Por Israel Rabinowicz.-

Fue una muy especial semana.

En homenaje a la boda, matrimonio de mi hijo, me olvidé de Netanyahu, de los fondos buitres que desde hace tiempo ya tenían todo arreglado con Argentina cualquiera fuere el ganador de las elecciones, cobrarán más que los montos de máxima que ellos mismos habían estimado, es reconocida la bondad, amplitud y generosidad Argentina en éstos temas, ahora solamente queda el show discursivo y mediático de los que se dedican a transmitir mensajes a la opinión pública para demostrar cuán dificultoso les resultó acordar, cuanto pelearon y lucharon por un mejor acuerdo, que todo se compensará con el gran crecimiento y la llegada masiva del financiamiento internacional a tasas mucho más atractivas, todos felices, los que cobran los cientos de millones de dólares en comisiones y honorarios mucho más.

Me olvidé de las elecciones en los Estados Unidos y lo que ello significa para dar campo libre a potenciales conflictos bélicos especialmente aquí en la zona, serán meses a tener muy en cuenta pues existen muchos frentes abiertos, me olvidé de los 4/5 atentados terroristas que diariamente se concretan en Jerusalén y sus alrededores que destruye el turismo, me olvidé de Rajoy y del endeble posible gobierno socialista, de la nota que tenía casi preparada para sugerirles, copiando la experiencia israelí, formar un gobierno de rotación entre el Partido Popular y el Socialista.

También me olvidé del Hamás y de la masiva construcción de túneles con salida en alguno de los kibutzím de la zona, objetivo secuestrar israelíes, de Hisballá y sus más de 120 mil cohetes de largo alcance apuntando hacia el sur, del Estado Islámico y de Siria, de Irán y Arabia Saudita, la próxima bomba de tiempo a punto de estallar, me olvidé de muchas otras cosas, todo quedó pendiente, había prioridades.

Para la boda, desde el comienzo nos pusieron limitaciones en las invitaciones, nada de compromisos políticos o diplomáticos, era la fiesta de ellos y de sus amigos, como no podía ser de otra manera respeté el pedido, fue una hermosa fiesta para la alegría de todos, ahora que Dios los Bendiga e ilumine el camino.

Pero si la semana comenzó a toda orquesta su final no lo fue menos. La reunión familiar en donde hijos y nietos se concentran en casa para disfrutar generalmente, a pedido de los nietos, las especiales comidas de la “bobe”, de la abuela que para ella son imposibles no cumplir, la sopa, los knishes, de papa o de queso, los ñoquis, el guefilte fish, todo ellos aprendidos por herencia al estilo de su suegra, mi mamá, un poquito de esto, otro poquito de lo otro, no había nada exacto, no sea que se la copien… pero se las copiaron y mejoraron, por lo menos así lo digo yo y los nietos. En vida, al decirle mi mamá a su nuera “ no está mal “ en su boca era todo un reconocimiento hacia mí esposa, todo un elogio a su habilidad culinaria, más que un 5 estrellas, un 5 tenedores en la escala Michelin.

La mesa preparada, nos sentamos a ella, de repente observo como mi nieta mira hacia donde yo estoy sentado, le hago muecas, no me responde, inclino mis ojos y veo que mi cuchara es diferente a todas las demás, es lo que llamaba la atención era una cuchara gruesa, un poco deformada, pesada y color cobre, era la cuchara, mejor dicho cuchara y medio, que mi mamá hace de ello más de 70 años nos servía la sopa, ignoraba que mi esposa la había recibido de herencia y la conservaba, quiso homenajearme con ella y mis recuerdos.

Todas las madres son únicas y las mejores, pero Doña Frida, la mía, tenía sus cosas. Son conocidas las historias de las idishes mames, de las madres judías, en donde todo comenzaba y finalizaba por la comida, llenarlos a los hijos, siempre había lugar para un poco más, era parte de su cariño,

Esa cuchara que mi madre trajo consigo a Argentina desde Europa tiene más de 100 años, con ella pretendía que por su capacidad superior a las normales, tomáramos más sopa, una manera indirecta de engañar a sus hijos.

Doña Frida quedó en el recuerdo de muchos; mis lágrimas demostraron mi emoción por retornar a la niñez, 70 años después, el círculo siempre cierra.

Hasta la próxima, intentaremos regresar a la normalidad y perdón a los casi 180 mil receptores por éste intervalo muy personal, ruego aceptar la licencia como parte del comienzo del Carnaval.

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