Por Germán Gorraiz López.-

Tras la consumación del Brexit, la hipotética salida de Alemania del Euro provocaría el finiquito de la Eurozona y la gestación de una nueva cartografía económica europea que supondrá el retorno a los compartimentos económicos estancos y el triunfo de EEUU al conseguir la plena balcanización de Europa.

¿Salida de Alemania del Euro?

Según señala Joel Kotkin en la revista Forbes, durante décadas, “los países del Norte (Alemania, Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Finlandia y Reino Unido), han compensado las muy bajas tasas de fecundidad y la disminución de la demanda interna con la llegada de inmigrantes y la creación de economías de orientación exportadora altamente productivas”.

Así, siguiendo la doctrina del Schuldenbremse (freno a la deuda) que Alemania introdujo en su Constitución en 2009 con el objetivo ineludible de que “cada generación se pague sus gastos y no consuma los impuestos que pagarán sus hijos en forma de deuda”, Alemania habría conseguido sucesivos superávit económicos en el último quinquenio facilitado por unos tipos de interés negativos implementados por el BCE.

Sin embargo, Charles Dumas del Lombard Street Research London, sostiene “que la pertenencia al euro ha alentado a Alemania hacia una costosa estrategia mercantilista a expensas del consumo interno y la productividad de la economía pero ahora la cura necesaria para los males de la eurozona impondrá una mayor inflación en Alemania, prolongadas recesiones deflacionarias en importantes mercados de la eurozona, y continuas transferencias de recursos oficiales hacia sus socios”.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) urgió en el 2010 a las autoridades de Alemania a que implementaran políticas para “estimular el crecimiento de la demanda interna pues ello tendría importantes efectos beneficiosos de contagio tanto en la eurozona como a nivel global”, pues el crecimiento del consumo interno alemán podría ser el salvavidas alemán frente a la recesión. Sin embargo, la Constitución alemana considera equilibrado un presupuesto cuando se logra un déficit federal equivalente al 0,35% del PIB, siguiendo la doctrina del Schuldenbremse (freno a la deuda) que Alemania introdujo en su Constitución en 2009 con el objetivo ineludible de que “cada generación se pague sus gastos y no consuma los impuestos que pagarán sus hijos en forma de deuda”.

Así, Alemania habría conseguido sucesivos superávit económicos en el último quinquenio con un descenso en el ejercicio 2021 del 4% (superávit de cerca de 173.000 millones €) debido a que los tipos de interés cero o negativos implementados por el BCE exigían menos montante para el pago de la deuda pública (equivalente al 60% del PIB) que le permitieron acumular reservas para afrontar la crisis socio-económica derivada del COVID-19 con un impulso masivo de las inversiones estimado en 20.000 millones € para relanzar la economía.

Sin embargo, la subida de tipos de interés del BCE aunado con la galopante inflación provocarán en Alemania el estancamiento de los salarios reales, ajustes fiscales y una severa contracción del consumo interno que provocará la entrada en recesión en el 2023, por lo que en palabras de Charles Dumas de Lombard Street Research London “volver a un apreciado marco alemán exprimiría ganancias, aumentaría la productividad y elevaría los ingresos reales de los consumidores, pues en lugar de prestar los superávits del ahorro a los países periféricos, los alemanes podrían disfrutar de mejores niveles de vida en su país”.

La nueva cartografía europea

La hipotética salida de Alemania del Euro supondría el principio del finiquito de la Eurozona y la gestación de una nueva cartografía económica europea que supondrá el retorno a los compartimentos económicos estancos y el triunfo de EEUU al conseguir la balcanización de Europa.

Así, asistiremos a la reconversión de la actual Eurozona en la Europa de los Seis (Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Austria), quedando el resto de países europeos periféricos (Portugal, España, Italia, Irlanda, Grecia, Eslovenia, Malta y Chipre), gravitando en sus anillos orbitales, viéndose obligados a retornar a sus monedas nacionales y sufrir la subsiguiente depreciación de las mismas.

Los países periféricos europeos no habrían desarrollado unas fuertes economías que compensen su desvanecimiento demográfico al basar su economía en la llamada “dieta mediterránea” cuyos ingredientes principales eran el boom urbanístico, el turismo y el consumo interno que creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva y precio desorbitado pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa al estar hipotecados por unas Deudas Públicas exorbitantes.

En consecuencia, la agresiva subida de tipos del BCE para frenar la inflación, provocará una escalada estratosférica de la Prima de Deuda de dichos países así como su inanición financiera que se traducirá en subidas de impuestos, reducción bestial del número de funcionarios, desmantelamiento de la sanidad pública, recortes salariales y máxima flexibilidad en el mercado laboral.

Así, Peter Morici, economista y profesor de la Universidad de Maryland en declaraciones a la cadena Fox afirmó “la necesidad de una unión fiscal en la zona euro” y de que el BCE adopte un papel similar al llevado a cabo por la Reserva Federal de EEUU, no llegarán a tiempo para salvar a los países periféricos y consideró la posibilidad de que “dichos países abandonen el euro para poder así imprimir su propio dinero y resolver sus problemas como lo hizo Estados Unidos a raíz de la crisis financiera”.

Por otra parte, el retroceso de las exportaciones debido la contracción del consumo interno de la UE por la recesión económica (los intercambios comerciales entre los Estados miembros de la UE alcanzan el 60% del volumen total de su comercio) y la reducción de su competitividad frente a los países del resto del mundo,(con especial incidencia en países tradicionalmente exportadores como Finlandia) podría provocar la constitución de una Federación Escandinava integrada por Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania y que significaría el retorno a los compartimentos estancos.

El resto de países del centro y este de Europa, (integrantes de la llamada Europa emergente) con la excepción de Hungría, integrarán el llamado “arco del fracking europeo” que se extendería desde los Países Bálticos hasta la Ucrania europea, pasando por Polonia, República Checa, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria que quedará gravitando en la órbita de EEUU y constituirán el nuevo Muro de Berlín, no siendo descartable un nuevo conflicto en los Balcanes en el escenario de Guerra Fría 2.0 entre EEUU y Rusia.

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