Por Sandro Magister (L’Espresso).-

Se muestra dispuesto a rediscutir el dogma de la infalibilidad. Pero en realidad concentra en sí la plenitud de los poderes, mucho más que sus últimos predecesores. Y actúa como un monarca absoluto.

ROMA, 9 de mayo de 2016.- En días pasados, produjo un gran alboroto el anuncio dado por el teólogo Hans Küng de un sustancial vía libre del papa Francisco a «una discusión sin restricciones sobre el dogma de la infalibilidad»:

> Fr. Hans Küng says Francis responded to request for free discussion on infallibility dogma

Pero curiosamente, al contrario de lo que se podía esperar, Küng no hizo pública la carta que el Papa le ha escrito en respuesta a una apelación suya anterior. Sólo la describió, quizás porque la carta no era tan categórica como él hizo creer.

En efecto, Francisco no resulta compatible en absoluto con esto cuando reivindica su propia autoridad de Papa como «suprema, plena, inmediata y universal», tanto en el oficio de gobernar como en el de enseñar.

Más aún, seguramente él es el pontífice que en el último medio siglo ha exaltado más que cualquier otro su autoridad suprema, no sólo en la Iglesia Católica sino en toda la cristiandad, citando en apoyo de esto precisamente la Constitución Dogmática «Pastor aeternus», del Concilio Vaticano I de 1870, en la que se proclamó la infalibilidad «ex cathedra» del Papa.

Pero vayamos en orden.

La apelación de Küng al papa Francisco fue publicada en varios diarios del mundo, en forma simultánea y en varios idiomas el pasado 9 de marzo, por ejemplo, en Italia en «la Repubblica», el diario laico y progresista más importante, ultrabergogliano:

> Aboliamo l’infallibilità del papa

Ninguna sorpresa. A lo largo de su vida Küng ha querido demoler el dogma de la infalibilidad papal. El proceso que concluyó en 1979 con la revocación de su habilitación para enseñar teología católica se desarrolló justamente a partir de dos de sus libros editados una década de años antes, titulados: «La Iglesia» e «¿Infalible? Una pregunta».

Todos los ensayos escritos por él, basados en este argumento, recogidos en el quinto volumen de sus obras completas, en curso de publicación este año en Alemania, son los que le han servido de inspiración para pedir públicamente al papa Francisco el comienzo de «una discusión libre, inevitable y abierta sobre todas las cuestiones irresueltas y retiradas, vinculadas al dogma de la infalibilidad».

Küng envió el pedido al Papa personalmente, por carta y en idioma español. Y poco después de Pascua le fue entregada en su casa de Tubinga, a través de la nunciatura de Berlín, la carta de respuesta, fechada el 20 de marzo.

La carta del Papa comenzaba con un amistoso «Lieber Mitbruder», querido hermano, escrito a mano. Pero éstas son las únicas palabras citadas por Küng entre comillas, al referirse al contenido de la misiva. Del resto no se sabe cuánto corresponde a la narración hecha por el teólogo.

Porque es verdad que del papa Francisco podemos esperar exhortaciones para discutir sobre todo, también sobre los temas más delicados. Pero está comprobado también que es su costumbre alternar estas «aperturas» suyas con reafirmaciones de la doctrina tradicional, con ese continuo y nunca resolutivo «stop and go» que caracteriza a su magisterio.

Pero sobre el dogma de la infalibilidad no hay parangón entre el débil y dudoso apoyo suyo a la reconsideración del dogma por un lado y por otro lado la poderosa y atronadora proclamación de su propia autoridad suprema que ha hecho más de una vez, siempre en ocasiones de gran relevancia.

Las ocasiones claves han sido dos en particular.

La primera ha sido el discurso de cierre de la tormentosa primera sesión del Sínodo sobre la Familia, el 14 de octubre de 2014:

> «Con un corazón…»

Visiblemente irritado por la tendencia del sínodo, muy por debajo de sus expectativas reformadoras, el papa Francisco hizo entender a obispos y cardenales que en todo caso la última palabra le correspondería a él, en cuanto «pastor y doctor supremo de todos los fieles», dotado de «potestad suprema, plena, inmediata y universal». Ambas formulaciones fueron tomadas del Código de Derecho Canónico, es decir, justamente de esa estructura jurídica de la Iglesia que él no ama pero en la que esta vez consideró oportuno apoyarse.

