Por Guillermo Cherashny.-

El entuerto boliviano tuvo su final anunciado al consumarse el golpe de estado con la asunción de la senadora Añez como presidenta provisional anunciando que llamaría a elecciones pronto, es decir no fijó un plazo estricto, por lo cual es un gobierno apoyado por los comités cívicos de Luis Camacho. En tanto, Evo Morales quien llamó a nuevas elecciones después que la OEA dictaminara irregularidades en el conteo de votos y ante una exigencia fuerte de los mineros y una «sugerencia» del comandante de las fuerzas armadas, general Williams Kaliman, no tuvo más salida que renunciar y pedir asilo en la República Mexicana.

El ex presidente no perdió la picardía y ordenó desde el exilio que sus diputados y senadores no se presentaran a la asamblea legislativa que tenía que elegir la presidencia provisional hasta el llamado a elecciones, pero, al no dar quórum los masistas deslegitimaron en principio a la nueva presidenta Jeanine Añez, quien enfrenta un duro camino, porque la Confederación Obrera Boliviana (COB) anunció un paro general, pero al mismo tiempo cuenta con el apoyo de los votos que obtuvo Carlos Mesa, los comités cívicos, la policía y los militares. También  contará con el apoyo del presidente Trump, Jair Bolsonaro y Luis Almagro, el secretario general de la OEA, muy probablemente los gobiernos de Paraguay, Chile y Perú y seguramente con la oposición del Frente de Todos que veía en Morales un presidente popular con gobierno exitoso en el plano económico después de 14 años de mandato, al igual que López Obrador de México y Tabaré Vázquez de Uruguay.

Más virulento fue Nicolás Maduro, que no puede salir de su aislamiento, y también Cuba, aunque su reacción no fue muy fuerte como Daniel Ortega de Nicaragua, distanciados de la retórica guerrera de Maduro.

Desde México, Evo Morales esperará que el nuevo gobierno fracase para poder volver, aunque quedó muy debilitado, porque tuvo que recular en su intento fallido de fraude ante la exigencia de la OEA e intentó pacificar llamando a elecciones; pero la oposición, los mineros, un sector de los indígenas, la policía y los militares no le creyeron más y no tuvo más remedio que renunciar.

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