Por Virginia Tuckey.-

El Papa Francisco llegó a Estados Unidos luego de su paso por Cuba. El pontífice pretende dar una señal de unión y acercamiento entre los dos países, política que ha llevado en conjunto con Barack Obama.

La idea romántica del final feliz que el discurso bien armado y pensado nos devuelve es sólo la ilusión (tal vez bienintencionada, tal vez no) pero ilusión al fin, de que los tiranos dejarán de ser tiranos y quienes tienen ansias de libertad serán liberados.

La ilusión, cuando se transforma en pomposo discurso político, se vuelve demagogia, la cual es el alimento que mejor nutre a todo populista y déspota.

El Papa Francisco, con un estilo discursivo sin énfasis, lleno de mensajes por elevación y mensajes entre líneas, expresa posiciones constantemente. Hay quienes intentan discutir que no son posiciones firmes, sino mensajes confusos que disfrazan una estrategia brillante. Sin embargo, o la estrategia no es tan brillante, ya que no está funcionando, o bien, sus posiciones son claras aunque su discurso no lo sea.

Hablar de las ideologías en Cuba, de manera abstracta y sin ningún pronunciamiento que condene la dictadura que en sus garras esclaviza a un pueblo entero y que tiene presos políticos que han cometido el “delito” de opinar y pensar no es una estrategia brillante, es una salida fácil para conformar a la opinión pública de los países donde sí se puede opinar, y a su vez, una manera de no ofender al tirano.

Mientras los disidentes intentaban alcanzar al Papa, la seguridad del Vaticano los apartaba de la multitud y la policía de la dictadura los apresaba. Esta noticia pasó las fronteras, y la indignación por la falta de respeto a la dignidad humana se hizo elocuente en las redes sociales y en los medios más importantes del mundo. Sin embargo, y como demostración más que contundente de la falta de acceso a la información bajo el cielo de la dictadura cubana, el Papa Francisco, en su vuelo de ida al país de la libertad, anunció a los periodistas que él no se había enterado absolutamente nada de los disidentes presos.

Una vez en Washington, y ante los pobres titulares que había dejado su paso por la Habana, Francisco tomó coraje y se decidió por fin a exigir justicia, igualdad y acogimiento a los inmigrantes.

Lamentablemente, el “timing” del Papa está desencajado. Pidió justicia en el país que la inventó, pidió igualdad en el país donde el único ser supremo reconocido institucionalmente es “el Creador”, pidió por los inmigrantes en el país donde sus fronteras significan la única y última esperanza de los seres humanos desamparados y oprimidos por tiranos y dictadorzuelos que, curiosamente, cuando intentan justificar sus tropelías, apelan al discurso del “capitalismo salvaje”, “la tiranía del capitalismo” y demás frases demodé que hoy han resurgido, no sólo por el chavismo y su metástasis en Latinoamérica, sino por el insistente discurso papal.

Mientras el mundo cristiano está siendo incinerado, decapitado y flagelado; mientras en Latinoamérica el chavismo en su versión Maduro aplica métodos nazis con sus vecinos colombianos; mientras en el país natal del Papa mueren niños por desnutrición, los adolescentes están siendo liquidados por las drogas y el narcotráfico promete instalarse en su peor versión; mientras los cubanos se tiran a los colmillos de tiburones buscando las esperanzas que los colmillos de los Castro les han quitado; mientras el mundo exige al representante de Jesús en la Tierra (según lo reconoce la Iglesia Católica) que levante la voz por los oprimidos, Francisco ensaya palabras valientes contra el sistema que libera, y edulcora los oídos de los tiranos con discursos cobardes frente a sistemas que matan.

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