Para evitar dudas, Francisco confirmó además a los padres sinodales que «el sínodo se desarrolla ‘cum Petro et sub Petro'», no sólo «con» sino también «bajo» el sucesor de Pedro.

La segunda ocasión clave fue un año después, a mitad de la segunda sesión del Sínodo sobre la Familia, también ella decepcionante para él:

> «Mientras se encuentra en pleno desarrollo…»

Fue el 17 de octubre de 2015, en el quincuagésimo aniversario de la institución del sínodo de los obispos, y la reiteración del encuentro ofreció al Papa el punto de partida para describir de este modo la dinámica de un sínodo:

«El camino sinodal comienza escuchando al pueblo. […] Prosigue escuchando a los Pastores. […] Además, el camino sinodal culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como ‘Pastor y Doctor de todos los cristianos'».

Atención. Aquí Francisco no citó nunca, como un año atrás, el canon 749 del Código de Derecho Canónico, que proclama la autoridad del Papa sobre los «christifideles», es decir, los «fieles» que pertenecen a la Iglesia Católica.

Esta vez, extrajo la cita de la Constitución Dogmática «Pastor aeternus», del Concilio Vaticano I, en la que la autoridad del Papa se extiende a «todos los cristianos», es decir, idealmente también a protestantes, ortodoxos, evangélicos, al orbe universal de los bautizados llamados a retornar a la única Iglesia.

La del Papa es una autoridad de «pastor» y también de «doctor», que en el mismo parágrafo de la «Pastor aeternus» es proclamada como «infalible», especificando en qué sentido y con cuáles límites, agregando inmediatamente después el «anathema sit» típico de toda definición dogmática:

«De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema».

Hay que advertir que también el Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática «Lumen gentium», en el n. 25, al reafirmar la «potestad plena, suprema y universal» del Papa y su «infalibilidad como supremo pastor y doctor de todos los fieles», cita también la «Pastor aeternus» del Concilio Vaticano I, la bestia negra de Küng y afines:

> Lumen gentium

Pero se detiene un paso antes, al contrario de lo que ha hecho Francisco, al no extender el magisterio infalible del Papa no sólo a los fieles católicos sino a «todos los cristianos».

En su discurso del 17 de octubre del 2015 Francisco prosiguió después insistiendo en el «sub Petro» con mayor vigor aún que el año anterior:

«El hecho que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro -por tanto no sólo cum Petro, sino también sub Petro- no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad».

Y se puede presumir que él ya tenía en mente lo que escribiría después en la Exhortación post-sinodal «Amoris lætitia», valiéndose de su propia autoridad suprema para ir mucho más allá de lo que el sínodo estaba dispuesto a llegar.

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En el texto latino de la «Pastor aeternus», tal como se reproduce en el «Denzinger», la cita hecha por el papa Francisco en el discurso del 17 de octubre del 2015 está tomada del parágrafo 3074, en el cual se se define la infalibilidad «ex cathedra» del Papa:

> Constitutio dogmatica «Pastor aeternus» de Ecclesia Christi

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La Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 15 de febrero de 1975, respecto a los libros de Hans Küng – «La Iglesia» e «¿Infalible? Una pregunta»:

> Declaración…

La anterior Declaración del 24 de junio de 1973 en defensa del dogma de la infalibilidad, puesto en duda por Küng, pero que no es mencionado:

> Mysterium Ecclesiae

Y la Declaración del 15 de diciembre de 1979, en la que se revoca a Küng la facultad de enseñar como teólogo católico:

> Declaración…

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Al presentar el 3 de mayo pasado en Madrid, en la Universidad Francisco de Victoria, su último libro «Informe sobre la esperanza», el cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, criticó con firmeza los ataques de Küng contra el dogma de la infalibilidad:

> El prefecto de doctrina de la fe niega la posibilidad de comulgar a los divorciados recasados

La infalibilidad, dijo Müller, es «tesoro y esencia de la eclesiología católica». En consecuencia, Küng «no puede decir que se siente justificado por el Papa».

«Ni su cristología ni su eclesiología son católicas», agregó el cardenal. Küng «no cree en la divinidad de Cristo ni en la Santísima Trinidad».

* Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.

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