Por Guillermo Cherashny.-

La sorpresiva designación como canciller del embajador Jorge Faurie produjo un gran alivio en la embajada israelí en la Argentina y en la conducción ortodoxa de la DAIA, quienes veían a Susana Malcorra como una aliada de los palestinos.

En efecto. en su búsqueda de votos para convertirse en secretaria general de las Naciones Unidas, ordenó un voto contra Israel en la Unesco que le negaba vinculación histórica con el muro de los lamentos, y así se lo hicieron saber al presidente en su momento. Pero había un compromiso para apoyarla en esa campaña internacional que, como se esperaba, fracasó rotundamente, porque nunca tuvo una chance, ya que los demás candidatos y candidatas la superaban en méritos políticos. Pero su ambición desmedida hizo caer al país no sólo ante la mirada de Israel sino también por su tolerancia excesiva del régimen de Nicolás Maduro, también con la intención de obtener votos para su candidatura.

Después de ese fracaso, igual corregía posturas del presidente sobre política exterior, actuando como una correctora especializada, hasta que terminó por cansar al presidente y a Elisa Carrió, por lo cual debió abandonar su cargo, aunque la salud de su marido se utilizó como excusa; pero en realidad, osó discrepar con Marcos Peña y, como pasa con todos los ministros que no obedecen al jefe de gabinete, tarde o temprano su final estaba cantado.

Faurie es un diplomático de carrera y se desempeñaba como embajador argentino en Francia y, como técnico, fue vicecanciller de Duhalde-Ruckauf, tiene una vasta experiencia en el Palacio San Martín y conoce a todos los diplomáticos de carrera y especialmente a los que entraron por el Instituto de Servicio Exterior durante los K. Pero lo que es seguro es que habrá un replanteo favorable a Israel en el futuro y una mayor dureza con Venezuela.

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