Por Guillermo Cherashny.-

Los resultados de las próximas elecciones primarias del 9 de agosto son una incógnita cada vez más grave. Una de las principales causas de esta situación es la corrupción que se generaliza entre los encuestadores, que se transformaron en los grandes decisores de la política nacional bajando o subiendo candidatos con números falsos, mal medidos o, en el mejor de los casos, con datos sólo parcialmente reales. En los últimos tres meses, en los procesos electorales de Israel, Francia y el Reino Unido hubo una fuerte tendencia de la mayor parte de las encuestadoras en favor de los candidatos de centroizquierda y en detrimento de los que consideran de derecha. Una especie de aplicación práctica extrema de las reglas del gramscismo. En efecto, en Israel, el premier Benjamín Netanyahu perdía aparentemente por un punto contra el laborismo de centroizquierda, pero finalmente ganó, obteniendo 30 bancas sobre 60 y sólo 22 el laborismo israelí. En Francia, la mayor parte de las encuestadoras intentaron polarizar las elecciones departamentales entre el Frente Nacional de Marine Le Pen y el socialismo gobernante de François Hollande, el presidente de la quinta república. Sin embargo, la sorpresa fue que salió ganado en primera vuelta Nicolás Sarkosy contra el FN y en segunda vuelta la Unión para un Movimiento Popular (UMP) del ex presidente arrasó, convirtiéndose en la primera fuerza política francesa. Los encuestadores analizan que Sarkozy, al haber sido detenido durante 17 horas por su supuesta vinculación a aportes ilegales de Liliane Bettencour, heredera del imperio L’Oreal, que luego fue declarada insana, habría quedado sumamente deteriorado políticamente. De hecho, le armaron un proceso judicial para sacarlo del medio, pero el ex presidente, pese a la maniobra encuestológica, los derrotó por paliza.

La sorpresa de Cameron

En el Reino Unido, para las elecciones de anteayer, casi todas las encuestadoras daban empate técnico entre el conservador David Cameron y el laborista Ed Miliband, pero finalmente el primero consiguió 331 bancas sobre 650, es decir, con mayoría absoluta. Es evidentemente que los métodos que se están utilizando para captar la opinión pública electoral están en crisis y que es necesario replantearse las soluciones.

En la Argentina la situación en este tema es grave, ya que no es un secreto que la mayoría de los encuestadores trabajan para al gobierno nacional, el provincial y el de la ciudad de Buenos Aires, lo que impone que los oficialismos salgan favorecidos en los números. Esto refuerza la tendencia existente en Latinoamérica a que ganen los oficialismos, porque tanto el Frente para la Victoria como el PRO son partidos de Estado, es decir, organizados desde el poder. Así es que los que quedan fuera de este esquena se arriesgan a ser destrozados por las encuestas, lo que a su vez diezma a sus dirigentes.

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