Por Emilio J. Cárdenas.-

Sergio Galvarino Apablaza. Imagen: CaD.

Durante el reciente viaje de Mauricio Macri, todavía como presidente electo, a la vecina Chile, donde se entrevistó tempranamente con Michelle Bachelet, la agenda incluyó un tema particularmente delicado: la situación de Galvarino Sergio Apablaza como refugiado político en la Argentina.

Chile lo busca desde hace rato para interrogarlo, acusado de haber posiblemente participado tanto en el secuestro de Christian Edwards, empresario vinculado al diario El Mercurio, como en el cobarde asesinato del senador Jaime Guzmán, uno de los fundadores de la Unión Democrática Independiente, hoy uno de los principales partidos de la oposición trasandina.

Hasta ahora, Galvarino Sergio Apablaza ha estado viviendo en la más completa impunidad en nuestro país, desde que el gobierno nacional denegara no hace mucho su extradición a Chile. Pretendidamente porque el poder judicial chileno no sería “garantía suficiente” para evitar lo que se denominó como una “persecución política” contra Apablaza.

Pero Chile -con razón- no ceja en su empeño por tratar de apresar a Apablaza y llevarlo ante sus tribunales para investigar los terribles -y aberrantes- hechos de los que se lo acusa concretamente. Ocurre que Apablaza ya no tendrá a su favor la enorme influencia que tuviera durante la gestión presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, durante la cual su actual pareja trabajara en la propia Casa Rosada. Cerca, muy cerca de la presidente.

En los años 80, Apablaza militó, recordemos, en el llamado “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”, en ese entonces una suerte de brazo armado del Partido Comunista de Chile. Para luego liderarlo personalmente.

Después participó en el sandinismo, en Nicaragua. De donde regresó clandestinamente a Chile. Para luego ingresar a la Argentina, preocupado por su futuro.

En el 2004, Apablaza fue detenido en nuestro país mientras conducía una lujosa camioneta Pathfinder, en la ruta 7. Seis años después, tras una larga batalla legal, la extradición de Apablaza fue finalmente concedida por nuestra Suprema Corte de Justicia. Era realmente de cajón.

Para evitarla precisamente, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner le otorgó el carácter de refugiado político. Para ello Apablaza contó con los servicios de un activo abogado de la izquierda radical, Rodolfo Yanzón, quien le garantizó públicamente -no hace mucho- que, de ganar Macri, Apablaza (el llamado “Comandante Salvador”, que había vivido entre nosotros con una identidad falsa, la de Héctor Mondaca) no tendría en modo alguno necesidad de salir de la Argentina como consecuencia del cambio de gobierno y de signo político.

Lo cierto es que presumiblemente una nueva batalla legal se acerca para un ahora bastante inquieto Apablaza. De su resultado dependerá la situación del ex líder frentista chileno. Su libertad y su eventual permanencia o expulsión de Argentina.

Para el mencionado Yanzón, el tema no pasa por una posible decisión del nuevo gobierno, sino por el ACNUR (ONU) y la Comisión sobre los Refugiados (CONARE). No es político, sino técnico, dice.

Más allá de la suerte que eventualmente le pueda esperar al mencionado Apablaza, respecto de quien Chile -es muy obvio- sigue vivamente interesado, por la responsabilidad que pudiera haberle cabido en los crímenes que investiga la justicia trasandina, para la Argentina se trata de poder salir de una situación embarazosa, que no le hace nada bien a nuestro país, la de tener ante el mundo la complicada imagen de ser un efectivo “santuario” para los refugiados de la extrema izquierda que lleguen a nuestra tierra. Que brinda inmunidad por razones ideológicas. Lo que está muy lejos de ser lo ideal.

Habrá que esperar, pero lo cierto es que el caso Apablaza no parece estar definitivamente cerrado desde que seguramente será objeto de alguna revisión a la luz de la insistencia del gobierno de Chile en lograr su extradición, la cual alguna vez fuera concedida por nuestro país, para luego resultar frustrada por la bendición política que Cristina Fernández de Kirchner brindara a Apablaza.

Apablaza seguramente medita si lo que le conviene es permanecer entre nosotros o elegir rápidamente otro “refugio” que le permita seguir lo más lejos posible del alcance de la excelente justicia chilena. Pronto sabremos cual puede ser el proceso que se reinicie, o no, en su respecto. Y cual puede ser su final, en su caso. (EDE)

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