Por Juan Manuel Otero.-

Mi homenaje al pueblo cubano

Dejemos por un momento a Fidel Castro a un costado y pensemos un poco en el sufrido pueblo cubano.

Hace poco más de un siglo Cuba era la última pertenencia española en América. Y dados los tiempos de independencia que corrían por el continente, la Corona y los súbditos estaban preparando una pacífica y cálida despedida… la Libertad cubana estaba a las puertas.

Pero un “simple” detalle mercantil estaba al acecho para bloquear la consensuada apertura: La mayor riqueza de la isla era la explotación de la caña de azúcar, los grandes ingenios estaban en manos de consorcios norteamericanos y la inminente independencia cubana llevaría implícita la nacionalización de los mismos.

Los sucesos posteriores son dignos de una novela de espionaje. Estados Unidos no podía permitir la pérdida de semejantes fuentes de ingresos, tampoco que un país “neutral” bloqueara su salida al mundo, dado que el puerto más importante a esos años era Nueva Orleans en la desembocadura del Mississippi, que en su extenso recorrido recogía los frutos del país para su exportación. (Pocos años después Estados Unidos forzó la independencia de la provincia Colombiana de Panamá a cambio de controlar por un siglo el Canal y facilitar su llegada a oriente, Tratado Hay-Bunau-Varilla, 18/11/1903)

Fue así que su servicio secreto maquinó una trampa mortal para las aspiraciones independentistas de los isleños.

El acorazado “Maine”, surto en el puerto de La Habana, voló por los aires la mañana del 15 de febrero de 1898, lo que dio lugar a que Estados Unidos, sin permitir peritajes neutrales de ninguna especie, responsabilizara a España y le declarara la guerra con el conocido resultado de la absoluta derrota hispana. A la concientización del pueblo estadounidense, exigiendo la declaración de guerra, influyó, a través de sus cadenas de periódicos sensacionalistas, el magnate William Randolph Hearst… “remember the Maine to hell with Spain” era su arenga bélica.

Finalmente, derrotada España, el 10 de diciembre de 1898 se firmó en París el Tratado de Paz cuyos primeros artículos son del siguiente tenor:

Artículo I

España renuncia todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, los Estados Unidos mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla, les impone el Derecho Internacional, para la protección de vidas y haciendas.

Artículo II

España entrega a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la Isla de Guam en el Archipiélago de las Marianas o Ladrones.

Artículo III

España entrega a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las Islas Filipinas, que comprende las islas situadas dentro de las líneas siguientes… Siguen las coordenadas filipinas…

Cuba no pudo siquiera dictarse su propia Constitución, dado que la misma fue redactada en Washington, desde donde por décadas manejaron gobiernos títeres en la isla.

Pasado más de medio siglo del hundimiento del Maine, el almirante H. G. Rickover, jefe de la División Nuclear de la Armada estadounidense, llevó a cabo una profunda investigación que dio como resultado que España no había sido responsable de la explosión.

Pero ya era demasiado tarde…

Y cuando finalmente los hermanos cubanos creyeron que con la caída y fuga de Fulgencio Batista acabarían sus pesares… Fidel, Raúl, Camilo, el Che y demás lacras se encargaron de prolongar sus pesadillas…

Van 120 años de penurias… Es hora que Cuba se ponga de pie, en paz y concordia por sus propios medios.

Dios así lo quiera.

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