Por Jean-Pierre Tailleur Furlani.-

Las redacciones francesas son indiferentes hacia los temas socio-políticos que afectan la patria de Carlos Gardel, y se nota lo mismo en la mayoría de las demás grandes democracias. Si la administración Macri quiere sacar el país del aislamiento reprochado al kirchnerismo, tiene que actuar en el campo informativo y no sólo en el financiero o el diplomático, sin proselitismo.

Buenos Aires y sus provincias casi no existen en los medios europeos, fuera de España por razones lingüísticas, tanto a nivel cuantitativo (numero de reportajes) como cualitativo (pertinencia de los contenidos). Tuvimos una prueba contundente de esta realidad con la visita de estado del presidente François Hollande, los 24 y 25 de febrero del 2016. Fue un caso concreto y simbólico señalando la necesidad de llevar a cabo una política de comunicación internacional pro-activa, basada en un buen conocimiento de cómo se informa en el hemisferio norte.

Francia es, después de los Estados Unidos, probablemente el país más influyente para darle una visibilidad constructiva, algo de «soft power» planetario, a la Argentina. Paris dejó de formar una plataforma de políticos e intelectuales a la altura de un Charles de Gaulle, Albert Camus o Raymond Aron, pero sigue siendo el primer centro de debates sobre los temas de alcance mundial. Los atentados terroristas del 2015 y las repercusiones que tuvieron, casi equivalentes a las de las Torres Gemelas con un número de víctimas mucho menor, son una triste ilustración. Por estas y otras razones, se puede sacar lecciones estratégicas de la cobertura mediática en Francia en torno a la Argentina, más aún unas semanas después de reuniones cumbres en Buenos Aires entre sus presidentes.

Primero, un elemento de contexto. Los periodistas franceses nunca informaron realmente sobre la gestión de las presidencias Kirchner y sus consecuencias, salvo en algunas excepciones. Presentaron esencialmente sus aspectos positivos, siguiendo la retórica maniquea del único hombre político que se refiere ocasionalmente a América Latina, un líder de la izquierda radical. Las medidas y las actitudes que crearon dificultades para la Argentina durante aquellos 12 años fueron casi ignoradas. Fin de enero, por ejemplo, un gran canal de televisión emitió un largo (y por lo tanto rarísimo) reportaje acerca del país, en un programa sobre el sector de la carne. Hubo referencias puntuales a la crisis del campo, pero sin entrar en el terreno político. El enfoque, como en la mayoría de los documentales sobre el Cono sur, era folklórico y estereotipado («un argentino come bife tres veces por día», claro…).

Luego, la estadía de François Hollande fue cubierta sólo a través de su visita del estadio de Boca Juniors o del encuentro con las Abuelas de Plaza de Mayo, básicamente. El público francés no supo nada de los temas de importancia actual abordados en la Casa Rosada, como el narcotráfico. El anuncio que París aportará todo tipo de apoyo a Buenos Aires en su lucha contra esta plaga nacional no entró dentro de los radares de las redacciones con enviados especiales en Buenos Aires. Tampoco informaron sobre la disposición de Mauricio Macri para aliviar un poco la crisis de los inmigrantes en Europa, recibiendo algunos refugiados sirios, por ejemplo.

La Argentina interesa sólo si se la vincula con el fútbol, el tango, los asados, la naturaleza patagónica, o los crímenes perpetrados por la última dictadura militar. Algún u otro periódico, con sección internacional consistente, informa sobre lo que más la afecta hoy, pero en una forma generalmente superficial, con fuentes reducidas, demasiado académicas o partidarias. La prensa económica parisina parece cubrir el país como corresponde, pero parcialmente por su naturaleza: privilegia los aspectos financieros con un tono ultra-liberal (o visto así). Durante la visita presidencial, dos de los tres grandes diarios nacionales franceses publicaron artículos muy sesgados sobre una supuesta caída de las libertades con el macrismo. Uno de ellos hasta presentó el reciente cuestionamiento del número total de desaparecidos, durante el régimen de facto de 1976-83, como una negación de lo ocurrido, por parte del nuevo poder ejecutivo…

En los grandes medios audiovisuales franceses, mismo en los espacios reservados a la actualidad internacional no se cubrió la visita de François Hollande. Ni siquiera en el programa de la primera radio pública, dedicado a ella durante 45 minutos cada día laboral. Hubo que esperar la semana después para que sus productores informen sobre la situación en Argentina, mediante una entrevista con un universitario. Fue de muy buena calidad, por la neutralidad y la profundidad de los comentarios, pero sin reportaje.

Los comunicadores del nuevo gobierno deben tomar conciencia de este desierto periodístico, enriqueciendo su propia cultura internacional. Esto se puede adquirir practicando unos análisis cualitativos, contextualizados y recurrentes de las informaciones acerca de la Argentina. Los contenidos de los medios parisinos pueden constituir un punto de partida para enterarse de cómo el país está percibido en todo el «primer mundo». Estos trabajos deben ser realizados en una forma organizada desde Buenos Aires, sin delegarlos a las embajadas. Facilitarían una política de «story-telling» reactiva y eficiente, destinada a «vender» la Argentina como terreno de noticias socio-políticas. Sin buscar a toda costa una cobertura favorable al poder: que los periodistas extranjeros descubran con sus propios ojos los cambios con los gobiernos anteriores.

De hecho, el país necesita más información que publicidad, para ser considerado en serio. Irónicamente, el día del regreso a Paris de François Hollande, el telenoticiero con mayor rating en Francia (y en Europa) habló de la Argentina hasta en su portada, pero sin vinculo con la visita de estado. Fue a través un reportaje sobre un ex-abogado parisino, ahora estanciero en la Patagonia, destinado a oyentes que sueñan de exotismo. Este señor sólo fue filmado con compatriotas suyos y con su ganado, sin presencia de humanos argentinos, lamentablemente…

Más allá de la gestión de la deuda y de los encuentros con jefes de estados, una reinserción en el mundo requiere una relación prensa que no sea pasiva. Nuestros desiertos, turísticamente atractivos, no tienen por qué ser la punta visible de un vacío periodístico. Hay muchos ciudadanos responsables en el hemisferio norte, dispuestos a ser informados sobre preocupaciones que comparten con los argentinos. Desde la lucha contra la droga y la delincuencia hasta las políticas agrícolas, no faltan. Se puede incentivar sus medios a tratar estos temas de fondo de la Argentina actual y común, sabiendo ya en Buenos Aires como razonan.

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