Por Eduardo R. Saguier.-

Desde Buenos Aires hasta Iquitos (Perú), atravesando Paraguay, Bolivia y la Amazonia Brasilera.

En la historiografía política, económica y sociológica que debate el origen del subdesarrollo latinoamericano ha prevalecido una vieja y problemática hipótesis geopolítica que ignora la realidad geográfica. Esta vieja hipótesis, inspirada en la Escuela de los Anales y en la obra de Fernand Braudel Felipe II y el Mediterráneo, sostiene que a diferencia de Europa, que por contar con el Mar Mediterráneo, pudo despegar del atraso y el subdesarrollo y alcanzar altos grados de cultura y civilización (con la exclusión del Maghreb en la margen sur del Mediterráneo), Sudamérica en la América Latina, al carecer de un mar interior equivalente que comunicara entre sí sus regiones más profundas, se obligaba a implementar un transporte marítimo costero de larga distancia entre dos océanos conectados sólo por el Cabo de Hornos primero, y más luego por el Canal de Panamá.

Vale referir, sin embargo, geología histórica mediante, que hace diez millones de años, el Amazonas desembocaba en el Océano Pacífico, y que cuando un millón de años después emergió la Cordillera de los Andes, se fue formando con el correr de los milenios un inmenso mar interior que fue buscando su salida al Atlántico, hasta ir desecando lentamente el enorme espacio (Cleary, 2013). Recién millones de años después, en 1799, con la llegada a Venezuela del sabio alemán Alexander von Humboldt, la utopía de integrar las cuencas hidrográficas del Orinoco, del Amazonas y del Río de la Plata comenzó a tomar cuerpo. Humboldt remontó el Orinoco y las bifurcaciones del Casiquiare, y descubrió la función natural de este último (esta expedición fue repetida dos siglos más tarde por otro alemán Klaus Reckling). En un intento de extender sus investigaciones Humboldt envió a su socio y colega el botánico y naturalista Aimée Bonpland al Paraguay, para que explorara la integración de la cuenca del Plata y el Alto Paraguay con el Río Amazonas, lo que se frustró por la actitud incomprensiva del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia (Kohlhepp, 2005).

http://www.scielo.br/scielo.php?pid=s0001-37652005000200010&script=sci_arttext

Nuevamente, en la segunda mitad del siglo XIX, con Pedro II (motivado por las dificultades geográficas para aprovisionar sus ejércitos en la Guerra de la Triple Alianza) se resucitaron los proyectos de integración de cuencas fluviales, promovidas desde la década del sesenta por el Ingeniero militar brasilero Eduardo Jose de Moraes, y consagrada en su libro A Junccao Do Amazonas AoPrata: E Estudo Sobre O Rio Madeira (1890).

También, para esa época de fines del siglo XIX, el cauchero peruano Fitzcarrald López descubrió el istmo o varadero (retratado por el cineasta Werner Herzog) que comunica las cuencas de dos ríos amazónicos paralelos, el Apurimac-Ucayali y el Madre de Dios, confirmando la hipótesis que existen otros ríos amazónicos conectables entre sí. Recién medio siglo más tarde, en la década del treinta del siglo XX, el ingeniero francés Roger Courteville exploró la ruta fluvial que va del Plata al Amazonas por el Guaporé-Madeira, y el geógrafo Horacio Gallart registró y publicó en 1947 numerosos mapas de la misma ruta fluvial.   Como consecuencia directa de estas exploraciones e investigaciones hidrológicas el ingeniero y político del Radicalismo argentino Gabriel del Mazo formuló en 1948 un proyecto de ley al respecto, que desató en el bonapartismo varguista brasilero suspicacias de todo orden acerca de las ambiciones de Venezuela y Argentina sobre el espacio amazónico. Posteriormente, en 1967, se dio el trabajo de Paulo Mendes da Rocha, y en la década del ochenta, los hermanos Paul y Constantino Georgescu, venezolanos de origen rumano, recomendaron la misma ruta fluvial que va del Plata al Amazonas por el Guaporé-Madeira.

www.histarmar.com.ar/InfGral-3/RdlPlataalOrinoco.htm

En el intermedio, a fines de la década del cincuenta, Brasil movió su capital de Rio de Janeiro a Brasilia (dentro de los límites del estado brasileño de Goias, entre Mato Grosso al occidente y Mina Gerais al oriente), por inspiración del presidente Juscelino Kubitscheck, pero con indiferencia para con el espacio amazónico cuyo verdadero centro sería Manaos. Y recientemente, el geógrafo-historiador Manoel Fernandes de Sousa Neto ha resucitado la frustrada iniciativa imperial con su tesis doctoral publicada en 2012, Planos para o Império: os planos de viação do Segundo Reinado (1869-1889).

