Por Guillermo Cherashny.-

Después de varios días del aterrizaje del avión venezolano-iraní, está claro que la automotriz Volkswagen y la autopartista francesa Faurecia encargaron a México asientos y panel del modelo Taos que se fabrica en la Argentina pero la contratación con una empresa internacional de cargas que alquiló el boeing 747 de Emtrasur resultó muy costosa para un gobierno que decidió ser abogado defensor de Cuba, Nicaragua y Venezuela en el ámbito de las Américas. Pero el régimen de Maduro no sólo es una dictadura que no registra ningún avance democrático -como nos quiere convencer nuestro presidente- sino que mantiene una alianza estratégica con el régimen teocrático de Irán, que esta semana apagó las cámaras que fiscalizan su desarrollo nuclear y, desde Teherán, Nicolás Maduro felicitó a AF por quejarse ante Biden por no invitar a esa dictadura caribeña. En ese contexto aterrizó el avión de Emtrasur para traer repuestos de autos.

En cualquier otro país de América Latina, ante una alarma del Tesoro de Estados Unidos hubiera aterrizado y no pasaba nada o bien no se lo dejaba aterrizar. Pero en nuestros país, con dos atentados de Hezbollah, es un verdadero problema y mucho más después de la defensa de Venezuela en Los Ángeles, el gobierno paga cara su desastrosa y sospechosa política exterior. Es más, el avión de Emtrasur, desde que su matrícula venezolana, viajó varias veces este año a Teherán, Moscú y aliados de esos dos países, es decir too much para las veleidades de un presidente argentino que se autopercibe como líder regional.

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