Por Mario Meneghini.-

Esta encíclica “se agrega al Magisterio social de la Iglesia”, de acuerdo a lo que expresa el Papa Francisco en el párrafo 15 del documento. Por lo tanto: “En cuanto parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma dignidad y tiene la misma autoridad de tal enseñanza. Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles”.

Ahora bien, “El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocados”. En el documento analizado, tanto en la introducción como en cinco de los capítulos (2 a 6), se resume y actualiza la doctrina católica sobre el tema ecológico, que fue desarrollada por Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, manteniendo la continuidad en la enseñanza.

Los especialistas en doctrina social advierten que, en cada documento, es necesario distinguir lo doctrinal de lo prudencial. Únicamente los principios y conceptos que se encuentran en varios documentos y sucesivos papas, es decir cuando existe continuidad, puede afirmarse la autenticidad de la doctrina. Pero, además de enunciar principios, las encíclicas hacen referencias de tipo prudencial, es decir, aplicaciones a situaciones o ejemplos particulares. “En estos aspectos prudenciales, resultaría posible cierta inadecuación o confusión por parte del Pontífice, pues en materia tan compleja no compromete al Magisterio como tal”. Es decir, que la evaluación de una problemática concreta puede ser errónea; puede haber párrafos que susciten dudas y hasta objeciones.

El Capítulo Primero de la Encíclica: Lo que le está pasando a nuestra casa, contiene un diagnóstico de la realidad ambiental del mundo. A diferencia del resto del documento, y a lo que es habitual en el magisterio pontificio, la mayor parte de los datos consignados, en 10 páginas -párrafos 17 a 30-, no presentan referencias al pie de página. De modo que no se detalla la fuente de dichos datos; pero es lícito deducir que provienen de un organismo de las Naciones Unidas, denominado Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

La actividad de dicho organismo ha merecido críticas en el ámbito científico, desde la famosa Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992. Como se trata de una cuestión prudencial, consideramos que a esta parte del documento pontificio, corresponde analizarlo a la luz del párrafo 61 de la encíclica:

“Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva, y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones”.

Citamos a continuación algunos antecedentes sobre las discrepancias indicadas:

Con motivo de esa reunión internacional de 1992, un grupo de científicos e intelectuales firmaron el Llamamiento de Heidelberg, que desde entonces, ha sido suscripto por 4.000 personas, de 106 países, incluidos 72 premios Nobel.

En 1997, a raíz del Protocolo de Kyoto, que promovió la reducción de los llamados gases de invernadero, surgió la declaración de Oregón, firmada por 10.000 científicos, que manifestaron que dicho tratado “está basado, en nuestra opinión, en ideas fallidas”. Encabeza las firmas Frederik Steitz, Presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

En diciembre de 2008, se publicó el Reporte del Senado de Estados Unidos sobre el calentamiento global originado por el hombre, rebatiendo las tesis del Panel Intergubernamental sobre el Calentamiento Global, firmado por 650 científicos.

El 27 de abril de este año, ante el anuncio de la inminente aparición de la encíclica papal, un grupo de científicos e intelectuales dirigieron una Carta abierta al Papa Francisco, encabezada con la firma de Michael Asten, profesor de Geofísica, de Australia. En total, ha sido firmada por 196 personas, hasta la fecha (12-7-2015).

El Llamamiento de Heidelberg manifiesta:

“…en los albores del siglo veintiuno, nos preocupa sobremanera la emergencia de una ideología irracional que se opone al progreso científico e industrial, y obstaculiza el desarrollo económico y social”.

“…deseamos poner en guardia a las autoridades responsables del destino de nuestro planeta contra las decisiones fundadas en argumentos seudocientíficos o en datos falsos o que no vienen al caso”.

Citaremos cuatro párrafos de la encíclica, y expresiones que contradicen o aclaran lo afirmado en ellos.

Párrafo 23: “El clima es un bien común, de todos y para todos. (…) Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. (…) Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana. (…) Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles…”.

La Carta Abierta mencionada, sostiene lo siguiente:

“La evidencia empírica sugiere que el uso de combustibles fósiles no causará un calentamiento catastrófico”.

“Los modelos climáticos computados del efecto del calentamiento causado por una mayor cantidad de dióxido de carbono atmosférico son la base para ese miedo. Sin embargo, para que los modelos contribuyan válidamente a la toma de decisiones, tienen que estar subordinados a los datos, y se ha producido una creciente divergencia entre las observaciones de temperatura reales y las simulaciones de los modelos. En promedio, los modelos simulan más del doble del calentamiento observado …”.

