Por Luis Alejandro Rizzi.-

Confieso no conocía esa pequeña población griega lindante con Macedonia, como no conozco otras cientos de ciudades y quizás hasta algunos países, hasta que leí una nota de Luisa Corradini en el diario La Nación, que tituló “Europa, el sueño al que no renuncian, pese a todo”.

Según diferentes medios, 14000 refugiados, 12.000 según otros, poco importa el número, que preferiría llamar “personas”, esperan allí sobre su futuro, futuro que necesita de las oportunidades para poder ser pensado con “esperanza”, porque sin esperanza no hay futuro. El lapso que va del presente al futuro es eso que se llama “espera” y se espera mientras la “esperanza” se mantiene viva.

Esos refugiados, una mínima parte del total que hay en el mundo, por ahora sólo han podido escapar del absurdo humano, como según Luisa Corradini le dijo una tímida Fahtia, cuyo marido fue asesinado por el “EI” “¿Cómo quedarse?¿Para condenarse a una vida de sometimiento?¿Para que mis hijos sean educados en un falso Corán?

Para Fahtia una parte de su futuro era irse, pero la otra parte ya no depende de ella, depende de los demás o de “los otros” y debemos recordar que uno en algún momento forma parte de “los otros”. Es común pensar que todo les pasa a “los otros”, hasta que nos pasa a nosotros. Fahtia hizo lo que pudo, hizo su parte, ¿qué haremos los demás…?

Esta    quizás es la verdadera grieta que separa a las personas, estamos “nosotros” y los “otros”, en general nosotros somos el “bien” y los otros son el “mal”. Un maniqueísmo primitivo y chabacano y además muy simple porque en algún momento seremos “los otros” y sólo en ese momento tomaremos real conciencia de los problemas que antes nos parecían superficiales y nos ayudaban a generalizar, “no lo hacen porque no quieren”, nunca se nos ocurrió pensar “no lo hacen porque no pueden”.

Más de una vez escribí que nosotros las personas sin excepción, somos un mix de “miserias y virtudes”, somos capaces de lo peor y de lo mejor y esa es la vida. Pero también debemos reconocer que siempre es más fácil optar por lo “peor” o si nos miramos muy íntimamente “ninguno podríamos tirar la primera piedra”. Lo peor reduce y hasta elimina el sentido de la “obligación”.

Estamos culturalmente amaestrados para trasladar las culpas: Las cuestiones penales de Lula, los secretos de Evo Morales, la herencia de Chávez, son obras de seres perversos que intentan conservar sus malditos privilegios, los llamamos imperialismo, oligarquía, fascismo o neo liberales, todos los argumentos se resumen en la descalificación…

Nuestra cultura que se ha vuelto “líquida”, diluyó los valores y en consecuencia perdió el límite del bien y el mal y los hemos reemplazado por nuestros “intereses” elevados a la falsa categoría de “derechos”. Nuestra cultura es permisiva en vez de ser exigente.

Volvamos a las personas refugiadas o migrantes, la generosidad no solo consiste en darles pan, agua y un sándwich como dan cuenta las crónicas, esto es un falso sentido de la caridad, la generosidad consiste en generarles oportunidades y ese es el verdadero desafío para el que ni Europa ni el mundo tenemos respuesta.

La verdad es que no sabemos o probablemente no queremos generar oportunidades porque ello implica asumir responsabilidades y culpas.

Fahtia perdió a su marido asesinado por la liquidez cultural, no quiere que sus hijos sean educados en un falso Corán, pero nosotros insistimos en ponderar los supuestos valores de nuestra liquidez que Discepolo, allá por la década del 30 describió en “cambalache”:

«Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y «La Mignón»,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín…
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches…
ves llorar la Biblia
contra un calefón…»

Cuando leí la crónica de Luis Corradini, pensé en nuestra realidad, por aquello que la caridad empieza por casa. Anoche, circulé por la Illia y cómo iba como acompañante pude ver la 31 en toda su magnitud, y se me ocurrió pesar de donde vendrá esa gente que habita la villa, para considerar que están mejor, que han avanzado… ¿Qué pensarán sobre su futuro…? ¿Creerán que la droga es su única esperanza?

Para nosotros esos, “los villeros” son despectivamente “los otros”, los vagos, los chorros, el resabio de una sociedad impersonal e híbrida… no pensamos que también son “los refugiados”.

En cualquier momentos “nosotros”, “la gente bien”, como dicen hipócritamente algunos, podríamos formar parte de los “otros”, pero no lo pensamos, somos tan egoístas y soberbios que nunca nos imaginamos siendo uno de “los otros” hasta que la muerte nos sorprenda y nos vayamos al otro mundo creyendo que somos inmortales.

¿La cuestión de los refugiados es sólo un tema de Europa? ¿O es una cuestión de todos? Creo que éste es uno de los más jodidos desafíos que deberemos enfrentar.

¿Cómo asumir “al otro con sus diferentes creencias?

Ésta es la grieta que cada vez es más profunda.

Hablamos, opinamos o callamos… pero me pregunto: ¿Acá en Argentina tenemos alguna política para los “refugiados”? O no es nuestra         cuestión.

Muchos sabrán que ahora hay un “villaje” que se llama “IDOMENI”, sabremos responder al desafío que nos realizan “personas” cuyo futuro depende de “nosotros”, no de “ellos” que ya hicieron su parte o lo único que podían hacer: “huir”.

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