Por Carlos Tórtora.-

En medio de una escalada de la tensión entre los EEUU e Irán, se produjo un nuevo episodio en la crisis venezolana. Nicolás Maduro aprovechó que el foco de la atención de la administración Trump está puesto en Medio Oriente para destituir a Juan Guaidó como presidente encargado al precipitar su desplazamiento de la presidencia de la Asamblea Nacional. La operación, totalmente viciada, pone de manifiesto sin embargo hasta qué punto Guaidó se encuentra debilitado.

La cancillería argentina repudió los incidentes en Venezuela que derivaron en la fraudulenta elección que se desarrolló este domingo en la Asamblea Nacional de Venezuela, que no contó con la presencia de Guaidó, y que proclamó como nuevo presidente del Parlamento a Luis Parra. De este modo, Alberto Fernández profundiza su rumbo zigzagueante entre su respaldo a la continuidad de Maduro y su aproximación a la política del Departamento de Estado. La Argentina sigue dando muestras de alejamiento del Grupo de Lima así como de propiciar un nuevo bloque latinoamericano, la CELAC, pero a la vez se cuida de no chocar con Washington. Una prueba de esta ambigüedad es la situación del refugiado Evo Morales, contra cuya actividad política en la Argentina reclamó oficialmente la embajada de los EEUU. El gobierno nada dijo pero en las últimas semanas Morales bajó el perfil -no su actividad- y es evidente que se cuida de la notoriedad.

La crisis escala de vuelta

La Casa Rosada está anoticiada de que la crisis venezolana está nuevamente escalando, aunque ahora el régimen bolivariano tiene la iniciativa. También sabe Alberto que las futuras negociaciones con el FMI estarán condicionadas por la posición que tenga Argentina sobre Venezuela.

Fuentes autorizadas señalan que Alberto tiene un acuerdo con Cristina Kirchner para mantener cierto nivel de apoyo al régimen de Venezuela y que en esto influye la estrecha relación de CFK con el régimen cubano.

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