Por Armando Ribas.-

El Papa Francisco y Raúl Castro parecen coincidir y por tanto será recibido en el Vaticano. Ambos están y aparentemente han estado en contra del sistema capitalista, que fuera la denominación dada por Marx para descalificarlo éticamente como la explotación del hombre por el hombre. La diferencia entre ambos es que Raúl mató y mata para lograr su objetivo de lograr destruir al sistema capitalista en Cuba, y lo logró. Veamos los resultados. No obstante pareciera que en estos momentos se estaría acercando nuevamente vía Obama. Francisco por el contrario evidentemente tal como lo había previsto Aristóteles en la demagogia ama al pueblo.

Podría decir que ante esa coincidencia previa en el objetivo y la diferencia en el método, se estaría dando una inconsistencia de ambos en estos momentos históricos. Primeramente porque Raúl como antes dije parecería estar proponiendo la creación de lo que se ha denominado capitalismo de Estado, y todo parecería indicar que los empresarios americanos están entusiasmados ante la posibilidad de volver a invertir en Cuba.

Respecto de la inconsistencia del Papa, me permito decir que más allá de su error de concepción, pues el socialismo en nombre de la falacia de la igualdad ha sido y sigue siendo un fracaso indiscutible, no tengo dudas respecto a sus buenas intenciones. Pero entonces tampoco puedo comprender que pueda ignorar los crímenes cometidos por los Castro y así como la destrucción que hicieron de la economía de un país que en 1959 tenía el nivel de vida más alto de América, así como la presente falta de libertad de los cubanos en Cuba.

Creo y voy a insistir entonces en que sería conveniente que Francisco leyese a su antecesor León XIII, quien en 1891 ante la evidencia del éxito político y económico logrado por el respeto por los derechos individuales escribió la encíclica Rerum Novarum. Y allí escribió: “Que en la sociedad civil no pueden ser todos iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad por ella los socialistas, pero vano es ese afán y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud, ni las fuerzas; y la necesaria desigualdad de estas cosas sigue espontáneamente la desigualdad en la fortuna. La cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad”.

No debiera caber dudas que sub yaciente en ese mensaje se encuentra el principio de la mano invisible de Adam Smith. Y así podemos ver también el pensamiento de John Locke y de David Hume sobre la naturaleza humana. Evidentemente León XIII ya en ese tiempo se había percatado del hecho histórico ineludible y que nos presenta hoy William Bernstein en su “El Nacimiento de la Abundancia” que hasta hace unos doscientos años el hombre vivía como Jesucristo.

Lamentablemente esa sabiduría que había sacado a la Iglesia del denominado ultramontanismo fue desconocida por Pío XI cuando a partir del Concordato de Letrán en la Quadragesimus Annus aceptó el pensamiento de Lenín de incluir a los capitalistas. Así surgió el fascismo en Italia con Mussolini y más tarde llegó a la Argentina con Perón. Años después me atrevería decir que Pablo VI aceptó el criterio des calificador del comportamiento de los hombres expuesto por Marx en el Manifiesto Comunista y en la Populorum Progressio escribió: “Los hombres ya no se unen por amistad sino por interés”. O sea lo que Marx denominara el “cash nexus» (El nexo del efectivo)”. Así se olvidó que para Marx la religión era el opio de los pueblos.

No me cabe la menor duda que Francisco en algunos aspectos que no están directamente relacionados con la política ha tomado algunas decisiones favorables. La primera es la de aceptar públicamente la multiplicidad de religiones y el respeto de las misma; también se ha tomado el riesgo que no se atrevió a tomar Benedicto XVI de enfrentar la corrupción del Banco Vaticano y así como de los numerosos casos de pedofilia de los curas en la Iglesia. Por todas esas razones no me cabe la menor duda de sus buenas intenciones, pero ya sabemos que de buenas intenciones está plagado el camino del infierno. Y como dijera Hanna Arendt “Cuando en nombre de la compasión se violan los derechos, desaparece la libertad”. Y Ayn Rand: “La compasión no genera una hoja verde, y mucho menos un grano de trigo”.

En 1991, el Papa Juan Pablo II escribió la encíclica Centesimus Annus, y allí dice: “De hecho donde el interés privado es suprimido violentamente, queda sustituido por un oneroso y opresivo sistema de control burocrático que esteriliza toda iniciativa y creatividad”. Juan Pablo II rescata el pensamiento de León XIII sobre la validez del interés privado y en ello reconoce el principio que Locke considera fundamental de la libertad que es el derecho del hombre la búsqueda de la felicidad.

Al inicio de su reciente encíclica “Evangelii Gaudium” Francisco dice: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”. No cabe la menor duda de que en estas palabras que continúan criticando el interés privado, Francisco desconoce y se opone a los principios expuestos de la libertad. Pero más aun ignora que el consumo solo ha sido posible gracias al sistema que él vitupera, y que creara riqueza por primera vez en la historia. Si no hubiese consumo no habría producción y consecuentemente habría más pobres que no tendrían trabajo ¿Acaso cree que en Cuba o en los países africanos hay mucho consumo? En Cuba los que consumen son sus amigos los Castro y su secuela.

Seguidamente en el punto 54 de su encíclica se manifiesta contra el denominado derrame y dice: “En este contexto algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por si mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo”. Ya debiéramos saber que derrame es el nuevo nombre de la mano invisible de Adam Smith, que como antes dijimos fuera reconocida valiosa por León XIII. Indudablemente que en referencia a esta descalificación del mercado Francisco coincide con Raúl y Fidel.

Ahora Francisco va a recibir nuevamente a la Presidenta y según las últimas noticias va a viajar a Bolivia, a Ecuador y a Paraguay. Evidentemente todas estas reuniones con los representantes políticos de estas naciones, igualmente opuestas al sistema capitalista y así como con los pobres de esas regiones constituye un accionar eminentemente político. Creo que la política es un interés privado del Papa por más que lo haga con el corazón en la mano. Si mal no recuerdo en el Colegio me enseñaron que fue Jesucristo quien dijo: “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios; mi reino no es de esta mundo”. Esa tendencia fue recogida antes en la encíclica Veritatis Splendore, de Juan Pablo II pero escrita por Benedicto XVI cuando administraba la doctrina de la fe. Y allí escribió: “En efecto, compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualquiera asunto humano”. No me cabe la menor duda de que esta es una declaración política y en alguna medida contradice los intentos de diálogo interreligiosos proclamados por Francisco.

Dios quiera que sus esfuerzos políticos finalmente constituyan algún resultado favorable a la libertad conforme a sus buenas intenciones. Lamentablemente siempre seguiré pensando que un diálogo con criminales y demagogos es “un sueño de una noche de verano”. Por último me vale la pena aclarar que cuando hablo de las doctrinas de la Iglesia no me estoy refiriendo a la religión sino a la política. Siguiendo a Locke soy un creyente en la tolerancia religiosa pues “nadie puede ir al cielo a través de una religión en la que no cree.” En este sentido Francisco pareciera seguir a Locke, pero lo ignora en lo que se refiere a la libertad, que se fundamenta en el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. Y en este aspecto pareciera compartir criterio con Raúl.

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