Por Alfredo Nobre Leite.-

En el simposio organizado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, en el Vaticano, reuniendo a jueces y fiscales de 10 naciones, el papa Francisco pronunció un discurso, y entre conceptos, dijo: «La Iglesia debe meterse en la alta política…» que, conceptualmente, es controvertido a la luz de la misión de la Iglesia, instituida por Nuestro Señor Jesucristo (NSCR), que no hizo política, sino que estatuyó que se evangelizara las almas. También dio instrucciones a los magistrados que: «la corrupción debilita cualquier gobierno, la democracia participativa y la actividad de la justicia». Lástima que no se acordó de ello durante los 12 años y medio de gobierno kirchnerista, que hicieron fortunas con los sobreprecios de obras públicas y a costa también de las necesidades de los pobres y de recursos del narcotráfico -contribuyó a la campaña presidencial de 2007-; y relativo a la «democracia participativa» no es un mandato constitucional, pues el artículo 22 CN, establece: «El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes».

Veinte personas, entre jueces y fiscales, participaron del simposio, encabezadas por el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti y el juez federal Sebastián Casanello, que mantuvieron audiencias privadas con el Papa. Sería interesante saber las enseñanzas transmitidas a nuestros funcionarios judiciales, en especial al juez Casanello, que mantuvo la causa de «la ruta del dinero K», del lavado de dinero denunciada por la diputada Margarita Stolbizer, inmovilizada durante dos años, a pesar de las pruebas más que suficientes presentadas, y se despertó cuando por TV se divulgó un video del hijo de Lázaro Báez (sedicente socio de la familia Kirchner), Martín, contando más de cinco millones de dólares en la financiera, llamada «La Rosadita»; encontrándose el fiscal federal Guillermo Marijuan allanando propiedades de los Báez, en Río Gallegos, para colectar evidencias de la relación Cristina Fernández de Kirchner/Lázaro Báez.

Considero que no es pertinente que la Iglesia -el Papa y el Episcopado- hagan «alta política» -NSJC y los Apóstoles no la realizaron, sino que se ocuparon de las salvación de las almas, muriéndose todos mártires-.

Como Vicario de Cristo, no debería haber recibido a la ex presidente Cristina Kirchner en cinco oportunidades -con amplia sonrisa- y todo político de cuarta categoría, y luego decir que «lo usaron». Acaba de conceder una audiencia privada a Hebe de Bonafini -una persona de pésimos antecedentes y apóstata- que duró dos horas -¿por afinidad ideológica?-, siendo que al presidente Mauricio Macri, en visita oficial, fueron escasos 20 minutos y con cara adusta, sabiendo que aquélla había utilizado el altar mayor de la Catedral de Buenos Aires como baño público, constituyendo un mensaje que deja muy mal parada a la Iglesia y más aún al Sumo Pontífice.

Jesucristo dijo «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», debería servir de paradigma para la Iglesia moderna, tras las reformas del Concilio Vaticano II (1962-1965), a fin de que se ocupen sus prelados de la grey desorientada y sin guía, y dispersa hacia el protestantismo, el sectarismo y el «new age» por los errores cometidos. Su misión esa atraer a esas ovejas descarriadas al único redil, fundada por NSJC, la Santa Iglesia Católica, Apostólica Romana, dejando la política para las autoridades civiles de las naciones (recordando que el Vaticano II desmembró las naciones católicas por laicas), y en el caso particular de la Argentina, cuyo presidente Macri y la Justicia (ahora independiente, tras el interregno kirchnerista) están abocados a combatir la corrupción a fin de que los bienes mal habidos por la familia Kirchner y cómplices, regresen a las arcas del Estado, y poner orden y reorganizar la administración pública, sacándola de su postración y atraso por la impericia, desidia, deshonestidad, desquicio y planes pérfidos del kirchnerismo, pródigos en corrupción y latrocinios.

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