Por Guillermo Cherashny.-

Como el Santo Padre vive en el Vaticano, nos hemos olvidado de que fue mucho tiempo Arzobispo de Buenos Aires y conoce muy bien a Mauricio Macri. Y, si bien tenía muy buena relación cuando era Jefe de Gobierno de la Capital, quizás no le guste su proyecto político como presidente. Y no es que no lo entienda, como deslizó Gabriela Michetti, la vicepresidente. El papa sabe muy bien que el hijo participó en los negocios del padre desde que era muy joven y presidió muchas empresas del grupo y sabe perfectamente que ambos fueron contratistas del estado y que siempre supieron sacar ventajas de esa condición y que fueron oficialistas de todos los gobiernos, especialmente del menemismo, aunque al final de ese mandato no les fue muy bien en sus negocios. Pero la relación con Roberto Dromi siempre fue muy fluida y el papa conoce los episodios del verano de 1995, con la firma Opalsen, donde ambos fueron procesados y finalmente sobreseídos por la Corte Suprema.

Podrán decir que el papa tiene simpatías por el kirchner-cristinismo pero en realidad el hecho de que los recibiera muchas veces sólo puede ser por misericordia nada más, lo que no quiere decir que no los apoye, cosa que no hizo nunca. Pero está claro que Roma condena lo que llama “capitalismo salvaje” y la “teoría del derrame”, aunque el gobierno de Macri esta demostrando que no tiene nada de neoliberal y sí mucho de populista.

La reunión en Roma con el presidente de la Corte y varios jueces federales, donde les aconsejó combatir la corrupción, la trata y el crimen organizado puede traducirse como condena a la corrupción K y los Panama Papers que, aunque se diga que no es un delito, la mayoría de los nombrados no son trigo limpio.

La reunión fortaleció el papel de Gustavo Vera como vocero, quien dijo que el papa nunca habló de un clima parecido al ’55. desmintiendo a Hebe de Bonafini, pero el aval a los jueces federales cuestionados por la prensa oficialista es un llamado de atención al gobierno a y a los periodistas que defienden la honestidad del nuevo gobierno que no la tuvo durante ocho años de gestión en la Ciudad y que ahora, por su cercanía a Carrió y a sectores radicales, Macri tomó la agenda anticorrupción pero el Vaticano quiere ver para dar una opinión definitiva.

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