Por Jorge Azar Gómez.-

Ayer, 8 de marzo de 2020, en Uruguay se celebraba de distintas maneras el Día de la Mujer Trabajadora.

Unas lo ignoraban y no se sentían representadas, otras se dedicaron a organizar y participar de una manifestación, que se caracterizó por los agravios y los insultos, al hombre, a la Iglesia, a las instituciones y a todo que se les presentaba delante.

Se olvidaron que era el Día de la mujer TRABAJADORA, no de cualquier mujer.

Mientras ese grupo de energúmenas desfilaba por 18 de Julio, cuyo grito de guerra era el insulto al hombre, a la Iglesia y a la bragueta, Lucía Topolansky, a su manera, recordaba su 8 de marzo de 1970, escribiéndoles esta carta privada a sus compañeras en la carrera criminal de los 70:

«Hace cincuenta años tenía veinticinco. También era domingo y era un 8 de marzo».

«Estaba hacía meses presa en la cárcel de Cabildo, un reducto del siglo XIX que alojaba a las mujeres en el Uruguay de entonces»

«Un lugar olvidado de las reformas batllistas, «gobernado por las Hermanas del Buen Pastor y que ofrecía misa dominical para las internas».

«Tomar ese olvido, ese ninguneo, esa discriminación fue la estrategia y ese 8 de marzo de 1970 nos fugamos por la capilla del establecimiento, abierta al público para la misa, diez minutos antes de que comenzara, trece presas políticas».

«Salú, Martha, Emilia, Julia, Miryam, Pelusa, Cristina, Yessie, Elida, Olguita, Nidia, Teresita, Ñata.

La Parda (Topolansky)».

Ha pasado el tiempo, se han puesto viejas y siguen sin olvidar y siguen con rencor.

No vamos a tener otra oportunidad de vencerlos por las armas cuando las tomen, es momento de ser firmes y aplicar todas las medidas que estén en la Constitución para frenar el conocido ataque terrorista de esta gente.

Recordemos que a las instituciones con dignidad, no se les acorrala.

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