“El método científico exige que las teorías sean probadas por medio de la observación empírica. Por esa prueba, los modelos están equivocados. Por lo tanto, no proporcionan ninguna base racional para predecir el calentamiento global inducido por el hombre, y por lo tanto ninguna base racional para el esfuerzo por reducir el calentamiento mediante la restricción del uso de combustibles fósiles o de cualquier otro medio”.

Ivar Giaever, premio Nobel de Física (1973), renunció a la American Physical Society en 2011 por discrepar con la tesis del calentamiento global antropogénico (producido por la actividad humana). Sostiene que el aumento de la temperatura promedio en 100 años, es de 0,8 grados Kelvin, es decir, sólo un 0,3%

Párrafo 28: “El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana (…).

Párrafo 31: “(…) Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia”.

Sobre este tema, Frederk Segerfeld informa que la precipitación pluvial anual sobre la tierra firme, es de 133.500 kilómetros cúbicos, de la que se evaporan 72.000, lo que deja un saldo de 61.500 kilómetros cúbicos. Esto significa que están disponibles en el planeta -sin contar otras fuentes de agua- 19.000 litros por día por persona.

A su vez, el consultor Jo-Shing Yang comenta que el Acuífero Guaraní, considerado el mayor del planeta, cubre 1.200.000 kilómetros cuadrados, con 40.000 kilómetros cúbicos de agua fresca potable, que permitiría abastecer al mundo por 200 años.

El párrafo 48 trata otra cuestión: “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan solo a proponer una reducción de la natalidad. (…) Pero, si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario”.

Este párrafo enfrenta la tesis de la explosión demográfica, que exigiría adoptar medidas drásticas para evitar el incremento de población que afectaría la vida humana, al contribuir a la contaminación ambiental. Es la actualización de la teoría de Thomas Malthus, pastor inglés que en 1798, alertó que la población aumentaba en proporción geométrica, mientras los recursos solo crecían en proporción aritmética. Un libro de Giovanni Sartori exhibe esta postura:

“Como cualquier persona de inteligencia libre y normal (libre de anteojeras ideológicas o religiosas) entiende muy bien, nuestro problema es de explosión demográfica; de lo que se deduce que para sobrevivir como género humano tenemos que bloquearla”. “La caída de los nacimientos que se produce en los países desarrollados no se explica por causas naturales, sino por las prácticas contraceptivas que la Iglesia condena como antinaturales. La naturaleza nunca ha parado el crecimiento de los humanos”.

En realidad, las proyecciones actuales de Naciones Unidas muestran que la población actual de 7.000 millones, se está estabilizando, y llegaría en el 2050 a 9.600 millones, y en el 2.100 a 10.900 millones.

Si se mantiene el problema del hambre y otras necesidades insatisfechas en el mundo, ello no se debe al incremento demográfico, sino a motivos económicos y políticos que impiden una adecuada administración y distribución de los recursos. Ya en 1974 el premio Nobel de economía Colin Clark, de la universidad de Oxford (El mito de la explosión demográfica) calculaba que, utilizando la moderna tecnología agrícola en la mitad de los terrenos fértiles disponibles en el mundo, se podría producir suficiente alimento para 35 mil millones de personas. Por su parte, Roger Revelle, de la universidad de Harvard, actualizó la estimación de los recursos mundiales, concluyendo que se pueden producir alimentos de 2.500 calorías per capita por día para 40.000 millones de personas.

Con respecto al tema demográfico, sobre el que Laudato Si’ ratifica la posición de los Papas anteriores, ha llamado la atención que se haya invitado a participar en la presentación de la encíclica el 18 de junio en el Vaticano, a un científico alemán que defiende la tesis de la explosión demográfica. El profesor John Schellnhuber, que fue incorporado a la Academia Pontificia de Ciencias, afirmó en un artículo publicado en el New York Times, que las investigaciones sobre el calentamiento global han permitido estimar la capacidad de carga del planeta, que debe estar por debajo de los 1.000 millones de personas. Como de ese dato surge que el planeta tiene una sobrepoblación de 6.000 millones de personas, ha propuesto una forma de gobierno mundial, que debería encarar las medidas necesarias para solucionar los problemas actuales.

Lo expresado se vincula al hecho de que en las Naciones Unidas, desde hace tiempo, influye un enfoque ecologista: “Se debe recordar la indiscutible verdad de que los recursos disponibles y el espacio de la tierra son limitados”. La aspiración de la UNESCO es que una nueva ética universal de vida sostenible informe no sólo a los países sino también a los individuos: “la decisión de tener una familia grande o pequeña tiene consecuencias en toda la sociedad nacional e internacional, es imperativo moral de los estados, fomentar una familia pequeña”.

En el breve comentario realizado, como estudiosos de la doctrina social católica, hemos ejercido el derecho a manifestar nuestro criterio, en materia opinable.

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