Por Guillermo Cherashny.-

La abstención argentina ante la condena de la OEA contra el régimen nicaragüense expresa el cambio de posición de Alberto Fernández y Felipe Solá que se insinuó con el abandono de la denuncia contra Venezuela ante la Corte Penal Internacional. No se entiende cómo el kirchnerismo, que perdió dos elecciones de medio término en 2009 y 2013 y una presidencial en el 2015 aceptando en todos estos tres casos el resultado electoral, avale las maniobras de dos dictaduras como la venezolana y nicaragüense, que no quieren dar elecciones limpias, ya sea por fraude, por detención o proscripciones de opositores.

El argumento de sectores mayoritarios del kirchnerismo es la acción del «imperialismo yanqui» como una intervención en los asuntos internos de países de la América Hispana. Así fue que se negó el fraude en Bolivia, aunque luego se corrigió con el triunfo aplastante de Luis Arce más de un año después. Luis Almagro, el secretario general de la OEA, es visto por el kirchnerismo como el brazo ejecutor de ese «imperialismo» que no distingue entre los gobiernos de Trump o de Biden aunque, en general, es el Departamento de Estado del país del norte el que decide esta política en defensa de la democracia y la limpieza de los proceso electorales. Por caso, en las recientes elecciones del Perú, la OEA las calificó de limpias y sin ningún incidente, donde triunfó el izquierdista Pedro Castillo, o sea que la línea ideológica de los presidentes no invalida ninguna elección presidencial. Pero al kirchnerismo no le importa, con tal de apoyar las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense, se agita el fantasma del diabólico Almagro y el «imperialismo», sin ningún fundamento serio y solamente con una ideologización de las relaciones exteriores que no se corresponde con la plena democracia y libertad de expresión que el kirchnerismo respeta en nuestro país.

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