http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-59702014000401490&script=sci_arttext

Todos estos autores concluyen que mediante obras de ingeniería hidráulica (dragado, canalización, rectificación de meandros, extirpación de formaciones rocosas en los lechos que impiden la navegación, señalizaciones,

terminales portuarias, etc.), complementadas con obras férreas y terrestres, se podrían comunicar entre sí relevantes cuencas hídricas. En efecto, la cuenca del Alto Paraguay y su afluente brasilero el Río Jaurú podría llegar a interconectarse con la cuenca del Río Guaporé (por el río Apa no sería posible debido a su muy corto calado), que cuando entra en Bolivia, sus habitantes lo conocen por el Río Iténez, que es afluente del Mamoré. Luego el Mamoré-Guaporé se une a su vez con el río Beni en Villabella, para desembocar en el Río Madeira, “donde salvando pequeños saltos de agua llamados “cachuelas” [rápidos], con un descenso de 66 metros, entre Guajará-Mirim y Porto Velho, se llega finalmente al gran río Amazonas” (Buela Lamas). Lamentablemente, en esta ruta se están programando tres mega-represas, dos en Brasil, las de Jiraú y San Antonio en el estado de Rondonia (Brasil), y una en Bolivia, la de Cachuela Esperanza en el departamento

del Beni, provincia de Vaca Díez, con fines meramente hidroeléctricos y para vender el excedente al Brasil, que afectarían la construcción de la hidrovía.

Para Buela Lamas, la integración de ambas cuencas podría darse entonces con un canal de doce kilómetros en la llamada Serra do Aguapei, donde nacen los ríos Aguapei y Alegre. Navegando el Alto Paraguay de sur a norte uno se encuentra, en primer lugar, con la necesidad de un canal que conecte el río Aguapey (afluente del Jaurú, que lo es a su vez del Alto Paraguay), con el río Alegre, afluente del Guaporé. Ambos ríos nacen en la margen norte de la misma serranía, corren un largo trecho en paralelo, pero mientras el Alegre gira en línea recta hacia el oeste desembocando en el Guaporé; el Aguapey gira hacia el sudeste en forma de U invertida y desagua en el río Jaurú, perteneciente a la cuenca afluente del Alto Paraguay (Buela Lamas). Otros ingenieros, pertenecientes a la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que plantean proyectos semejantes, fueron duramente combatidos por los ambientalistas, por su naturaleza eminentemente extractivista y no integradora. La propuesta imperial sería comparable con la existente en Europa, la Hidrovía Rhin-Danubio, que conecta el Mar del Norte con el Mar Negro y la costa meridional del Cáucaso (Georgia), iniciada por Carlomagno a fines del siglo VIII y concluida recién hace medio siglo, en 1972.

http://en.wikipedia.org/wiki/Rhine%E2%80%93Main%E2%80%93Danube_Canal

Por intermedio de esta integración hidrográfica, las embarcaciones de cabotaje procedentes de puertos como los de Buenos Aires y Montevideo, remontando los ríos Paraná y Paraguay hasta sus afluentes occidentales en el .Mato Grosso del Sur (Brasil), podrían alcanzar el río Madeira, afluente a su vez del Amazonas, y de esa forma llegar a Manaos, y más arriba a Leticia en Colombia, la cantada por el compositor Pablo Parménides Martínez y el poeta Luis García (Luchín), y también hasta Iquitos, en el Perú amazónico.

Ver https://www.youtube.com/watch?v=s5y8v9JiFAI

Todo este arduo trabajo de hidrovías y de alta ingeniería fluvial y de cabotaje generaría un enorme hinterland o espacio interior a escala continental, que daría vida intensa a una inmensa región por siglos postergada, que emularía la proeza ingenieril que unió el Atlántico y el Pacífico a través del Canal de Panamá, y que tuvo la virtud histórica de consolidar la unidad geográfico-política de los Estados Unidos de América.

Esta integración de las cuencas hidrográficas cumpliría el ansiado sueño de Humboldt, de Pedro II, y de Moraes, de un mar interior surcado por múltiples hidrovías, que incrementaría el potencial económico y demográfico de todo un sub-continente y que les otorgaría a sus pueblos una motivación política que excedería intereses meramente nacionales, sacaría de la insularidad a países como Bolivia y Paraguay, y sustentaría la mística unificadora de la América Latina.

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