Por Carlos Tórtora.-

La teoría oficial del marketing electoral está expresada por el asesor de Mauricio Macri Jaime Durán Barba, especialmente a través de su libro “El arte de ganar”. Dadas las obvias simpatías no sólo del ecuatoriano sino de la cúpula macrista en pleno, por la continuidad de la línea Obama-Clinton, es tentador trasladar esto al plano de la teoría electoral y decir que los presupuestos que le hicieron llegar al macrismo al poder acaban de ser barridos del mapa por la irrupción de Donald Trump. Sin embargo, esto implicaría confundir los contenidos políticos con las formas, es decir, las metodologías.

En un sintético análisis podemos decir que Trump ganó haciendo mejor uso de algo que los especialistas más avanzados, como Dick Morris, consideran esencial: aquél manipuló mejor los sentimientos del americano medio que su rival, al punto de arrebatarles la victoria a los demócratas en estados que éstos controlaban tradicionalmente, como Ohio, Illinois y Pennsylvania. Trump vino entonces a confirmar -no a desmentir- que la administración de los sentimientos del grueso del electorado es hoy la pieza clave de las estrategias electorales.

En segundo lugar, se impuso el republicano en el campo del reality show, otra premisa a la cual adhiere Durán Barba entre muchos otros. La comunicación como tal quedó en segundo plano y prevaleció el espectáculo de la confrontación, donde Trump se mostró más suelto. Y en este punto hay una gran diferencia entre la campaña de Trump y la que llevó a Macri a la presidencia: Durán Barba se esforzó -y logró- que el entonces jefe de gobierno apareciera ante le electorado como una víctima inocente de la agresión brutal del kirchnerismo. Así fue que Macri casi no contestó a los ataques y se cuidó mucho de mostrar un perfil agresivo. Trump optó por lo contrario: él llevó la iniciativa en la mayor parte de las batallas mediáticas y jamás intentó refugiarse en la victimización. O sea que hoy es posible llegar al poder a través de un liderazgo confrontativo y para nada contemporizador.

Múltiples variantes

Hecha esta excepción, reaparecen las coincidencias metodológicas. Tanto Trump como Macri centraron sus campañas en hacer grandes simplificaciones, por ejemplo, el muro con México o aquí la nueva política vs. la vieja política o la crítica de Trump a la dirigencia política, semejante a la denostación del jefe del PRO contra los partidos tradicionales. En síntesis, ambos simplificaron al máximo para movilizar a un electorado que en su mayoría es poco informado y que compra fórmulas simples.

A casi un año de gobierno del PRO, seguimos sin saber en qué consistieron todas estas simplificaciones de las que gusta Durán Barba, pero su eficacia fue demoledora. La gente está profundamente resentida con los políticos profesionales y por eso Macri, ya con 20 años de carrera a cuestas, se empeña todos los días en demostrar que él no es dirigente político sino otra cosa. Trump va por el mismo camino, lo que le facilitan los propios republicanos al resistirse -ahora en silencio- a que un advenedizo conduzca un partido bicentenario.

En el campo de las diferencias, Durán Barba se anotó como un apostador al rol central de las redes sociales en las campañas, que en el caso de las dos presidencias de Obama fueron decisivas. Pero la victoria de Trump no tuvo a aquellas en un rol central, por lo menos en la medida que lo hace el macrismo.

En síntesis, el marketing electoral macrista quedó solo parcialmente desmentido por la metodología de campaña de Trump. Cualquier simplificación sería un grave error porque las coincidencias y diferencias se multiplican.

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