Por Guillermo Cherashny.-

Las declaraciones de Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile, fueron desautorizadas cuando calificó de anti argentino a José Kast, el candidato triunfante en la primera vuelta de Chile. Pero sigue en su cargo, porque no fue relevado como indican las prácticas diplomáticas o bien Bielsa debió presentar su renuncia indeclinable, porque el presidente manifestó muchas veces que nuestro país no interviene en los asuntos internos de otros.

Ahora Carlos Basteiro, embajador argentino en Bolivia, se sumó a una marcha del MAS, el movimiento al socialismo, que es gobierno en ese país y es conocida la actitud de Carlos Raimundi, el embajador argentino en la OEA, quien no opina sobre las dictaduras de Venezuela y Nicaragua y que las justifica por las sanciones americanas, por lo cual cabe concluir que hay embajadores políticos nombrados por este gobierno que son verdaderos militantes antes que diplomáticos y que es una práctica común del Palacio San Martín, con Felipe Solá o con «el nietito» Santiago Cafiero, por cual hay una política exterior militante en favor de gobiernos o movimientos políticos de tendencia populista o izquierdista y de crítica a la derecha latinoamericana, como actuó el presidente cuando criticó a Sebastián Piñera o Iván Duque por sus conflictos internos.

Esta política de la cancillería no se produjo ni con Néstor Kirchner, que nunca criticó a Álvaro Uribe, ni Cristina, que mantuvo excelentes relaciones con Sebastián Piñera en su primera presidencia a través de Ginés González García, que fue el embajador en Santiago, por lo cual cabe deducir que es Alberto Fernández, el presidente de la República, quien propicia esta actitud militante de los embajadores, lo cual constituye un verdadero desatino.

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