Por Máximo Luppino.-

El poderosamente infame Coronavirus colocó a la próspera Unión Europea en estado de alerta máxima, obligando a sus gobernantes a decretar el toque de queda para frenar la ya tristemente célebre segunda oleada de infección.

Pedro Sánchez estableció un estado de alarma general en todo el país y toque de queda a partir del 25 de octubre por al menos 15 días, con la posibilidad cierta de que con la aprobación del congreso español la drástica medida se pueda proyectar por meses.

En Italia, desde el lunes 26 de octubre se ordena el cierre de un gran número de lugares públicos. Violentas manifestaciones en Nápoles y en el centro de Roma sacudieron la opinión pública italiana. Sucede que el rebrote del COVID-19 es avasallador. El sábado 24 de octubre se registraron 19.644 en las últimas 24 horas y 151 fallecidos.

Ángela Merkel llamó a sus conciudadanos a comprometerse para frenar la aceleración de los contagios de coronavirus. Por cuarto día consecutivo superó los 10.000 casos diarios, algo inédito en el país. La canciller de Alemania se reunió con los referentes políticos de todas las regiones de su país para alertarlos de posible medidas extremas que se aplicarán en el país de continuar esta luctuosa realidad. Francia, con una militarización del espacio público, es un reflejo exacto de la pandemia que azota al Viejo Mundo.

El mundo se debate en un brutal dilema que oscila entre el deseo de volver a las libertades reinantes antes de la pandemia y la imperiosa necesidad de mantener cuidados disciplinados y constantes para frenar el Coronavirus. Teniendo en cuenta que hay vastos sectores que están cayendo en la pobreza extrema por no poder trabajar.

En el vecino hermano país de Uruguay se especula con mantener cerradas las fronteras, con el duro resultado de no recaudar fuertes dividendos que el turismo internacional le otorga a la Nación.

En nuestra Argentina, la “ensalada rusa” siempre parece estar más condimentada que las de otras latitudes. Así es que entre los terraplanistas, los libertarios, los que profesan el culto al rechazo de toda vacuna (inclusive las que aún no existen) más los “anti todo” de siempre, los manifestantes terminan más confundidos luego de sus afirmaciones públicas que al principio de las mismas.

El gobierno nacional teme una Segunda Oleada de contagios prematura cuando aún la presencia de la primogénita marea de COVID-19 está castigando impiadosamente a nuestra población.

Las consecuencias del Coronavirus presente en el mundo serán mucho más duras y tenebrosas de lo que se esperaba. Lejos de retirarse, la infección hace estragos en el tejido social mundial.

Sólo disciplina, ciencia y la siempre necesaria FE son el refugio de esperanza que no podemos permitirnos perder. Es una obligación espiritual para con nuestros hijos y con las generaciones futuras.

Luego nos quedará un gigantesco ¿por qué nos pasó esto? Las respuestas sin lugar a dudas nos conducirán al insondable hemisferio de la ética comunal que como sociedad hemos mantenido. Priorizando depredar y matar antes que comprender y evolucionar.

Pero estas reflexiones decantarán tiempo después de que hayamos vencido al maligno virus. Ahora es tiempo de resistir con suma templanza.

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