevo individuo (individuo multidimensional) reafirmado en una sólida conciencia crítica y sustentado en valores como la solidaridad, el desarrollo sostenible y el respeto por el medio ambiente que habitó la Tierra en el escenario post coronavirus.

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